Más de 100 días después

No puedo empezar este post diciendo que como jugando ha volado el tiempo, porque la situación que nos ha traído al aislamiento domiciliario, la paralización los domingos y el home office, o teletrabajo, la frontera es muy difusa, no es cosa de juego. Algunos nos hemos encerrado en nuestros cuarteles de invierno, estamos aprendiendo a convivir con el miedo y ver el lado positivo o el más negro de este confinamiento.

Recuerdo nítidamente el momento en que el presidente anunció el aislamiento domiciliario. Era un domingo por la noche, estaba viendo televisión con mis papás y mi hermana. Estábamos a la expectativa del mensaje, pues el confinaminto era inminente. Ya habían suspendido las clases en los colegios y habían pedido a la población evitar reuniones, fiestas, o salir en general, durante el fin de semana. Mi primera reacción fue buscar el celular que uso solo para el trabajo, algo debían informar por allí. Así fue. Poquito después del mensaje presidencial, llegó el mensaje del gerente de la empresa donde trabajo "mantengan la calma, quédense en casa, trabajaremos desde allí". Han pasado más de 100 días y seguimos trabajando desde la casa.

Digamos que estoy en una posición de privilegio. Conservar mi empleo ya es un lujo, sobretodo cuando vuelves la vista y lees las cifras. Cerca de 3 millones de peruanos no tienen mi suerte y desconfían de la reactivación económica, que va a superar los 4 meses anunciados por la ministra Alva. Se nos viene un proceso largo, lleno de restricciones. Pero, también es la hora de los solidarios, que hay por montones, y no para la cámara, aunque aparecer en la televisión ha permitido que mas gente los ayude, con mucho o poco. Todo suma.

De todo lo leído y escuchado en relación a los primeros 100 días, me quedo con dos reflexiones. La vida te cambian cuestión de días, aunque creo que la verdad es cuestión de minutos, en un instante podemos pasar de la tranquilidad a la tristeza, la frustración. la incertidumbre y el miedo. Estos últimos se han vuelto una constante con la que cuesta compartir el día a día. Es mucho peor cuando no cuentas con un techo propio, con la seguridad de un plato de comida sobre la mesa, una cama y abrigo cada noche. Cuando los S/.760 no alcanzan, cuando la pensión del colegio no se reduce como debería ser, cuando la enfermedad llega y te das cuenta de que no es tan democrática como dicen.

La segunda idea es que no estábamos preparados. Nunca lo estuvimos. Claro, ni después de ver las más trágicas películas de ficción, reparamos en la idea de que algún día debíamos quedarnos en nuestras casas, inmóviles, incapaces de ir a trabajar, visitar, reunirnos, abrazar. Pero más allá, si el sistema de salud público nunca se ha distinguido por su eficiencia, hoy más que nunca, comprobamos su ineptitud, sus carencias, la falta de empatía y calidad del personal administrativo, siendo los contratados, los peores, porque claro, trabajen bien o mal reciben su sueldo a fin de mes, y como sus familiares no son los que necesitan una ambulancia, una cita, un tratamiento, les da exactamente lo mismo. Si hay que volar las cabezas, que vuelen las de ellos, y lo hagan ya.


Desde mi lugar es fácil pedir que se guarde la calma, mostrarme optimista con el plan de reactivación económica, animarlos a que usen el tiempo en algo productivo. Pero no lo hago, porque he admitido en voz alta que guardarse en casa es una medida positiva desde el ángulo de la salud, sin embargo, económicamente hablando es insostenible. Porque, aunque he tenido la suerte de que la cuarentena, que ha pasado a convertirse en centena, me agarró en mi casa, con mis papás y mis abuelos, extraño salir a caminar, ver a mis tíos y amigos, abrazarlos, almorzar fuera de casa, irme de aquí a allá.

A pesar de todo ello, creo que hemos aprendido a valorar el tiempo en familia, la libertad, la tranquilidad de nuestra casa. Algunos estamos cumpliendo esa idea que los días de frío y pereza se metía en nuestra cabeza, "qué rico sería trabajar desde casa". Yo he puesto un horario respetadísimo, aunque cuando al presidente se le ocurre hablar los fines de semana, ya no lo respeto tanto. Otros, con más tiempo y más fortuna están sacando al chef, artista, emprendedor, mil oficios que llevaban dentro.

Lo que si es seguro es que muchos queremos volver a vernos, sentir esos abrazos que apachurran el corazón, esos besos que se hicieron extrañar (bueno, yo no estoy en ese grupo, pero imagino las parejitas que están pasando por esa tragicomedia), esas risas compartidas alrededor de una mesa, mirar el mar, caminar sin que nada más importe, solo que la mascarilla no se caiga, porque ese será el accesorio de los próximos meses, o tal vez sea una moda que llega para quedarse.

Después del 30, las reglas del juego cambian. No sabemos si para bien o para mal, lo que si es seguro es que tenemos que cuidarnos a nosotros mismos. Esa nueva realidad, convivencia social, o como se llame, debe empezar pos nosotros mismos. Si seguimos pensando en sacar la basura a la hora que se nos de la gana, no recoger lo que hace nuestro perrito por aquí y por allá, o seguir mezclando botellas de plástico con residuos orgánicos, permíteme decirte que el encierro no te ha servido de nada.

Canción para sobrellevar el encierro... La parte buena de trabajar desde casa es que puedo escuchar a los cuatro vientos la canción que se me de la gana, y he hecho un grato descubrimiento. En estos más de 100 días de encierro he sumado una canción a mi lista de favoritas


En estos meses de encierro han aparecido una serie de retos por internet. Uno de ellos me llevó a elegir 10 portadas de álbumes que de una u otra manera me han marcado. Varios se quedaron en el tintero, otros me llevaron directo y sin escalas a un momento específico. El de Shania Twain me llevó a 1998 y esta canción me hizo suspirar como sucedió 22 años atrás 


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