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Mostrando entradas de 2019

Y se rompió la mala racha

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Muchos están restando los minutos para que se acabe el 2019, quieren que se vaya y ya, y los entiendo, porque yo estuve así en el 2017, más o menos así en el 2018, pero este año ha sido radicalmente diferente y yo quiero estirar estas horitas que le quedan al 2019 y convencerme de que el 2020 también será un año de buena racha. Antes de que revienten los fuegos artificiales y me atragante las uvas quiero recapitular lo vivido este año. Recuerdo que en julio estaba conversando con mi Institución adorada. Ese día había tenido una entrevista de trabajo, la había aprobado y al día siguiente tenía otra, el puesto me encantaba, redactora, lo que había perseguido, pero de costadito, durante todo el tiempo en que busqué chamba. Le dije convencida y entre risas a mi Institución, si aprueba esta entrevista y consigo ese puesto, este 2019 será el mejor año de mi vida. En menos de 24 horas estaba embarcada en eso, en los mejores días vividos en los últimos dos años. Estaba feliz, y sigo f

El retorno de la duendecita

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Yo siempre me distinguí por mi amor incondicional a la navidad, hasta hace dos años en que llegué a diciembre quebrada, lo que me impidió hacer mi actividad favorita de diciembre, comprar regalos para todos. La pauta se repitió el año pasado. Por suerte, hoy, en diciembre de este gran año llamado 2019, la cosa ha cambiado radicalmente. En una, desapareció el Grinch que se adueñaba de mi ser y regresó a mi la duendecita mágica, la guaripolera number one de Papá Noel, la niña interior que hace que esta treintona ame la navidad. Ya se lo que van a decir y /o pensar, que soy consumista y doy un pésimo ejemplo porque la Navidad no se trata de dar y recibir regalos, sino de celebrar el nacimiento de Jesús, pasar tiempo en familia, compartir con quienes menos tienen, y así un largo etcétera. Bueno, diré en mi defensa de que una de mis actividades casi obligatoria del 24 de diciembre es ir a la Misa de Gallo, a manera de saludar al cumpleañero, lo que más disfruto de esa fecha es reun

Mientras duró

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Es inevitable que las miradas se posen sobre ellos y que murmuren quienes saben lo que pasó, que son más de los que ellos creen. Les lanzan indirectas bien directas, algunas les hacen gracia, una de ellas propició un abrazo y en medio del ataque de risa ella le dijo no negaré que fue bueno mientras duró. Él asintió Fue la primera ilusión de ella. Lo adoraba, lo pensaba, pedía por él en sus oraciones de cada noche. Y ella fue la primera chica en la que él posó sus ojos. Se alegraba al tenerla cerca, la miraba, la escuchaba, la hacía reír. Esa correspondencia hizo de su historia, la primera, un relato tierno, dulce, pero totalmente platónico, por eso mismo perfecto. Por todos los sentimiento que nacieron en el interior de ambos por primera vez, por los bonitos recuerdos que quedaron, por las canciones que hasta la fecha les arrancan una sonrisa y un suspiro, lo suyo fue bueno mientras duró. El primer beso tardó, pero llegó y no pudo ser mejor. Coincidieron de manera casual, ba

Voy a quererte con razón

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Cuando tenía unos 22 años, cansada de tanto patán inestable, me planté y dije, el amor, mientras más racional, mejor. Si siguen esta bitácora desde sus inicios, ya saben lo que pasó, entré a una no relación demasiado espontánea para mis gustos, con una persona más espontánea todavía, en la que hubo mucho de locura y nada de seso. Muchos años después, vuelvo a lo mismo y busco argumentos para afirmar que el amor debe ser racional. ¿Por qué querer con razón? Porque el corazón es loco, aventado, impetuoso y cuando alguien lo acelera, lo revolotea, lo inquieta, se agita sin pensar, sin pedir permiso, sin medida. Y eso es bonito, por supuesto que si. Lo que no es bonito es cuando este embobamiento no es recíproco, o es insano, y ese corazón que empezó a latir fuerte es abollado, maltratado, hecho puré. Si nos hubiésemos detenido un segundo para conocer un poco más a esa persona, para reconocer que nadie es tan perfecto, para hacerle caso a nuestra intuición que nunca se equivoca, h

