El beso en el auto

Dicen que los sueños se hacen realidad, que la realidad supera la ficción, que la vida inspira las historias mas fantásticas. Pues bien, una vez se me cumplió el caprichito y se reprodujo en la vida real un pasaje que recreaba en mi mente una y otra vez pensando algún día. Ese día llegó. Y aunque la historia no se cerró, vale la pena recordar lo que pasó la noche del beso en el auto.


Empecemos la historia desde el inicio (obvio). No recuerdo la fecha exacta. No recuerdo si era setiembre u octubre. Solo recuerdo que nos presentaron, en ese momento yo era productora de un informativo semanal y él, el nuevo abogado de la institución. Solo nos dijimos hola y ahí quedó todo. Cada tarde, a eso de las 4 corría a prepararme un té de canela, y no me daba cuenta que él, desde su escritorio, me miraba de reojo. Juro que para mi su presencia pasaba desapercibida, pero una noche todo cambió.

Era un evento de nuestro centro de labores. Andábamos bastante arreglados. Yo estaba con mi grupo de trabajo, él con su gente, hasta que en medio de la noche se acercó a pedir una canción y luego otra. Yo le hice el habla y antes de que me diera cuenta ya estábamos bailando una salsa antigua. Digamos que esa noche estrechamos lazos de compañerismo laboral. En adelante nos saludábamos,conversábamos en los pasillos, nos reíamos, él tenía la confianza necesaria para pedirme información y viceversa. Me caía bien y había un no se qué, un algo que hacía que me sintiera cómoda andando con él en los horarios de oficina y fuera de ellos también, en las animadas reuniones con la gente del trabajo.

Su auto era su plus. Andaba con el carro a todas partes y no se hacía problema en llevar y recoger a la gente. Yo no solía pedirle que me jalara, no se lo pido a nadie porque me considero bastante independiente. Sin embargo, cierto día había una reunión after office y él no quería ir solo. Muy resuelta le dije que lo acompañaba y fuimos juntos, llevando con nosotros a un grupo de amigos que se acomodaron para ahorrase el taxi. Terminada esa velada se ofreció a llevarme a la puerta de mi casa. La ocasión se hizo costumbre. Espero que no suene mal pero lo confieso, era mi chofer, si iba a una reunión y él también, daba por descontado que me devolvería a casa, dejándome en la puerta sana y salva.



Si bien me gustaba que me llevara a todos lados en su carro, me gustaba más conversar con él, descubrir sus gustos, nuestras insalvables y enormes diferencias, nuestras pocas coincidencias. Me gustaba él, lo admito. Pero no decía nada a nadie. Por lo menos a mis amigas de la chamba no. Podía contarles que el chico de la discoteca me llamó, que mi ex andaba dando vueltas, pero de él no mencionaba ni una palabra. Era conocido, era del entorno, no me animaba a decirlo en voz alta.

Hasta que llegó el día mas esperado de julio por la gente del trabajo. No, no era el día en que pagaban la grati. Era el día del almuerzo por fiestas patrias. Para variar ese día llegué temprano. De pronto él entró a la oficina, conversamos, reímos, comentamos los planes para los feriados. En el almuerzo cada uno estuvo por su lado. Tras la comilona fuímos quedando pocos y al final coincidimos en el mismo grupo. Segíamos conversando y riendo, son esas tardes en que conoces a la gente con la que trabajas todos los días en otra faceta. Por la noche nos sentamos demasiado juntos, se armó un plan para seguir la fiestita en otro lado y finalmente la idea se desbarató. Cuando estaba por irme se ofreció a llevarme a casa, para variar. Puso el auto en marcha y me dijo "¿y si la seguimos nosotros? Vamos al centro".

Aterrizamos a un bar medio subte en el Centro, su favorito, su point de todos los fines de semana. Yo había oído hablar del lugar cientos de veces, pero jamas me había animado a ir. Al llegar me sentía un bicho raro. La gente vestía diferente, la música no era del tipo que yo escuchaba, pero me sentía bien con él a mi lado, hablándome de sus viajes, de sus impresiones y en un momento de la noche me abrazó fuerte. Nunca antes me había abrazado, en general hacía mucho que no me abrazaban asi, sacaba cuentas y no lo recordaba. La cercanía del momento, lejos de incomodarme, me agradaba.

Llegaron sus amigos y suspendieron el abrazo. Conversé con ellos, me simpatizaron, pero creo que leyeron en mi cara el gran signo de interrogación que se me armaba cada vez que sonaba una canción nueva (soy melómana, pero no tanto). Lo que mas me gustó de su grupo de amigos es que se preocupaban por él. Me preguntaron si había llegado en el auto, les dije que si, que yo tenía las llaves y que no lo iba a dejar conducir en ese estado. El chico del auto había bebido de más, tanto que sus amigos me dijeron, mejor llévalo el trago ha sido suficiente por esta noche. Yo como buena samaritana le dije nos vamos, lo tomé de la mano como a niño chiquito y lo metí al primer taxi que se nos cruzó. Fuímos a mi casa, yo vivía a unas cuadras del bar en mención.

Una vez en mi casa, él preguntaba por su carro. Lo habíamos dejado en una zona segura, difícil que lo roben, pero él estaba preocupado. Amaba a su auto por sobre todas las cosas. Insistió, insistió y finalmente me convenció de que lo acompañara al lugar en donde estaba el coche. Era de madrugada, el Centro no es el lugar mas seguro del planeta y hasta ahora no se cómo me atreví a ir caminando desde mi casa hasta el Hotel Bolívar con él de la mano. En un momento de la caminata me abrazó, yo empecé a bromear con una seguridad y resolución que me impresionaba a mi misma. Andaba divertida, risueña, desenvuelta, una buena dosis de interés hace que me olvidé de mi típica timidez.



