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Mostrando entradas de 2020

Historia de una entrada

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Era 29 de diciembre del año pasado. Mi Pepita Grilla y yo habíamos almorzado y brindado por el fin de año y nos fuimos en busca de un postrecito y un café. En el camino nos encontramos con un punto de Teleticket y decidimos comprar nuestras entradas para ver a Andrés Calamaro, aprovechando el descuento de la tarjeta que maneja Pepita. El concierto era en marzo, pero la vida, y un virus que venía desatando el pánico en el otro lado del mundo y hasta la fecha nos tiene con los nervios de punta, quiso que el concierto de Calamaro aun no se de, y se convierta en el primero para el que compro las entradas con tanta anticipación. Poco más de un año, siendo optimistas. La entrada intacta es solo la punta del iceberg de un año atípico y algo antipático. Es fácil señalarlo desde mi posición, soy de una de las pocas personas que no ha tenido problemas ni de salud (al menos mis bronquios y mi sistema respiratorio está bien), ni laborales, y creo que este año tener esas dos cosas es casi, casi un

La cuenta cuentos

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Estos días de encierro me han permitido releer, entre ratito y ratito, a quien denominé mi mentora, Alicia Bisso, con quien he coincidido en experiencias más de una vez y lo he narrado aquí otras tantas veces también. Hay varios post de su "Busco Novio" que han sido casi, casi calcados en mi mundo. Este es otro de esos. Alicia Bisso cuenta su historia con su antiamiga, yo cuento lo que me tocó vivir con una supuesta amiga, que finalmente no lo era. Giova y yo nos conocimos en nuestro primer día de clases en la Universidad de Lima. Al inicio todo iba bien, todo excepto una cosa. Giova estaba disconforme con su vida, tenía una gran imaginación y creo que un complejo de inferioridad. El inicio de clases en la universidad representó para ella la gran oportunidad para inventarse una vida más interesante, más impresionante, más glamorosa. Entonces me contó la primera de las muchas mentiras que me dijo durante ese primer ciclo de clases en el que nos hicimos inseparables.

Repensando la fluidez

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Hace algunos años, bien plantado en los 30 aseguraba que las cosas o eran o no eran y que eso de que fluya era el parloteo barato de un pata que no sabía que quería, o más bien, si lo sabía y también sabía que  no te iba a cuadrar ser su agarre. Pero, los años han pasado, la vida ha continuado y me he permitido repensar las cosas. La fluidez no es tan mala, es hasta obligatoria.   Las ideas que me han hecho recapacitar y cambiar mi punto de vista sobre la fluidez, parten de mi misma. Primero, aceptar que las cosas no son o blancas, o negras, sino que hay una extensa gama de grises, por la cual transitamos, con la idea de llegar al negro o quedarnos a la mitad y regresar al blanco sin pena, ni gloria, o acomodarnos en el gris casi blanco, el plata  brillante, el plomo rata o el tono de nuestra elección. Es decir, está bien tenerla clara, pero tampoco nos vamos a poner tan estrictos pues. Si nosotros estamos en esta vida, que se por si es un tanto complicada, ajustemos las reglas para si

El refugio

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El pequeño placer culposo de ella era disfrutar una y otra vez de películas entre aburridas y malas. Una vez más había quedado hipnotizada con una cinta que habían calificado de terapéutica y prestó atención a un diálogo del que no se percató antes, cuando el protagonista quiere terminar con su amante y ella le dice no, este es nuestro refugio. Eso era justo lo que ella creaba cuando estaba con él, un paréntesis, una ruta de escape, un refugio. Cuando ella llegaba a verlo no había más para ninguno de los dos. Ni pasado, ni presente, ni pasajes tristes, ni angustias, ni preocupaciones. Cuando estaban juntos se daban licencias para olvidarse de todo y grabar cada instante, cada risa, cada guiño coqueto, cada historia contada, cada sensación compartida. Se apartaban de todo lo que pasaba y disfrutaban de su compañía, su amistad, su discreción, su complicidad. Había empatía, eso lo habían descubierto hacía mucho tiempo. En un arranque de honestidad brutal, él le confesó a ella todo sobre s