Ahora

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Edna Mode, de Los Increíbles, decía que no pensaba en el pasado, porque la distraía del presente y no le faltaba razón. Pensar en el pasado no nos permite disfrutar el presente, y tratar de pronosticar el futuro, o angustiarnos por él también. ¿No es mejor vivir el ahora y al diablo lo demás? Todo lo malo pasa. Las malas rachas en algún momento se terminan. Los buenos momentos, las vacas gordas, la felicidad tampoco es eterna. Los instantes no se pueden encerrar, por más que a veces quisiéramos. Entonces, es mejor aprender y apechar si las cosas no funcionan como deberían de ser, o disfrutar al máximo si todo va bien. Vivir el ahora, y al diablo lo demás. Las máquinas del tiempo no existen, ni existirán, y gracias a Dios que es así, porque hay gente buena en el mundo, pero también algunos desquiciados extremistas que quieren imponerse a cualquier precio. Pensar en el mejor hubiera eternamente, nos lleva a la amargura, a la desazón y a la decepción permanente. El arrepent

Seduce

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El año pasado, en la FIL 2018, tuve la oportunidad de hacerme de varios libros. Un de ellos, "L de leucemia" más que conmoverme, me inspiró porque no solo narra las experiencias de una mujer joven que fue diagnosticada con leucemia, era, tal como su subtítulo lo prometía, una guía para seducir a la vida, aunque nos de la espalda. Piensa que todo pasa. Los malos momentos, y los buenos también. Si las cosas van mal, respira y repite todos los días que no hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que resista 50 si quiera. También ten presente que los peores momentos, decisiones, errores, dejan las mejores historias, pasajes, lecciones. Reta a todos, y a ti misma todos los días. Cepilla tu cabello, doma esa mecha terca, peínate y seduce a la vida, aunque te de la espalda. Algunos días parecen un solo de errores. Tomaste la línea equivocada, derramaste tu café, tu jefe está de malas y le pone peros a todo lo que haces, opinas o piensas. Crees que te levantaste con el pie i

Y no pasa nada

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Pasaron muchos años, tantos que ya había perdido la cuenta y hasta me había hecho a la idea de que nunca nos volveríamos a ver, y era mejor así. Sin embargo, cuando menos lo pensé pasó, nos volvimos a ver y eso sirvió para comprobar y decir muy orgullosa y con la frente en alto que ya no pasa nada. Hace tiempo dije que entre él y yo, el nosotros solo se conjugaba en tiempo pasado, que ya era asunto cerrado, enterrado y olvidado, y también que prefería no verlo. Cuando mencionaba eso, se me venía el carga montón, que si decía eso era porque no lo había superado, que aún me movía el piso, que seguía esperando que pasara algo entre nosotros y un largo etcétera, al que decidí prestar oídos sordos. El coincidir con él no me atormentaba. Veía sus fotos y no sentía ese aguijón que me hincaba con insistencia en medio del estómago cuando recién me enteré que otra lo alborotaba y lo encandilaba tanto o más que yo en un principio. Escuchaba sus guiños coquetos y si bien me sonrojaban

Me gustas

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La pinta es lo de menos. Esa es una frase que todos decimos alegremente, pero de la boca para afuera, siendo todos homo videns, confesamos que todo entra por los ojos y buscamos al chico churro, de sonrisa de revista, ojos bonitos, cara linda y cuerpo perfecto, dejando en segundo plano virtudes como empeño, inteligencia o sentido del humor. Yo siempre he puesto por delante eso, creyendo firmemente en que una buena pinta me durará con mucha suerte 20 años. Por eso mismo, hace mucho que no puedo decir que un chico, por su sola pinta, me gusta. Hasta hace un mes, aproximadamente. La historia es como sigue: Chica entra de curiosa, y con ganas de conocer gente a una aplicación del Facebook, el reino de la imagen. Un chico le confiesa abiertamente que le gusta, ella le envía un like, empiezan a conversar por Facebook, Whatsapp, teléfono, y deciden, a las pocas semanas, conocerse, en persona y a todo color. El chico era en efecto muy guapo, y Chica está embobada, y cae en cuenta que

Esa consecuencia llamada infidelidad

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Contrariamente a lo que más de una persona me ha dicho, yo opino que la infidelidad es una consecuencia. No es algo genético, ni una imposición cultural, ni la respuesta inconsciente a un impulso, mucho menos una causa. La infidelidad encuentra su respuesta y razón de ser en eso que no anda bien y por miedo, por descuido, o porque si, no nos atrevemos a mirar, mucho menos a enfrentar.  Por donde se le mire la infidelidad es la respuesta a una carencia de paciencia, de entusiasmo, de comprensión, de amor, o a un exceso de celos, de desconfianza, de machismo, de libertad. Como lo mencioné al inicio de este post, no aparece espontáneamente, sino que algo lo genera. El adulterio es un acto de deslealtad y una tremenda falta de respeto comparable, desde mi perspectiva, con una agresión emocional.  Dicen que ojos que no ven, corazón que no siente, pero la infidelidad se presiente, se huele, se percibe, además nunca debemos de perder de vista que nosotras tenemos a la infalible

