Y no pasa nada

Pasaron muchos años, tantos que ya había perdido la cuenta y hasta me había hecho a la idea de que nunca nos volveríamos a ver, y era mejor así. Sin embargo, cuando menos lo pensé pasó, nos volvimos a ver y eso sirvió para comprobar y decir muy orgullosa y con la frente en alto que ya no pasa nada.


Hace tiempo dije que entre él y yo, el nosotros solo se conjugaba en tiempo pasado, que ya era asunto cerrado, enterrado y olvidado, y también que prefería no verlo. Cuando mencionaba eso, se me venía el carga montón, que si decía eso era porque no lo había superado, que aún me movía el piso, que seguía esperando que pasara algo entre nosotros y un largo etcétera, al que decidí prestar oídos sordos.

El coincidir con él no me atormentaba. Veía sus fotos y no sentía ese aguijón que me hincaba con insistencia en medio del estómago cuando recién me enteré que otra lo alborotaba y lo encandilaba tanto o más que yo en un principio. Escuchaba sus guiños coquetos y si bien me sonrojaban y me causaban risa, ya no me conmovían, como sucedía hace mucho.

Me convencí de que no sentía nada,cuando me refería a él sin sentir ni pena, ni rabia, ni tristeza, solo una pizca tacaña de nostalgia, porque él fue parte de una época bonita de mi vida, y eso no va a cambiar, y gracias a Dios que es así. Sonreía por el contexto y por lo mucho que me enamoré y la manera en que lo hice. Me descubrí intensa, irracional, y masoquista también, cuando todo terminó y yo no hacia más que recordarlo.

En el fondo sabía que comprobaría todo lo que proclamaba solo el día en que lo tuviera en frente, si es que ese día llega, pensaba en silencio. Y ese día finalmente llegó. Yo no tenía mayores expectativas, eso impidió que me temblaran las piernas, balbuceará o disparara sin pensar alguna tontería.


El hecho de que no estuviéramos solos jugó a mi favor, ya que no se me cruzó ni de broma alguna idea insensata, estaba tranquila, relajada, risueña, y creó que lo proyecté. Al vernos nos abrazamos fuerte, como se abraza a una persona a la que dejaste de ver mucho tiempo, un poco porque las cosas se dieron así, otro tanto porque fue lo mejor. Comprobadísimo de que, en efecto, fue bueno.

Conversamos poco, reímos mucho, conocí personas que estaban a su alrededor, que habían oído hablar de mi y que quería ver en vivo y en directo, y viceversa, creo. La curiosidad estaba matando a varios gatos y a la gata que escribe estas líneas. Se mostró amable, siempre lo fue conmigo, y a mi la sonrisa no me la borraba nadie, porque sabía que estaba superando ese último reto. Mirarlo a los ojos sin titubeos, sabiendo que aunque hay admiración y cariño, ya no hay ni sospecha de esa ilusión que me hacía verlo embobada.

El tiempo pasó volando, y yo resuelta, con la misma tranquilidad con la que llegué me fui. Nos despedimos con otro abrazo, igual de fuerte que el que me dio al verme cruzar el umbral de la puerta hacía un par de horas atrás, con la secreta esperanza de que no pasará tanto tiempo para volvernos a ver. O de repente si. No lo sé, y no me voy a empecinar en pensar eso cada día y a cada minuto.

Hoy solo puedo asegurar que el tiempo hizo muy bien su trabajo, y que si antes me llegaba que me dijeran que no lo había superado, ahora me llega más todavía porque yo se que no pasa nada, y esa es la única certeza a la que le haré caso.

Canción para reencuentros que se habían descartado... Cuando este señorito que reapareció y yo dijimos hasta chau me quedé con algunas cosas que decir. Pasó tanto tiempo que se me ha olvidado todo lo que tenía por decirle, y no vale la pena recordarlo. Aunque quisiera que me contestara una sola cosa ¿acaso fui yo su peor error?



Tan bueno fue este reencuentro que hasta banda sonora de estreno tuvo. Una canción que lo afanó un montón, y que los dos escuchábamos por primera vez. No es mucho mi estilo, pero me gustó. Total, uno de mis propósitos para este año era aventurarme a cosas nuevas

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tumba la fiesta

Solteronas y solteros codiciados

Lo que callan los hombres