En la víspera

La semana pasada hablábamos de esas ocasiones en las que no podemos esperar. Y si bien hay eventos, tipo conciertos, citas o encuentros que queremos que lleguen ya ya, hay otros que me divierten más en la víspera. Por ejemplo mi cumpleaños, que es mañana y que espero con toda la calma que amerita.


No es porque me resista a apagar una velita más y me empiecen a fastidiar las bromas que involucren la edad. Tampoco es porque sea antisistema, pueden que hayan muchas fechas que pasen desapercibidas en mi calendario personal, pero el 19 de mayo no, ese día está marcado, resaltado y adornadito con stickers en mi agenda. Puede ser la expectativa, que muere cuando llega el momento, y a mi me gusta estar así, expectante, esperando cosas que tal vez no lleguen, es más, que no van a llegar, pero mientras no sea el momento se puede guardar una pizca de esperanza, refundida y disfrazada de incredulidad. Digo que no, para creérmela, pero en el fondo y a solas con mi conciencia creo que si, pero lo confieso en voz bien bajita, para que nadie más lo escuche.

Cumplo 35 y lo digo con la frente en alto, porque en realidad son 18 y 17 de experiencia, experiencias que se convierten en recuerdos gratos, o en unos que prefiero no traer a mi mente, pero dejan lecciones. Si pues, para aprender a levantarse hay que caerse, un montón de veces, con los dolores, moretones y rasguños que supone darse de cara contra el pavimento. Y como yo soy medio escéptica experimento con cosas que se de antemano que nunca van a cambiar. Por ejemplo, la leyenda del sapo que se convierte en el hombre perfecto.

Es que es fácil decir que el hombre a medida no existe, pero de ahí a creérselo o confesarlo sin una pizca de ironía, hay una diferencia bien grande. Creo que en estos últimos 12 meses lo terminé de entender, pero para eso tuve que atravesar todo un proceso. Primero darle bola a un pata que nada que ver con lo que espero, hay que romper la pauta decía, luego adaptarme a su manera de ser, dejarme de niñerías  y relajarme un poco, porque él se estresa sobrado por los dos, un toque de madurez pensaba. Y todo para qué, para confirmar por enésima vez mi teoría de que a los hombres les gusta el maltrato, pon una pared entre ambos, olvídate del entusiasmo cuando te propone algún plan, se fría como el viento, peligrosa como el mar y lo vas a tener atrás, buscándote, tratando de hablar contigo, enviándote saludos por el día de la amistad, a pesar de que tú sabes que esa fecha lo emociona tanto como un dolor de muelas.

En realidad la cosa es más sencilla de lo que parece. A los 35 busco estabilidad, así de fácil, aunque no es tan sencillo conseguir ese equilibrio. En el camino hay que saber renunciar, volver a ubicar el norte, andar a tientas a veces, es todo un trance, es madurar, o sea, encontrar nuestro lugar en este mundo loco y convulsionado. ¿Ven? No es fácil, pero vale la pena, porque tener esa sensación de tener todo bajo control, de que nada nos va a arrastrar y de que si algo sucede lo vamos a saber manejar, es de por más satisfactoria. Es eso que canta TK, lograr la sensación de ya no poder más.


Conseguir equilibrio y madurar también equivale a abrirse a otros argumentos, aprender a interpretar los grises, darle la bienvenida a otras respuestas, no para asumirlas como verdaderas, simplemente para hacer posible la convivencia y la tolerancia. Mantengo mis ideas, pero no me voy a mechar con alguien que piensa exactamente lo contrario, no comparto, no voy a cambiar de opinión, pero respeto y me muerdo la lengua para evitar herir susceptibilidades ajenas. O sea, rechazar poses de adolescente desmelenado y rebelde. Si quieres entender las cosas con claridad y que te traten como adulto, compórtate como uno, y hazte respetar.

Respetarse es quererse, algo que nadie más puede hacer por nosotros. No, no voy a repetir ese cliché de que si tú no te quieres, nadie más te va a querer, aunque es cierto. A dónde quiero llegar es que ese quererse, es también cuidarse, y no es que de eso no se pueda hacer cargo nadie más. Podemos contra con una persona cuidando nuestras espaldas y otra al lado, arriesgándose con nosotros, pero mientras no aparezca, o tengamos más incógnitas que certezas sobre es alguien es mejor protegernos.

A esta conclusión, media de filósofa ambulante llegué hace poco, viendo una telenovela peruana, que además de tener una historia muy bien contada y argumentos que me parecen geniales, encierra varias situaciones paralelas que a cualquiera le pueden pasar, y tomando en cuenta que recrea los 80's, vemos que eso de amigos cariñosos, no relaciones, situaciones a destiempo y demás, es algo de larga data, sólo que ahora se cuenta sin miedo, con desfachatez, voz en cuello, y hasta en el horario estelar de los sábados.  

Si estoy al lado de una persona, no la quiero sentir prestada, no quiero sentir que un día me quiere y presentir que al siguiente no va a saber, no quiero clandestinidad, a la ambigüedad le digo no, y me planto, que mi terquedad me sirva para eso, para saber qué busco e ir sin volteretas a eso, aunque cueste, aunque duela, porque vale la pena, o eso espero y lo digo en voz alta. No quiero menos de eso, equilibrio, difícil, más no imposible.

Y con esta reflexión, tan enredada como rayuela le digo hasta chau a los 34 y espero, ahora si, con algo de ansiedad y mucha expectativa los 35. Imagino que habrán sorpresas, espero que bonitas, que sea un gran día y una nueva etapa. Un cuaderno en blanco para escribirlo a mi manera, bajo mis reglas, como a mi se me antoje y con quien me provoque, así de arrebatado. Bienvenidos 35

Canción para decir happy birthday to me... Otra cosa que me gusta de la novela a la que hago mención, es su banda sonora, 100 por ciento local. Y allí encontré esta canción que entró sin vueltas a mi top de nacionales favoritas



Y para celebralo, así sea a solas, otra canción con la que le di la bienvenida a los 34, y me di el gusto de escucharla en vivo, y utilizarla de soundtrack de varias historias y noches de juerga. El amor es bailar



  

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