Y yo te besé

Había una vez una chiquilla que se enamoró como lo que era, una niña, de un chico guapísimo, entusiasta, con sentido del humor (no era inteligente, pero la niña no lo sabía y no le importaba). Ella también le gustaba al chico en mención, pero él nunca se lo dijo. Una vez casi la besa, pero no lo hizo, muchos años después llegó el momento y ese beso no fue el final, solo el epílogo de una historia antigua.

Chico y Chica no recuerdan cuando se conocieron. Fue hace muchos años, fue desde siempre. La hermana de Chico era muy amiga de Chica. Era su compañera de juegos, de carreras, de tardes eternas, de risas y de secretos también. Chica le contó todo sobre su vida, pero omitió un detalle. Chica jamás le contó a su amiga que su hermano, Chico, era el muchachito que le quitaba el sueño. Pero Chico si le confesó a su hermana que su amiguita, Chica, le gustaba. La hermana se quedó callada, pero era cómplice de su hermano y no perdía ocasión para dejar sola a su compañerita de juegos con él, con Chico.

Chico y Chica también eran compañeros de juegos, de salón o de patio, aunque a Chica no le gustaban mucho los juegos de calle. No entendía nada de 7 pecados, corría lento, asi que no le gustaban ni las chapadas, ni las escondidas, odiaba los deportes, así que el voley tampoco iba con ella. Pero participaba sin chistar en los juegos que su amiguita y su hermano inventaban. Los años pasaron y Chico pasó de ser su compañero de juegos a ser su compañero de baile. Fue después de una tarde de baile, en un largo viaje de regreso a casa que Chica se dió cuenta que algo con Chico estaba cambiando. Su corazón empezaba a latir fuerte cuando él estaba cerca. Indefectiblemente se había enamorado por primera vez.

Chica no sabe si para ese entonces Chico también estaba tempaldo. Se dió cuenta que le gustaba a Chico tiempo después, cuando notaba los detalles que él tenía con ella, por la forma en que la miraba, en que le hablaba, en que llamaba su atención. Fue así que empezó a sentir las maripostias en el estómago cada vez que lo veía, se sonrojaba cuando se acercaba mucho y, finalmente, empezó a soñar con él todas las noches.


Todas las tardes Chica escuchaba maratones de canciones románticas, armando la banda sonora de su idilio. Recordaba la mirada de Chico, el tono de su voz y recreba en su mente escenas imposibles. La realidad superó su ficción y llegó una fecha que guardó para la posteridad. Fue un día de mayo, antes de su cumpleaños, fue al atardecer (no estaban en la playa, pero ese es un detalle intrascendente), fue en un auto estacionado, habían muchos niños y niñas, había un cachorrito recién adoptado que tiritaba de frío, había una manta, estaba la mano de él que buscó sus manos, que entrelazó sus dedos largos con los de ella. Así, tomados de la mano, a escondidas, él besó innumerables veces su mejilla, y le dijo mil veces te quiero al oído. Ella estaba nerviosa, se sonrojaba, se quedó muda y no pudo responderle yo también te quiero.

Las mariposas dejaron de revolotear cuando volvió a casa, pero la sonrisa que se dibujó en el rostro de Chica duró semanas. Escribió en su diario lo ocurrido, no con el lujo de detalles que hubiera querido, a veces las palabras y las sensaciones no coinciden, como dice Ana Belén, si supiera contar todo lo que sentí. Si lo dice ella, una niña lo reafirma con mayor convicción. Esa tarde en que se tomaron la mano fue para Chica el punto cumbre de una historia que aun no despagaba. Chico lo sabía. Una vez Chica soboteó sin querer y de la manera mas sensata e inocente una declaración para la cual Chico había reunido el valor suficiente, era poco, pero ahí estaba.

