La niña buena

A ver Papá Noel, las cosas claras. Mala nunca he sido. O sea, a veces reniego, hago pataletas, le pongo cara de fuchi a la comida, me molesto con medio mundo, le digo a los serenos, cobradores de combi y faltosos hasta de lo que se van a morir, pero mala, mala no soy. Creo que en líneas generales eres bueno conmigo, o sea, una con otra, pero tu generosidad puede ser mayor. No digas que no, porque yo se que si puedes.



Desde que aprendí a escribir, cerca a navidad hacía dos cosas. La primera era inspeccionar todas las jugeterías posibles y tras una complicada elección, escribir mi carta a Papá Noel, pidiendo que cumpla todos mis sueños, los cuales se resumían a las 10 items descritos en la misiva. Debo confesar que Papá Noel siempre fue generoso conmigo y esos sueños, que se traducían en juguetes, me esperaban cada 24 de diciembre al pie del árbol. Sin embargo, nunca recibí esa casa de la Barbie que tantas veces pedí. Creo que por ese entonces no era tan fácil conseguirla, al menos la original no. Ahora hay de todos los precios y para todos los gustos: casas de ciudad, de campo y de playa. Si pues, el mundo rosa de Baribie evoluciona a pasos exponenciales, y convence a las niñas de que todo es posible. 

Después de enviar mi carta a Papá Noel, me preguntaba si estaba en la lista de niñas buenas, y cuales eran los requisitos para ser incluida en esa lista. Mis papás ponían como primer requisito, ineludible, sacar buenas notas, o sea, un 20 en Matemática equivalía a ser niña buena. Y no tuve problema con eso hasta quinto grado cuando me tocó una profesora loca que ocasionó un trauma generalizado con las matemáticas, y no solo a mi, a varias de mis compañeras de carpeta. Ahí comprendí que ser buena no era fácil.

Se supone que una niña buena era amada por todos, precisamente por ser buena, y no cabían sentimientos malos en su noble y tierno corazón. Menudo problema, yo sentía que esa profesora loca me odiaba, y hasta la fecha creo que era así, y mi odio por los números y por ella crecía según pasaban los meses. El suplicio duró dos años. Al llegar a secundaria tenía una profesora linda, que me hizo perderle el miedo a los números, y todo bien hasta tercero, que cambiaron a esta amorosa profe por una pacharaca loca, y volvieron los problemas, pero ese es otro tema.

Volviendo al punto inicial, ¿qué implica ser niña buena, al margen de las buenas notas?


Una niña buena debe ser educada. Siempre decir buenos días, buenas noches, por favor y gracias. Nunca levantar la voz, ni dejar a alguien con la palabra en la boca. No interrumpir la conversación de los adultos, no contestar, ni entercarse en ideas opuestas a las que otra persona dice. O sea, una niña buena no tiene no voz, ni voto. Punto en contra para mi, porque aunque siempre pido por favor y doy las gracias, si algo no me parece, no me parece y digo mis razones una por una, aunque me tilden de progre, feminazi o malcriada. La libertad de expresión es un derecho legítimo y yo lo ejerzo, le pese a quien el pese.

Una niña buena debe comer todo y sin chistar, agradeciendo siempre. Nunca ponerle cara de fuchi a la comida. Pucha, así si me la ponen difícil, engreída como soy, la comida y yo tenemos problemas severos. Hay una larga lista de cosas que no como así me paguen, entre ellos todo lo que venga del mar. Nada de ceviche, ni parihuela, ni arroz con mariscos. A lo mucho jalea, pero si estoy de ánimos y no hay otra alternativa. 

Una niña buena es amorosa, saluda, siempre sonríe y acoge con calidez a quien la visita. Ya, eso es más dable, porque no es que sea el amor andante, pero si soy cariñosa con la gente que quiero. Ojo, esas personas selectas que están en mi lista de gente querida, no me gusta ser hipócrita y si alguien no me cae, ya no me molesta en demostrar lo contrario, nade de sonrisitas impostadas, ni disfuerzos. No me caes y no me caes, no eres bienvenido en mi casa, en mi círculo,en mi mundo, no lo eres. Se supone que las niñas buenas también dicen la verdad ¿no? Coherencia ante todo.



¿Y que de las niñas que creemos en temas como la igualdad de condiciones sociales, raza, género u orientación sexual?, ¿qué de las niñas que trabajamos por salir adelante?, ¿qué de las niñas que protestamos porque no soportamos las injusticias que vemos a diario?, ¿qué de las niñas que nos ponemos bravas porque a nosotras ningún palomilla de ventana nos va a faltar el respeto?, ¿qué de las niñas que hartas de tanta violencia nos armamos de valor para escapar de ese escenario?, ¿qué de las niñas que ya conocemos nuestros derechos y los hacemos valer? Esas niñas no son revolucionarias, son buena, Y son valientes, son decididas, son respetuosas consigo mismas y con su entorno. Más que buenas, son niñas, chicas, mujeres que valen la pena.

Eso es más importante que seguir un manual de conducta. Así que Papá Noel, vamos a cambiar la pauta, adviértele a tus duendes los cambios en la manera de ver el mundo. La niñas buenas saben saludar, agradecer, brindar cariño, pero también saben cuidarse, porque de esa manera, cuando crezcan y ya nadie las cuide, puedan protegerse a si mismas, y regir las reglas de su propio mundo, decidiendo ser o no mujeres que valen la pena.

Canción para las niñas buenas... y bellas. Esta canción es local, y de seguro que más de uno la recuerda con cariño, porque después de todo quien no tiene gratas impresiones de Pedro Suárez Vértiz y sus canciones para las niñas bellas

  

Siguiendo con el conteo de esas canciones que aparecieron y/o les empecé a hacer caso en este año que se nos va, les dejo esta canción de Melissa D'Angelo y tituló un post publicado algunos meses atrás en el que contaba lo que podía suceder un día de esos, en los que la vida me podía sorprender, o me podía poner a prueba








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