Alejandro, una vez más
Alguna vez he dicho que muchas canciones de Alejandro Sanz me remiten a
momentos específicos de mi vida. Eso, sumado a lo churro que está, sin
importarme sus canas o sus kilos extra, hacen que sea uno de mis cantantes
favoritos, y que ya esté restando los minutos para verlo mañana.
- - Era
1992, o tal vez 1993, y yo me había enamorado por primera vez. Mi estómago se
retorcía, mis manos temblaban, mis pies se congelaban y mi corazón brincaba
cada vez que el chiquillo en el que me había fijado estaba cerca. Podíamos
conversar horas y de todo, menos de ese secreto inconfesable. Él me gustaba y
yo le gustaba, por eso ese primer amor, o mejor dicho ilusión en su estado más
puro y natural, cual aceite Primor, me pinta una sonrisa y se me viene a la
cabeza cuando escucho Pisando Fuerte.
Esa era la canción que escuchábamos cuando apagábamos las luces para ver la
televisión casi, casi calidad cine, y compartíamos las miradas, y porque sin
palabras, pero con gestos recontra evidentes, él me daba a entender que, siendo
solo un adolescente, y yo también, entraría en mi mente pisando fuerte. Así
fue, y no solo se metió en mi mente, sino también en mi corazón y hoy por hoy
en mis recuerdos.
- - Cuando
estaba en la universidad me tocó ser paño de lágrimas, doctora corazón y
confidente de mi mejor amigo de ese entonces. Él se había enamorado de la que
yo consideraba mi amiga. Con el correr del tiempo me di cuenta de que ella no
lo era, y que no quería nada en serio con mi mejor amigo, o sea, nada que no
fuera entretenerse hasta que le diera bola el chico que a ella le gustaba.
Esta supuesta amiga se había inventado toda una vida para encajar en ese
mundito llamado Universidad de Lima. Ahora que lo pienso, sus mentiras eran
bien infantiles, y pensar que ella decía que yo era inmadura porque me gustaban
los dibujos animados, ¡ja! Bueno, mi amigo también sabía que ella mentía, y
aunque lo admitía no lo decía en voz alta, para que su ilusión, que él llamaba
amor, no se rompiera de un sopapo. Hasta que todo le llegó, se hartó y aunque
mi pseudo amiga no lo sabe, él le dedicó Lo ves, canción que amo desde siempre
y que describía bien la historia de estos dos.
- Había
un chico que era mi amigo. Nos llevábamos bien, es inteligente y cuando se
cortaba el pelo yo lo veía guapo, o sea no guapo galán de cine, pero si bien
parecido. Él se fue a buscar un mejor porvenir a Europa y justo cuando él cruzó
el charco se le ocurrió decirme que yo le gustaba. A mi también, pero no me
daba como para entablar una relación larga distancia. Entonces entablamos algo
platónico, nos conectábamos todos los días al msn (si, algo prehistórica mi
historia), y nos contábamos nuestro día a día.
Aunque nunca nos dijimos lo que se dicen los enamorados, juro que di el
suspiro mas intenso, sincero y sentido de toda mi vida cuando cierta mañana me
despertó un mensaje suyo en el que me decía me haces falta. La emoción solo fue
comparada cuando él parafraseó una canción de Alejandro Sanz y respondió
diciendo en Madrid está lloviendo y todo sigue como siempre, solamente que no
estás y el tiempo pasa lentamente, a mi pregunta ¿cómo va todo por allá?
Instantáneamente MI soledad y yo se volvió su canción, y su cara se me viene a
la cabeza cada vez que escucho esa canción, y el beso que nos dimos cuando vino
de visita a Lima.
- Si
voy a este concierto es porque puedo cumplirme el caprichito, pero no siempre
fue así. Hace muchos, muchos años, moría por ir a ver a Alejandro Sanz y no
tenía como pagarme la entrada. Entonces, hice lo que cientos de personas hacen
con una pizca de ilusión que se resiste a morir, llamé a cuanta radio pude para
concursar por una entradita. Lastimosamente jamás gané, pero en una de esas
llamadas conocí e hice amistad con un locutor.
Nos conocimos, nos gustamos, empezamos a salir y si bien nunca fuimos
pareja oficialmente, nuestro pasatiempo favorito era besarnos. Por ese entonces
sonaba en la radio Regálame la silla donde te esperé, una canción a la que a la
primera le tuve cierto reparo y luego disfruté sin reserva. Cuando este locutor
y yo nos alejamos no podía escuchar esa canción porque me echaba a llorar, pero
hoy, ya sin odios, que nunca existieron, ni resentimientos, ni nostalgias
inútiles, porque lo que un día fue no será, me emociono cuando escucho la voz
de Alejandro Sanz pidiendo que le regalen esa silla que tiene arte y contando
que pasa por la puerta de la dueña de la silla todos los días.
Por lo contado aquí, por los recuerdos, por lo mucho que me gusta mi
Alejandro Sanz, porque estoy convencida de que un concierto es una inversión y
porque necesito viajar a un universo paralelo por un par de horas para
olvidarme del estrés laboral, es que mañana estaré ahí, frente a Alejandro
Sanz, convencida de que la voy a pasar bien. Qué gran noche me espera.
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