La cuenta cuentos

Estos días de encierro me han permitido releer, entre ratito y ratito, a quien denominé mi mentora, Alicia Bisso, con quien he coincidido en experiencias más de una vez y lo he narrado aquí otras tantas veces también. Hay varios post de su "Busco Novio" que han sido casi, casi calcados en mi mundo. Este es otro de esos. Alicia Bisso cuenta su historia con su antiamiga, yo cuento lo que me tocó vivir con una supuesta amiga, que finalmente no lo era.



Giova y yo nos conocimos en nuestro primer día de clases en la Universidad de Lima. Al inicio todo iba bien, todo excepto una cosa. Giova estaba disconforme con su vida, tenía una gran imaginación y creo que un complejo de inferioridad. El inicio de clases en la universidad representó para ella la gran oportunidad para inventarse una vida más interesante, más impresionante, más glamorosa. Entonces me contó la primera de las muchas mentiras que me dijo durante ese primer ciclo de clases en el que nos hicimos inseparables. Mientras yo vivía en el Centro de Lima y había egresado de un colegio particular de Breña, ella me dijo que había nacido, crecido y estudiado en Argentina, en un internado de Buenos Aires, donde ella y su hermana gemela (mentira número 2) habían pasado los últimos años.

Como yo era un poco pava (ok, lo sigo siendo) le creí y me quedé callada, pero, no tenía acento argentino. Su excusa es que había sido criada dentro del internado y convivía con su gemela (la inventada) y por eso solo se le escapaba cuando hablaba rápido, y francamente cuando según ella se le salía, sonaba recontra fingido. Yo seguía observando, escuchando y quedándome calladita. Tiempo después me enteré que el dejo argentino es súper pegajoso y basta con estar una semana en la tierra de Gardel, Fito Páez y el papa Francisco para que se te pegue. Ella, supuestamente, había llevado toda una vida en Argentina, pero era la única persona en el mundo que había logrado que el dejo no se le pegue nada, nada, nada. Ni un ché.

Pasaba el tiempo e hicimos amistad con dos chicas mas y mi mejor amigo, el Flaco. Como lo conté hace muchos años, mi amigo el Flaco se enamoró de Giova, se le mandó y duraron dos semanas en las que los desplantes, los reproches y los disfuerzos de ella sobraron. Fueron 14 días en los que yo me volví la doctora Corazón de ambos, y fue gracias a esa confianza que depositó en mi el Flaco, en que nos hicimos muy amigos y le agarré mucho cariño, el mismo que se le tiene a un hermano. Si, así de grande y cercano.

Los desaires de Giova tenían un nombre y apellido. Había un sujetillo que vivía por su casa, o trabajaba en el negocio de su familia, no recuerdo bien, que la tenía de vuelta y media. No hubiera habido problema si ella le hubiera dicho al Flaco una vez en su vida la verdad, pero no, le pareció más bonito, más divertido, más su vida made in Argentina, jugar con los sentimientos de mi amigo y empezar a portarse mal, faltar a clases para escaparse con el chico este que la alborotaba, emborracharse cada vez que tenía la oportunidad y seguir mintiendo. El Flaco y yo empezamos a andar para arriba y para abajo juntos, y los chicos del salón de cachimbos empezaron a sospechar que algo se cocinaba entre nosotros. Si pues, la legítima amistad entre hombres y mujeres es una idea que no conciben la mayoría de mortales.

Yo podía entender que los chicos del salón rumorearan y me alucinaran con el Flaco, pero jamás pensé que Giova pensara que yo le estaba serruchando el piso, un piso que ya no existía porque ella ya no estaba con mi amigo. Yo si creo en la amistad y la lealtad, por eso me dolió un montón cuando el Flaco me pasó un correo que ella le había escrito en el que le decía que ya sabía que entre él y yo había algo. Con ese algo no se refería a amistad, que era lo único que había. Lo que mas me descolocó es que me hablaba como si nada. Además de mentirosa, era hipócrita y no dejaba de hacerme sentir mal, aunque después de la tarde en que leí su correo ya no tomé en cuenta sus comentarios.


