Amigos, simplemente amigos y nada más

Mi círculo de amistades es conformado en su mayoría por mujeres. Entendible, habiendo estudiado en colegio no mixto, siempre se me hacía más fácil relacionarme con mi género. Sin embargo, también tengo amigos del sexo opuesto y soy una convencida de que la amistad sensata, transparente y legítima entre hombres y mujeres si existe. Aquí mi experiencia. 


Era el año 1998, Titanic rompía records de taquilla, en la radio sonaba "Torn" de Natalie Imbruglia (¿alguien recuerda la publicidad radial de La Inolvidable?) y en ese escenario yo ingresé a la universidad. Se me hizo fácil conformar un pequeño grupo de amigas y en ese círculo muy pequeñito hizo su aparición el Flaco. En puntas de pie se instaló, y no se incomodó al estar rodeado de puras chicas. No tenía aires de galán, ni se sentía un ganadorazo, era perfil bajo, pero un profesor lo hizo popular.
 
Este profe, enseñaba Cultura Política y, además, era nuestro asesor de grupo, algo así como un tutor. Su trato cordial y su facilidad para poner chapas hizo que se ganara la confianza y la estima de todo el grupo, empezando por el Flaco que le confesó en la primera semana de clases que a él le gustaba mi amiga G. Si bien el profe jamás lo contó voz en cuello, las indirectas en su clase eran recontra evidentes. Yo, con mi maravilloso sentido de la intuición me las olía.

Por eso no me sorprendió que después del último parcial, habiéndome ganado la confianza del Flaco, él me lo contara. Mi amiguísima, la señorita G le quitaba el sueño y no sabía si decirle, mandarse o quedarse callado. Yo le dije que tome las cosas con calma, ya que por ese entonces G estaba en coqueteos con un chico de su barrio, un pata que dicho sea de paso la hacía faltar a clases, mentirle a sus papás (¿se acuerdan de ese post sobre los novios de mis amigas? Pues bien, él no hacía méritos para caerme en gracia). Sin embargo el Flaco le hizo caso a su revoloteado corazón y se le mandó a señorita G. Después de parciales ellos eran la parejita de la que hablaba todo el salón.


La magia, el amor romántico y bien concebido, la comprensión y el respeto, que en realidad era poco, ya que ella lo trataba como una zapatilla vieja (señorita G era mi amiga, pero no me voy a hacer la de la vista gorda, las cosas como son) duró dos semanas. Si, como lo leen, dos semanas, 14 días, de pronto todo se derrumbó y yo, como amiga de ambos, era el pañuelo de lágrimas de los dos. Escuchaba las dos historias y la verdad, la verdad, le creía mas al Flaco que a señorita G, porque era mi amiga y la conocía lo suficiente como para saber que era media mentirosa, exagerada y con el tiempo me di cuenta que también doble cara.

Al poco tiempo (bien poco) volvieron y a los días terminaron, y luego volvieron, y terminaron otra vez, y entraron a ese círculo hasta una semana antes de terminar el primer ciclo. Yo seguía siendo amiga de ambos pero me mantenía al margen de su relación y sus decisiones por tres motivos:
1.- No me gusta ser violinista (por eso me escapaba y me iba por otra ruta a la hora de la salida)
2.- Me estresaba hacer de Doctora Corazón, escuchando con un oído a señorita G y con el otro al Flaco, o sea tenía suficiente con mis problemas románticos (se acuerdan de mi Alf, él era de esa época) como para hacerme cargo de líos ajenos
3.- Los chicos del salón habían montado una telenovela, un triángulo amoroso, en el que yo jugaba el papel de "la otra", y nada que ver. Por un lado no me gustaba hacer de ese personaje y por otro, qué pensaría mi adorado Alf.

La novelita montada me hacía gracia, me veían andar de arriba a abajo con el Flaco y a mi ni me iba, ni me venía lo que hablaban de nosotros, el que nada debe, nada teme, le repetía a mi amigo. Lo que si me afectó, me dolió y empezó a resquebrajar mi amistad con señorita G, fue que ella creyera que en verdad el Flaco y yo manteníamos una relación "clandestina". Eso le contaba señorita G al Flaco en un correo que le había enviado, y que mi amigo me había mostrado. No lo podía creer. Yo siempre me había portado como una buena amiga, ¿cómo podía recibir desconfianza a cambio? Me quedé callada, no quise darle importancia a una mentira, pero ya nada fue igual entre la señorita G y yo.