Pasaron un par de años para que en la misma situación: mucha gente, poco espacio, y los mismos sentimientos rondando el corazón de ambos, se repitiera la sitaución. Otra vez Chico tomó la mano de Chica. Esta vez hubo un plus, la voz de Gloria Estefan colándose en la escena redondeó todo. Esa noche Chica no durmió, reproducía la escena una y otra vez en su cabeza queriendo inmortalziar cada latido, cada instante, cada segundo con sus manos junto a las de él. Lo narró nuevamente en su diario con precisión de detalles, aunque nuevamente se quedó corta. Y al día siguiente sus mejores amigas del colegio se enteraron. La emoción duró una semana exacta. Luego el sentimiento fue canjeado por angustia, algo de decepción y una ligera tristeza. El papel que lo aguanta todo fue testigo del cambio radical de sensaciones.



Pasaron días, semanas, meses. La historia había dormido. Dicen que a la tercera va la vencida. Y si bien este tercer acto no marca el final de la historia, es el que Chica guarda con mayor cariño, porque tiene un testigo. Testigo mudo, inexpresivo, pero ahí esta como evidencia del primer cuento de amor que ella protagonizaba. 

Fue una fiesta en una tarde de verano. Chica esperaba la fecha entre ansiosa y serena, incierta, pero convencida en el fondo de que iba a ir si o si, y que iba a coincidir con Chico. Fue una tarde larga y ella la recuerda con precisión milimétrica. Chico no se aparecía, luego llegó, se sentó al lado de ella, no la tomó de la mano ni la abrazó porque habían demasiadas miradas encima de los dos. Conversaron, rieron, bromearon, y hacia el final él le dijo, "quiero que me den un peluche para regalársleo a alquien especial". Hizo una pausa y dijo "mi enamorada". Chica no recuerda la combustión de sentimientos en ese segundo. Lo que si recuerda es que al poco rato Chico se apareció con un oso de felpa dentro de una bolsa de celofan con globos y corazones pintados en blanco, rosa y amarillo, se acerco a ella y se la entregó.

Ese muñeco era harto distinto a los que estaban regalando esa tarde. Chica no lo sabe a ciencie cierta, pero quiere creer que Chico lo compró para entregárselo a ella. Que él mismo lo eligió y rompió el chanchito para que ella tuviera un recuerdo de él. En realidad fue un recuerdo de su primer amor, y el primer regalo que recibió de manos de un muchachito, un muchacho que ella cree, hasta la fecha, se moría por ella y la soñaba religosamente todas las noches. Es el último recuerdo tierno que ella tiene de él. Y lo guarda con el derecho que tiene de callar o contar sus historias y hacerlas mas ilustrativas.


El tiempo sin pedir permiso corrió. Fue un año duro para Chica por una serie de circunstancias, una de ellas fue que Chico le rompió el corazón. Ella con algo de rabia, decepción y solo una pizca de esperanza sigió con su vida, lejos de Chico. Ambos crecieron, ambos recogieron cientos de experiencias, llenaron baules con momentos, canciones, escenas. Y de vez en cuando veían en el fondo de esos baules llamados memoria, fotografías inexistentes de los dos, de esos años de pre adolescencia cuando se soñaban, se pensaban, se adoraban. Decidieron guardar los buenos sentimientos, Chica dejó de lado la pena que sintió cuando Chico pisoteó su corazón y entablaron amistad. Una amistad por los años de conocerse, por el mundo que tenían al rededor, porque no tenía sentido odiarse.

Una noche se encontraron, y sin pensarlo tomaron revancha con la vida. Quisieron, por separado y juntos, cobrarse todo lo que durante años habían sentido y callado. La estaban pasando bien. Conversaban, reían, bailaban, bebían. De pronto se apartaron del grupo, se quedaron solos, Chica trató de hacerse la grandaza y fumar, pero se atoró con el cigarrillo. Chico rió, le trató de enseñar cómo se fuma y en el instante menos pensado se acercó a ella y se besaron. Y lo volvieron a hacer, una vez, otra más y perdieron la cuenta de cuantos besos de dieron esa noche. Al volver a casa no había diarios a quien contarle todo, así que ella tomó el teléfono y le contó a su mejor amiga, la que la había visto reír, soñar y llorar por este pata, todo lo ocurrido.