Ya no me importaba que Giova creyera que yo era inmadura porque me gustaban los dibujos animados, los colores pastel y pasear por las jugueterías. Ya no me importaba que me dijera que era aburrida porque prefería ir puntual al salón y estudiar en mis ratos libres antes de tirarme cuanta clase podía e irme al Jockey en las horas que separaban a una clase de otra. Ya no me importaba que me mintiera y me contara detalles de una vida que solo era cierta en su cabeza.

Las mentiras también fueron detectadas por una amiga del grupo, Tati, quien incluso había conocido a Giova y a su mamá, cosa que puso los nervios de punta a la mentirosilla, porque con una sola palabra de ella, su vida argentina, su ascendencia extranjera, su hermana gemela y todo lo demás se venía abajo, cual castillo de naipes. Durante el verano Tati y yo nos hicimos amiguísimas, llevamos juntas varios cursos de generales y nos seguíamos viendo en nuestros ratos libres cuando cada una entró a su facultad.

¿Qué pasó con Giova? Nos frecuentamos ese verano posterior al primer ciclo en la universidad, ya que había jalado tres cursos y se pasó enero, febrero y parte de marzo estudiando, o eso decía y sus notas desaprobadas al final del ciclo de verano nos dieron la razón a quienes pensamos que realmente no le prestaba atención a las clases. Llevó los tres cursos por tercera vez, patentó la frase "la trica es excelencia", jaló de nuevo y fue retirada de la universidad.

Tiempo después me enteré que a sus papás no les había hecho gracia el patín con el que estaba, y ella en nombre del amor dejó las comodidades de su vida familiar y se fue a vivir con él a un cuarto en Barrios Altos. A pesar de que era súper cerca de mi casa, nunca me invitó a ir, por lo cual jamás me asomé. Tiempo después, otra amiga en común que si había ido me dijo las razones. "Casi me muero cuando veo el cuartucho en el que vive, ni baño tiene, no te imaginas" fue su comentario. Luego supe que recuperó algo de lucidez, dejó al pata y se puso a estudiar Medicina en la Ricardo Palma. Fue lo último que supe de ella.

Ahora, que los años han pasado, las experiencias se han multiplicado y en definitiva ya no soy la misma chica que entró en puntas de pie a la Universidad hace muchos años, recuerdo a Giova con cierto sin sabor, pero sin dolor. Es solo una de esas malas experiencias de las que se aprende. Yo aprendí lo que es la legitima amistad, reconozco quienes son mis amigas, con las que no hay lugar a las dudas, las mentiras, ni las hipocresías. Giova fue una gran cuenta cuentos, no mi amiga.

Canción para Giova... La señorita que es materia de este post fue parte mi primer ciclo en la universidad, y recordar esa etapa me remite a las clases madrugadoras, los kilos de cosas por leer, los trabajos que nunca se terminaban, la gente bonita del salón de cachimbos y las canciones que me disfrutaba y hasta ahora me ponen, como esta




En 1998, cuando esta historia sucedió, sonó en la radio una canción que hasta la fecha me emociona y me hace sonreís, y no solo me gustaba a mi, sino a todas las chicas del salón de cachimbos que sentimos que ese primer ciclo en la universidad era un torbellino. Torn de Natalie Inbruglia es parte del sountrack de mis años universitarios 





Comentarios

  1. Hola Sandra, buscando (siempre buscando) algo descubrí este halagador post. Ahí está mi correo, escríbeme. Beso.

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    1. Alicia Bisso, no lo puedo creer!!!! Eres mi mentora, siempre lo he dicho y me honra decírtelo. Definitivamente este comentario, tu comentario, es lo mejor de este aleccionador 2020

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    2. Pensé que aparecía mi correo pero no, aquí va! aliciabisso@gmail.com

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