Y así llegamos al lugar donde estaba estacionado el auto e inmediatamente nos subimos. Le dije, vamos hasta mi casa, esperamos que amanezca, que se te pasen los tragos extra y luego te vas.  Refunfuñó un poco y arrancó. El trayecto era breve y me la pasé rezando para que no chocara, por suerte llegamos vivos. Yo no lo iba a dejar irse así, me imaginaba que podía pasarle lo peor, mi vena exagerada nació y no podía sacarme de la cabeza la imagen de él estrellándose y sus amigos culpándome. Se lo dije, por eso no dejé de que pusiera en marcha el auto y no me moví del asiento del copiloto. Él insistía en irse. Yo le daba la contraria y en ese tira y afloja sucedió. Me miró me dijo si me voy, yo le dije no te vas, me repitió me voy y me besó en la boca dejándome helada. 

No me quedé callada, por el contrario insistí en que no se vaya y regresamos a la discusión, que no te vas, que si me voy, que no te vas, y ya que había perdido la timidez, yo lo besé dejándolo frío, pero no callado, por lo que me volvió a besar, arrancó y nos fuimos. Él estaba molesto porque hice añicos su papel de cortés caballero, y pensándolo bien no se como me atreví. Lo que si recuerdo es que rezaba a todos los santos para llegar viva a casa. Durante el trayecto no hablamos, yo miraba la ventana, en un momento lo soprendí mirándome, me puse roja como un tomate cherry y nuevamente volteé la mirada.

Bajé del auto faltando un par de cuadras para llegar a su casa y en ese momento sucedió lo mas espectacular de la madrugada. Me besó por última vez, bajé del auto, me dijo me llamas al llegar, esperó que subiera a un taxi y se fue. Es una escena típíca, ¿qué de espectacular tiene? Que yo la había soñado meses. No sabía quién sería el protagonitas, y en realidad el escenario era la puerta de mi casa y no una avenida cualquiera, pero por ahí va.


Antes de dormir lo llamé para decirle que estaba sana, salva, entera y a punto de irme a la cama. Nos dimos las buenas noches usando esos nombrecitos almibarados que usan los enamorados: cariño, pequeña, amor. Había sido un día largo por lo que concilié el sueño en un dos por tres. Al despertar las imágenes de cada beso se agolparon en mi cabeza y se repetían recordando al milímetro los detalles, absolutamente todos, las palabras, las sonrisas cómplices y, por supuesto, las sensaciones que llegaron una tras otra para culminar con ese beso antes de bajar de su auto.

El amuerzo por fiestas patrias precede a una semana de vacaciones que la institución amablemente cedía a sus trabajadores, por lo que no nos vimos en los días siguientes. Yo imaginé que me llamaría para hablar con lucidez y franqueza sobre lo ocurrido la noche del beso, pero eso no sucedió. Imaginé que se había palteado por lo ocurrido y por eso no daba señales de vida. Esperé serena y disfruté de mis vacaciones. Así pasó el tiempo y llegó el día del regreso al trabajo.

Ese lunes no ví ni su sombra, y en realidad había estado tan ocupada, corriendo de aquí para allá que el no verlo pasó como su presencia hasta la noche antes del evento laboral, desapercibida. Un día después coincidimos en el pasillo. Me miró, sonrió, me abrazó y me dió un beso en la mejilla. Luego vino su ausencia y el silencio. Se fue de viaje y cuando volvió ya nada era lo mismo. Un personaje había cambiado de rol en mi vida por lo que puse distancias. Esa distancia fue el punto de partida para un silencio infinito.

De la simpatía laboral ya no quedaba ni la sospecha. Las noches de risas, pisco y salsa antigua pasaron al olvido, no porque ya no se dieran, si no porque ya nada era lo mismo. Nunca supe porque empezó a esquivarme, se alejó de mi grupo de trabajo, dejó de enviarme los pocos mails que intercambiábamos y de saludarme con el afecto que lo hacía. Con el correr de los días, y teniendo presente su frialdad, volví a ignorar su presencia, ya no quedaba ni rastro del abogado que me distraía y que intercambio un beso por la reproducción real de un trozo de sueño.


Tu sabes quién eres, tu sabes qué fue lo que pasó, tu sabes por qué cambiaste. Y eso del cambio solo lo sabes tu, yo hasta la fecha no me lo explico, tengo mas de una hipótesis, pero desconozco la verdad y ya no me atormento con ello. De vez en cuando tengo noticias tuyas porque hubo demasiada gente a nuestro alrededor. Un día conté en voz alta lo del beso y todos en la sala lo sabían. Creo que confié en quien no debía y no me refiero a ti. No me arrepiento de haberte besado, pero si de haber invertido energías en ti y crear sueños contigo como protagonista. Si algun día tienes valor y quieres buscarme, solo respóndeme una pregunta ¿recuerdas la noche del beso en el auto?

Canción para recordar al chico del beso en el auto.... Una vez te lo dije, te lo reafirmo ahora. Esta es tu canción y cada vez que la escucho sonrío y recuerdo los buenos ratos, las conversaciones tímidas, las sonrisas compartidas, los viajes de retorno a casa, esas cosas por las que aun te guardo estima



Una de nuestras grandes e insalvables diferencias era la música. El es un metal alguito frustrado y yo amante incurable del pop, mientras mas comercial mejor, así como del rock nacional. Me pregunto, de haber estado juntos en algun momento, ¿me habrías acompañado a escuchar a Mar de Copas? Una incógnita que nunca resolveré.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tumba la fiesta

El retorno de la duendecita

Solteronas y solteros codiciados