Se pudo evitar

Si no somos todos, las tres cuartas partes de peruanos estamos conmovidos con el trágico fin de Jimena Avellaneda, una niña de 11 años, que fue violada e incinerada por un maldito enfermo que ya tenía dos denuncias por violación. El resultado es una familia incompleta y una sociedad más iracunda de lo que ya andaba y, de paso, aterrada. ¿Se pudo evitar?


Se pudo evitar, si tan solo tuviéramos un Poder Judicial con funcionarios que conozcan su labor y la cumplan. Que atiendan cada denuncia que llega con la seriedad y celeridad que requieren los casos. Que haga sentir segura a la víctima, si es que sobrevive, o que le de el consuelo a la familia de que ese crimen, esa pérdida que lloran no quedará impune. Que tenga como objetivo cumplir con la ley y no engordarse el bolsillo, aplicando una sola norma, tú me das plata, yo borro tu crimen. Nuestro asqueroso Poder Judicial espera asesinatos escabrosos para hacer algo de bulla, inmolarse frente a cámaras, y después olvidarse del asunto hasta la próxima atrocidad. Da rabia, y también miedo.

Se pudo evitar si los congresistas se pusieran a trabajar y le dieran luz verde a la cadena perpetua en casos de violación y nada de contemplaciones o beneficios penitenciarios. Sabemos que la pena de muerte es improbable, Perú apuesta por la vida, así esta apeste; la castración sería desde mi óptica la mejor solución, pero es improbable en un país como el nuestro, porque no sale a cuenta. Entonces el castigo que queda es la cárcel de por vida, y para que eso se aplique necesitamos leyes claras. Si los congresistas se olvidaran un solo día de sus intereses particulares y se dedicaran a trabajar con la misma pasión con la que quisieron vacar al Presidente y proponer leyes que nos quiten el título de país de violadores la historia sería otra. Pero eso se verá el día que los chanchos vuelen, que los sapos bailen flamenco, o que la hija de un congresista sea violada y asesinada, lo que ocurra primero.

Se pudo evitar si los policías y los mismos ciudadanos conociéramos la ley Brunito. Esa ley cuenta que cuando un niño desaparece, no se deben esperar 24 horas para denunciar y empezar a buscarlo, no señores, se toman acciones inmediatas, con las comisarías de todo el Perú, incluidas fronteras y aeropuertos, con el serenazgo de la zona y hasta con la Marina de Guerra. Se denuncia la desaparición de un menor, y al minuto siguiente todos se deben estar movilizando. Pero no, la ley Brunito es letra muerta, nadie la conoce, nadie sabe como se aplica. Y mientras pasa el tiempo que se debe esperar, y los policías leen la sección de deportes del periódico, los padres del menor se desesperan más, no saben qué hacer, cómo actuar, a dónde acudir. ¿El policía es tu amigo? No, ese slogan ya pasó de moda hace tiempo.


Se pudo evitar si los padres de familia entendieran que ellos son los primeros educadores. Por eso mismo, deben hablar con sus hijos de todo y sin miedo, ni medias verdades, y enseñarles que nadie tiene por qué tocarlos, que el miedo no los debe callar, que estás ahí para ellos, para cuidarlos, protegerlos y defenderlos. Hemos vuelto a los ochentas y no sabemos si nuestros hijos volverán vivos y de una sola pieza a la casa. La semana pasada fue Jimena la que murió, mañana puede ser nuestra hija, sobrina, hermana, hijita de la vecina, o nosotras mismas, mujeres hechas y derecha que hace rato cruzamos la pista solas. Y si bien todas estamos en riesgo, es deber de los padres velar por las más pequeñas, porque son las más vulnerables y las que más riesgo corren.

Se pudo evitar si se hiciera algo por mejorar la salud mental en el Perú. Nadie en pleno uso de sus facultades puede si quiera pensar en violar a una niña y luego prenderle fuego, aunque me encantaría hacerle lo mismo a ese maldito violador y a varios impresentables más, por lo tanto un violador está enfermo, no razona, tiene un problema de salud mental que debe ser atendido, para que al menos  sepa lidiar con sus demonios internos desde prisión, y para conocer las características de un violador en potencia, identificarlo y mantener a los chicos y a nosotros mismos a salvo. Todos dicen que la salud mental está en emergencia, y nadie mueve un dedo.


Se pudo evitar, por lo tanto no debería volver a suceder, pero estando las cosas como están, lo más probable es que antes de que nos demos cuenta volvamos a pasar por lo mismo, se vuelva a hablar de lo imposible que es la pena de muerte, nos horroricemos, lamentemos, conmovamos, hasta que nos olvidemos y otro caso nos devuelva a la misma realidad, y así, infinitas veces. ¿Qué hacer? Prevenir a nuestros hijos, hermanos, sobrinos, ahijados, amiguitos, y estar alertas, atentos y dispuestos a resolver cada una de sus preguntas con la mayor franqueza posible.

Que la muerte de Jimena, más allá de conmocionarnos y causarnos pena y/o rabia, nos abra los ojos y nos permita ver la real dimensión del problema de la violencia sexual hacia los menores, para prevenirlo desde nuestro lugar, y llamar la atención de todos los poderes del estado para que entiendan que nos preocupa, que no nos vamos a olvidar y obligarlos a que, por fin, hagan algo, con un debate alturado, sensato, libre de poses, intereses e idoelogías endebles y baratas.

Descansa en paz Jimena. Como dicen los memes que hoy abundan, te juramos seguir en la revolución y no parar hasta que se haga justicia. #TodosSomosJimena #JusticiaParaJimena

Canción para recordar a Jimena... Esta pequeña de 11 años no merecía que le corten la vida de una manera tan salvaje, pero ya está en un lugar mejor, lleno de luz, de colores, cerca al sol




Comentarios

Entradas populares de este blog

Tumba la fiesta

El retorno de la duendecita

Solteronas y solteros codiciados