Más de 100 días después

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No puedo empezar este post diciendo que como jugando ha volado el tiempo, porque la situación que nos ha traído al aislamiento domiciliario, la paralización los domingos y el home office, o teletrabajo, la frontera es muy difusa, no es cosa de juego. Algunos nos hemos encerrado en nuestros cuarteles de invierno, estamos aprendiendo a convivir con el miedo y ver el lado positivo o el más negro de este confinamiento. Recuerdo nítidamente el momento en que el presidente anunció el aislamiento domiciliario. Era un domingo por la noche, estaba viendo televisión con mis papás y mi hermana. Estábamos a la expectativa del mensaje, pues el confinaminto era inminente. Ya habían suspendido las clases en los colegios y habían pedido a la población evitar reuniones, fiestas, o salir en general, durante el fin de semana. Mi primera reacción fue buscar el celular que uso solo para el trabajo, algo debían informar por allí. Así fue. Poquito después del mensaje presidencial, llegó el mensaje del

Todo le parecía bonito

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Hoy por la mañana mi papé me contó que en las noticias habían anunciado que Pau Donés, vocalista de Jarabe de Palo, falleció. No lo creía. Saqué mi celular para revisar las noticias, era verdad, pero yo no salía de mi incredulidad. Nunca cumpliré mi sueño de escuchar Grita, que es uno de mis himnos, en la voz de su autor en vivo y en directo. El sentimiento de frustración es muy inferior a la pena que en este momento me rebasa. Con pocos artistas, por no decir con nadie, me sucedió lo ocurrido hoy. Las lágrimas se me caían mientras subía a mi red social una noticia sobre el fallecimiento de Pau Donés. No me pasó con Cerati, ni con Gabriel García Marquez, ni con Chespirito, ni con Robin Williams, ni con Diana de Gales. Tal vez porque, aunque había admiración hacia todos ellos, no escribieron, cantaron o interpretaron una pieza que adopté como mía. Tan mía, que lo confieso sin reparo. Grita es mi himno. No recuerdo cuando escuché a Jarabe de Palo por primera vez. Estaba en el co

Un día diferente

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El aislamiento domiciliario, que empezó el 15 de marzo se prolongó, se prolongó, se siguió prolongando y ¡zás! Me agarró el cumpleaños. Guardaba la esperanza de que para el 19 de mayo ya todos estuviéramos por calles y plazas, con un poco de miedo, pero sintiendo, sin decirlo, que las cosas estaban mejor. La situación es diferente y yo me preparo para recibir mi cumpleaños en #ModoCuarentena. Digamos que no me termino de hacerme a la idea que voy a pasar mi cumpleaños, mis 30 y todos, encerrada en casa, viviendo los últimos días de aislamiento domiciliario, o eso parece. Mientras más se acercaba la fecha, más he sentido la pegada, porque no he tenido mi tradicional visita al spa más cercano para hacerme las uñas, las cejas y la teñida, que bastante falta me está haciendo. Tampoco he tenido la tradicional tarde de shopping que era una de las actividades que más disfruto, porque admito con orgullo que soy compradora compulsiva. Consumidora soy y no me compadezcas. Obvio

Lo asumo, soy yo

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Yo sé que esa frase típica para terminar "no soy yo, eres tú" es una excusa, un cliché, una salida que trata de ser decorosa, y en el intento se queda porque hay algo más debajo de ese no eres tú, porque eres lindo, amoroso, detallista, amable e inteligente, soy yo que a mis 30 y muchos no sé lo que quiero, o al menos se que tú no eres a quien quiero. Es en ese momento que esta frase temible, terrible, avasalladora, no es tan falsa. Es verdad, no es él eres tú. Digamos que él apareció justo cuando superabas una debacle emocional. Necesitabas renovar y también, por qué no una subida de autoestima, inmoderadas dosis de cariño, una compañía. En ese instante lo conoces, todo se da tan rápido como una caída libre y ¡zas! hecatombe sentimental superada en tiempo récord. Hasta que te das cuenta que esa emoción que duró tanto como una publicidad de televisión, o incluso menos, se está desvaneciendo porque aparecen uno a uno esos defectos que no toleras, o que lo pasarías