No lo terminaba de creer, Chica había hecho realidad su sueño de niña. Había besado a Chico, su Chico. Ya no era una niñita, pero esa noche sintió exactamente lo mismo que sintió a los 12, cuando se enamoró por primera vez, mariposas en el estómago, una sonrisa inexplicable y unas ganas de olvidarse de todo porque si, porque quería revivir su ilusión. Una ilusión que por poco le cuesta la vida, cuando tiempo después se dió cuenta que la historia con Chico debió quedarse en el pasado, como su primer amor y ya. 

Siguieron pasando los años, siguieron llenando de besos, ilusión y decepción cada encuentro. El primer beso no convirtió al sapo en príncipe, con el tiempo Chica se dió cuenta que ningun beso haría el milagro. Lo creyó mas convencida que nucna cuando una mujer sabia le dijo un hombre (también aplica en mujer) nunca cambia por nadie, solo por si mismo. Convencida de ello Chica tomó a la ligera todo lo que sentía por Chico. Una noche sin estrellas, sin testigos y con besos robados, ella y él hablaron con honestidad brutal, con el corazón en la mano, con la tranquilidad de que nada de lo que dirían les iba a doler. Chico le confesó a Chica que ella era su gran amor de infancia y que la historia tenía cuerda para rato: "esto empezó cuando teníamos 11 o 12 años y no sabemos cuando va a terminar", esas fueron sus palabras.

Chica se quedó con esa frase dando vueltas en su mente. Lo pensó una, otra y por última vez. Nadie iba a hacer nada por ella, así que tomó la sabia decisión de poner fin a todo. Si Chico no quería ponerle fecha de caducidad al romance, ella si. Ese día recogió toditos los recuerdos, los antiguos y los recientes, los encerró en los cajonbes de su memoria, nunca visibles, pero tampoco enterrados y dijo hasta aquí, es momento de dar la vuelta a la página, es momento de respirar otros aires, es momento de poner fin.

Lo hizo por su bien, pero le costó, y solo Chica sabe lo que dolieron las noches de insomnio y las ideas sensatas e insensatas que rondaron su cabeza. La decisión estaba tomada y no iba a dar un paso atrás, Chica es terca. Convencida de que ya había superado el capítulo con Chico se le puso en frente una prueba que no podía evadir. Una noche se armó de valor y fue a otra fiesta, allí estaba Chico con otra enamoradita (si, el hobbie insano de Chico era coleccioanr parejas), Chica no armó escándalos, no tentó a Chico y, valgan verdades, la pasó mejor de lo que pensaba. Mucho mejor.

Al día siguiente, curándose de la resaca (física y emocional) encontró un cuadernito viejo en el que escribía historias enredadas pero propias. Y allí volcó todo lo que sentía en ese momento. Lo primero que puso fue: "ya no me mueve el piso, ya no me destroza el corazón, ya no me ronda la cabeza, ya no pasa nada. Con Chico ya no pasa nada". Al terminar de escribir respiró tranquila. Puso punto final a esa hoja de diario, y le puso punto final a su larga historia con Chico. Su Eterno Chico.

Canción para dar vuelta a la página.... Quedó cariño es verdad, por todo lo vivido. Pero Chica canta convencida esta canción, que después de tanto tiempo y de haberse herido mutuamente, ya no queda nada, ya no quiere mas a Chico (al menos no en calidad de novio) y eso es algo que va a mantener hasta el final



Y esta es la canción que da título al post. Un poco prehistórica, pero siempre logra arrancarme una sonrisa porque me recuerda a la compañerita del cole que vivió muy de cerca la historia contada hoy







   

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