Lo asumo, soy yo

Yo sé que esa frase típica para terminar "no soy yo, eres tú" es una excusa, un cliché, una salida que trata de ser decorosa, y en el intento se queda porque hay algo más debajo de ese no eres tú, porque eres lindo, amoroso, detallista, amable e inteligente, soy yo que a mis 30 y muchos no sé lo que quiero, o al menos se que tú no eres a quien quiero. Es en ese momento que esta frase temible, terrible, avasalladora, no es tan falsa. Es verdad, no es él eres tú.




Digamos que él apareció justo cuando superabas una debacle emocional. Necesitabas renovar y también, por qué no una subida de autoestima, inmoderadas dosis de cariño, una compañía. En ese instante lo conoces, todo se da tan rápido como una caída libre y ¡zas! hecatombe sentimental superada en tiempo récord. Hasta que te das cuenta que esa emoción que duró tanto como una publicidad de televisión, o incluso menos, se está desvaneciendo porque aparecen uno a uno esos defectos que no toleras, o que lo pasarías por alto si de verdad estuvieras enamorada, pero este no es el caso.

Entiendes que él está poniendo todo de su parte para que lo aceptes. Eso te conmueve, porque es un buen chico, entonces aportas para que la cosa funcione, te juras a ti misma que harás todo lo humanamente posible, te empeñas y te pones tolerante. Pasa el tiempo y naca la pirinaca, hay cariño, simpatía, te cae bien, pero entre que una persona te simpatice y te enamores de ella (en este caso él) hay un mundo de diferencia. No es él, que te ha dado todo el cariño que pudo, eres tú que te aventuraste y ahora te das de bruces con tu “espontaneidad”. Eso de olvidar y superar en compañía fue mala idea. Lo asumes, el problema eres tú.

Como eres terca, te empecinas en continuar, justo en el momento en que tu voluntad decide abandonarte, porque juiciosamente ha determinado que esto es una causa perdida, que lo que no nace, no crece, que el amor no se fuerza, algo que se supone ya debías saber de paporreta. Sin una pizca de embobamiento, producto de la ilusión temprana podías, pero sin voluntad, no pues, todo se complica y ya no te mortificas en disimular tu cara de fastidio cuando se le escapa esa manía que no toleras, o tu gesto de aburrimiento cuando empieza a hablar sin parar, tratando de explicarte algo que a ti no te interesa, ni te va a interesar.




Entonces llega el momento en que debes confesar todo lo que te ronda la cabeza desde que te sinceraste contigo misma. La pregunta del millón es cómo hacerlo sin dejar muertos y heridos; cómo no herir a alguien que se ha portado súper bien contigo, pero no logró enamorarte; cómo no sentirte mal. ¿Rápido y sin dolor?, ¿enlistamiento de todos sus defectos?, ¿reproches fuera de tiempo?, ¿confesión de una infidelidad inventada? Ninguna es una buena idea y ninguna es menos dolorosa.

Hay que ponerse egoísta, lo primero eres tú, tu tranquilidad, tu paz interior y sacar eso que tienes atorado en la garganta. Esto no va y no va. No quieres seguir. No nace eso que debió aparecer y crecer espontáneamente. Tú sabes que es lo mejor para los dos, bueno, asumes que si es bueno para ti, es bueno para los dos, aunque él no piense igual.

Vas a quedar como una canalla y te vas a sentir como tal, si, es inevitable. Pero esa sensación es ínfima al lado de lo que ganas, una conciencia en paz y un corazón resguardado. Justo ahí comprendes al desgraciado que te dijo lo mismo hace un tiempo atrás, no eres tú soy yo, y puede que lo entiendas, puede que lo detestes más, o que ni siquiera lo recuerdes. La última opción es, en este momento, la más saludable.

Canción para asumir la culpa...Llegado ese momento en que entiendes que esa relación no funciona, te enfrentas a varias preguntas. La primera es si puedes tolerar un poco más para ver si las cosas mejoran y terminas por enamorarte. Justo cuando te atrae la idea, llega tu razón y te aclara el panorama. Finalmente decides que es mejor terminar y echar lo demás a la suerte



Hay canciones que se hacen insoportables por su sonsonete repetitivo, hasta que un día, o le encuentras el gusto al ritmo que en un momento te hizo renegar, o la escuchas con atención y dices, si pues, no eres tú soy yo, así que échame la culpa



Comentarios

Entradas populares de este blog

Tumba la fiesta

El retorno de la duendecita

Solteronas y solteros codiciados