Cerca al malecón

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Lima no es una ciudad tan grande como parece, por eso en algún momento iba a suceder, en algún momento Él y Ella se volverían a encontrar. No sabían cuando, ni donde, ni cómo, no se atormentaban con la idea, pero iba a pasar. Y pasó. Si bien después de que su larga no relación hizo crack ambos no se volvieron a ver, uno estaba al tanto de la vida del otro. Imposible no estarlo en la era de las redes, a veces ella pecaba de masoquista, otras él de curioso. Se sabían bien y con eso bastaba. No rebuscaban, no querían detalles, no los necesitaban, y tampoco se pisaban las sombras, ni se perseguían, y eso los tenía aliviados. Un poco más a ella que a él. Ambos habían reconstruido sus vidas, eran nuevas y mejoradas versiones de ellos mismos, 10 años no habían pasado por las puras. Cierta tarde él había salido a correr, como solía hacerlo todos los fines de semana por la tarde. Corrió a  toda prisa hasta llegar al malecón. Se detuvo frente al mar, lo observó maravillado, el mar s

Amor y alcohol

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Por lo menos una vez hemos hablado de las mentiras universales, de eso que nos dicen  los patas que tienen ganas de una sola cosa y nosotras no se la queremos dar. Al menos no tan fácil. Pero, como es mejor escuchar lo que queremos oír, hacernos las de la memoria selectiva, usar la ignorancia deliberada, o todas las anteriores juntas, creo que es necesario repasar una excusa tan vieja como la tierra. Eso de que solo los niños y los borrachos dicen la verdad, no es tan cierto. Presta atención. Digamos que un chico te gusta un montón, y te da la impresión que tú también le gustas porque el otro día te quedó mirando. Una noche él, tras haber ingerido inmoderadas dosis de alcohol, se te acerca, te coquetea y te da un beso que te deja perpleja y sin aire. Tan bien te sentiste que siguen besándose, y entre arrumaco y arrumaco, él te dice que eres linda, que le encantas, que se muere por ti, y un extenso bla, bla, bla, tan falso como delantera de vedette. Como tú estás cegada por la

Una cuestión de confianza

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Ya sabemos lo que está pasando. Los congresistas, sobre todo los naranjas y sus amiguitos, los de la estrella, no hacen nada, para variar, al Presidente y a su Premier esta situación ya les llegó y no han visto mas solución que, amparados en la Constitución, acorralar a los vagos. O se ponen a trabajar y, de paso, dejan trabajar al resto, o todo se va al demonio, chau ministros, chau congresistas, quienes le dirán chau a su jugoso e injustificado sueldo. Dejando de lado la política, qué tan importante es la confianza en una relación cualquiera. Cuando estaba en quinto de secundaria, en un retiro hicimos una dinámica, debíamos dejarnos caer de espaldas, con una amiga detrás de nosotros, la cual tenía que sostenernos y no dejar que nos descerebráramos. Como la mayoría de mis compañeras de promoción, no pude dejarme ir, algo me detenía. Algo que nos dijeron era desconfianza, lo cual para mi, en ese entonces, era improbable, yo confiaba a ciegas en mis amigas del colegio. Claro, t

Tantas cosas que contarte

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Quiero contarte muchas cosas. Tal vez las sabes, total, la tecnología nos permite hablar de cuando en cuando, pero para mi una cosa es escribirte o enviarte mensajes de voz y otra, muy distinta, decirte las cosas frente a frente, aunque cuando eso pasa no te narro todo, me corto, me mido. Tú haces lo mismo, hasta que de pronto rompes un silencio con una confesión y la cierras y sellas con un beso que me sorprende, me sonroja y me hace sonreír. Quiero contarte que mi nuevo trabajo me reta, y algunos días me estresa, sobre todo cuando se me juntan varias cosas, pero eso me gusta, como que rompe la inercia y hace que el tiempo pase volando, antes de que me de cuenta ya terminó el día y vuelvo a casa. Estoy aprendiendo, estoy creciendo, me siento a gusto, vengo a trabajar de buen humor, aunque mi jefe me estresa, pero jefe que no te pone los pelos de punta, no es jefe pues, por más buena onda que sea. La casa donde funciona la oficina es grande y linda, tiene algo que me dejó embo