Mientras camino

Yola Polastri cantaba una canción que decía: Sigue, sigue caminando y llegarás a los 100 años. Yo le hago caso y desde hace un tiempo salgo a caminar todos los días. Primero fue una tarea de reconocer mi nuevo barrio, mis nuevas calles y disfrutar de la paz y las áreas verdes de este distrito de las maravillas. Luego fue por salud, ahora es por puro palcer. Sigo, sigo caminando.


Camino porque me apasiona salir de shopping y para ir de compras hay que caminar. Cuando compro voy de tienda en tienda buscando eso que me hace falta, o aprovechando esa súper oferta, o cumpliéndome un capricho. A veces el remordimiento me asalta y yo lo mando volar argumentando, si trabajo es para algo, ¿no? Por otro lado, el egoísmo jamás me ha caracterizado (con dos hermanas es un poco difícil serlo) así que a veces compro algo para compartir o para sorprender a algun integrante de mi familia. Por lo general es algo para comer, unos alfajores o chocolates, total, sorprender a alguien querido no es un gasto, es una inversión recompensada con un abrazo emocionado.

Camino por instinto de suprevivencia. Viví 30 años en el caótico Centro de Lima, y conocía huariques y calles al dedillo. Al mudarme a Pueblo Libre debía ubicarme, qué lugares tenía a la mano, cómo llegar a avenidas transitadas, en fin. Y así, explorando, dejándome llevar, perdiéndome y confiando en mi maravilloso sentido de la orientación descubrí callecitas muy bonitas, parques inmensos, bodeguitas, mas calles, mas parques. Puedo decir que me encanta mi nuevo distrito (bueno, ya tengo mas de un año viviendo aquí, o sea que tan nuevecito no es), su tranquilidad, sus sitios tradicionales, no es perfecto, pero se asoma a la excelencia.

Camino por salud. En julio del año pasado un chequeo médico determinó que mis kilos de más ya se habían escapado de mis manos, así que tenía que hacer dos cosas: reducir mis porciones de desyauno, almuerzo y, sobre todo, cena y hacer ejercicio. Lo de reducir la comida no me costó mucho, porque no fue drástico, es cosa de acostumbrarse, pero lo del ejercicio, eso si era un inconveniente. No me gusta correr, no lo hago porque siempre termino o cayéndome, o torciéndome el pie, o algo por el estilo. El gimnasio no va ni conmigo, ni con mi presupuesto. Tengo muchas amigas que van felices y se relajan en el gym, pero a mi me estresa, la vida fitness y yo no somos compatibles. Solo me quedaba una opción: caminar. Y se me ha hecho una saludable costumbre. Cuatro meses después de haber iniciado la rutina puedo recomendarla, he perdido varios kilos y ahora puedo caminar hasta una hora sin asomo de cansancio.



Camino para huír de la inercia. Me gusta mi casa, me gusta mi cuarto, me gusta mi espacio, pero llega un momento en que me siento asfixiada, encerrada, aburrida. Entonces me pongo mis zapatillas (ahora en verano mis havaianas son mis compañeras) y enrrumbo a donde me lleven mis pies. Empecé caminando 15 minutos, luego elevamos las revoluciones a 30 minutos, ahora camino entre 45 minutos y una hora, a veces mas de una hora, el tiempo pasa volando y yo soy feliz matando tiempo, sobre todo ahora que me sobra. Siento que así estoy ocupada, respiro e intento liberarme de mis demonios inetriores. Llega un momento en que lo logro.

Camino para descubrir nuevos lugares. La avenida San Felipe es mi avenida favorita en todo Lima. No me pregunten por qué, simplemente me gusta, así como me gusta el parque El Olivar de San Isidro. Eso cambió la semana pasada en que descubrí un parque grande que me fascinó tanto o mas que El Olivar. No será tan grande y no tendrá tanta variedad de pajaritos como en San Isidro, pero es igual de apacible, y cerca de allí hay otro, mas pequeño, pero mucho mas lindo. Caminar me permite descubrir y redescubrir lugares que pueden convertirse en escenarios de encuentros, desencuentros, risas o tristezas.

Camino para escuchar música. Ese es un placer beneficioso que he descubierto hace poco. En navidad me regalaron un MP4, yo a los dos días lo cargué con todas las canciones que me gustan, o al menos la mayoría y ahora se ha vuelto mi amigo fiel. Todas las mañanas pongo play en alguna buena canción y dejo que la reproducción siga por donde se le antoje y me sorprenda escuchando todas esas canciones que me gustan y me remiten a un momento, persona o circunstancia específica. Me ayuda a repasar mi vida, y eso me gusta.

Camino para inspirarme. Entre cuatro paredes la imaginación y creatividad salen espantadas por la ventana mas cercana, así que salgo detrás de ellas para atrarerlas, recuperarlas y reconciliarnos. Mientras camino pienso qué puedo escribir, qué tono darle, qué video ponerle, en fin. Le doy rienda suelta a las ideas que van apareciendo y una vez frente al tecaldo fluye, algunas veces con mas facilidad que otras. También me ayuda para poner en claro todo lo que pasa por mi mente, darle aire y ver con mas claridad y calma las cosas.



Camino por puro placer. Camino porque me da la sensación de libertad absoluta. Camino para cruzarme con mariposas y sonreir, porque es señal de buena suerte que una o mas mariposas se te crucen en el camino. Camino para estirar las piernas. Camino para dejar la palidez en estos días de verano en que aun no me asomo a la playa. Camino con la ligera esperanza de ubicar alguna cara conocida. Camino porque se me da la gana de caminar.

Canción para empezar las caminatas diarias... No hay una regla establecida, escucho  lo que a mi MP4 se le antoja o lo que mi ánimo indica. Hoy mi humor me hace buscar esta canción y recordar porque me gusta tanto La Oreja de Van Gogh (y porque volvería a verlos si regrsan este año a Lima)


No lo dije aquí, pero caminar también me ayuda a pensar en las decisiones que voy tomando. Esta canción es la que me convence de que alejarme de ciertas personas que a la larga me harían daño fue una opción sabia y saludable. Al margen es una canción de adolescente enamorada, y ese tipo de tonadas me encantan







Comentarios

Entradas populares de este blog

El retorno de la duendecita

Solteronas y solteros codiciados

Lo que callan los hombres