Insensible

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El aislamiento domiciliario como parte de las medidas del estado de emergencia para frenar el avance implacable del coronavirus nos agarró fríos a todos. O mejor dicho, la prorroga, y la segunda prorroga y la que vino después. En el ambiente se respira miedo, se respira incertidumbre, se respira incredulidad y se respira ansiedad. Sin embargo, la idea de llevar encerrada en mi casa más de un mes a mi no me desespera. O al menos, creo que no. Estoy segura que muchas personas que están en mi entorno, incluidos familiares y amigos, piensan que el aislamiento me pone en una posición privilegiada, porque puedo hacer mi trabajo desde casa, es decir, mi mundo no se ha detenido, sigo produciendo y a fin de mes recibí mi sueldo. Pues si, debo reconocer que la esencia de mi trabajo y el apoyo de aplicaciones digitales, en especial el Whatsapp y el Teams, me han permitido continuar con mis tareas desde casa, rescatando esa autodisciplina de la que tanto me jactaba cuando me sumé al telet

Algunas fotos nuestras

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En estos días de encierro involuntario, pero responsable, cualquier cosa vale para distraerse. Una de ellas es ordenar, revolver nuestras cosas y de repente encontrarnos con discos, cuadernos, libros y objetos que habíamos olvidado y nos llevaron directo y sin escalas a un momento, un lugar, una persona. Entre esas cosas aparecieron algunas fotos nuestras. Encontré esa foto que nos tomaron cuando todo empezaba. Éramos muy chicos y fue una toma espontánea, por lo mismo es una instantánea linda, entrañable, dulce. Su mirada sobre mi y mi cara, roja cual tomate, no nos dejaban disimular que entre nosotros se cocinaba algo que iba más allá de la simple amistad. Era la primera vez que me enamoraba, y era algo nuevo para él también, o eso quiero creer. Esa fotografía cuenta el inicio de una bonita historia. Qué suerte que fue nuestra. Cada foto encontrada daba cuenta del paso de los años, de los cambios, de los looks fallidos, las ocasiones felices, las teñidas impecables y esos

Se hizo el 8

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Un día como ayer hace 8 años me aventuré, casi, casi obligada a crear este espacio. Sandra en su Mundo nació, como tantas veces lo he contado, como una tarea y se volvió en mi hobbie, en mi vehículo de escape, en la validación de que no soy rara, o de que no hay cosas que solo me pasan a mi, o que no soy la única a la que le gusta lo que escribo. Han pasado 8 años y sigo aquí. No me pregunten si pensé en que esta pequeña bitácora llegaría a cumplir 8 años porque no sé la respuesta. Nunca imaginé cuanto iría a durar esto de contar mis historias, mis teorías, mis puntos de vista, mis speechs, a veces un poco desubicados o demasiado idealistas. Es más, ahora mismo no sé cuanto más me durará la gracia de alucinarme Carrie Bradshaw, con la octava parte de su experiencia y en una ciudad que para nada es Nueva York. Solo se que quiero escribir el resto de mi vida, y por eso me gusta mi trabajo, el mismo que me ha hecho abandonar un poco el blog, aunque hago lo humanamente posible por

Alejandro, una vez más

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Alguna vez he dicho que muchas canciones de Alejandro Sanz me remiten a momentos específicos de mi vida. Eso, sumado a lo churro que está, sin importarme sus canas o sus kilos extra, hacen que sea uno de mis cantantes favoritos, y que ya esté restando los minutos para verlo mañana. -      -  Era 1992, o tal vez 1993, y yo me había enamorado por primera vez. Mi estómago se retorcía, mis manos temblaban, mis pies se congelaban y mi corazón brincaba cada vez que el chiquillo en el que me había fijado estaba cerca. Podíamos conversar horas y de todo, menos de ese secreto inconfesable. Él me gustaba y yo le gustaba, por eso ese primer amor, o mejor dicho ilusión en su estado más puro y natural, cual aceite Primor, me pinta una sonrisa y se me viene a la cabeza cuando escucho Pisando Fuerte. Esa era la canción que escuchábamos cuando apagábamos las luces para ver la televisión casi, casi calidad cine, y compartíamos las miradas, y porque sin palabras, pero con gestos recontra