 Se acabó el ciclo, llegó el verano y el Flaco y yo seguíamos en contacto. Y así fue hasta que entré a mi facultad, él a la suya (ingeniería de sistemas) y ya no nos frecuentábamos tanto, pero igual, cada vez que nos encontrábamos entre clase y clase nos saludábamos con afecto, conversábamos, reíamos y recordábamos con ironía aquel primer ciclo y su tormentosa relación con señorita G (que después de un año y de haber triqueado Matemática I, Computación y Metodología se retiró de la universidad). Él volvió a verla muchos años después, en un fast food, y yo hablé con ella, también mucho tiempo después, me contó que había cambiado de carrera, dejó la Economía y optó por Medicina.

Sus suposiciones, las alucinaciones de medio salón de cachimbos (incluyendo al simpático profe del que les hablé líneas arriba) y los silbiditos que se filtraban cuando el Flaco y yo andábamos juntos estudiando, riendo, almorzando o conversando, no dañaron mi amistad con él, por el contrario nos dieron una anécdota en común, alimentaron el libro (y de paso, este post).

En el segundo ciclo, coincidí con un amigo del Flaco en mi clase de Lengua Española II. Una tarde este amigo, llamémosle Johnny Bravo (así lo habían bautizado en el salón de cachimbos, no tengo idea de por qué), nos encontró al Flaco y a mí, sentados en un jardín, leyendo y repasando apuntes. Johnny Bravo me acompaño a mi clase, y luego nos fuimos juntos (mi paradero quedaba camino a su casa, por lo que siempre nos hacíamos compañía en el bus de regreso). En el camino Johnny Bravo hizo esa pregunta espinosa que a todo mi grupo del salón de cachimbos le daba vueltas, pero nadie nos hizo, ni al Flaco, ni a mi. Me dijo: "A los dos se les ve lindos juntos, ¿segura que no son nada?". Mi respuesta fue franca, sincera, y nada pensada, habló mi corazón: al Flaco lo quiero un montón, pero como a un hermano.

Es verdad, al margen de sus dilemas amorosos y existenciales, por haber intercambiado pasajes alegres y tristes de nuestras vidas, por la cercanía (él visitaba mi casa y todos aquí lo conocen y lo recuerdan con cariño), por el compañerismo y complicidad que convertimos en amistad, el Flaco se portaba como mi hermano mayor en el horario de clases. Esta bien que te guste Alf, pero no lo hagas tan notorio (o sea, cierra la boca y límpiate ese chorro de baba que se te está cayendo), ponle más ganas a Matemática I, ¡cómo vas a salir a pasear si el lunes empiezan los finales!, ya mucha broma, ahora si a ponernos a repasar Metodología. Siempre al pendiente mío, y yo al tanto de él. La amistad entre hombres y mujeres existe, el Flaco y yo somos la prueba andante de eso.


Tras mi abrupta salida de la universidad, como que le perdí el rastro al Flaco, hasta un 2 de agosto de hace algunos años. Era su cumpleaños, probé enviándole un sms a su celular, y aun mantenía el número, por lo que me llamó y hablamos una hora sin parar, comprobando minuto a minuto eso que tanto he oído, de que cuando te reencuentras con un amigo es como si no hubiera pasado el tiempo.

Otra vez perdimos el contacto, hasta mi cumpleaños de este año, en el cual reapareció por un mensaje y una breve conversación vía fb. Ahora mantenemos contacto por esa red. Se que se independizó, que tal como se pronosticaba en el primer ciclo terminó su carrera y ahora la ejerce, está comprometido y le va súper bien (o al menos eso parece). El cariño es el mismo, inmenso, y cada vez que escucho esas canciones de Franco de Vita, Shakira o Parchis que cantábamos cuando terminábamos un largo día de clases, o aquellas que sonaban en 1998, me acuerdo de mi gloriosa sección de cachimbos, la 103, pero sobre todo de mi compañero, confidente y cómplice, mi mejor amigo de la universidad, la evidencia de que un hombre y una mujer pueden ser amigos, simplemente amigos y nada más. Me acuerdo de mi inseparable amigo, el Flaco.

Canción para recordar al Flaco... esta tonadita la canturreábamos después de los largos días de clases en la época post ruptura con señorita G (una de las tantas). Como alguna vez le dije, esa canción te va perfecto, porque aun sabiendo que la señorita G mentía te callaste y nos echábamos a reír. Muchas cosas han cambiado, pero mi fascinación por Alejandro Sanz sigue intacta

 
 
Al inicio del post hablé de las canciones que estaban de moda por el 98. Esta no era de ese año, pero me encantaba, tanto que tiempo después, en un cumpleaños, el Flaco la compiló en un CD que me regaló y que medio rayado y viejo, aun guardo como un grato recuerdo de ese lazo que hasta la fecha nos une
 
 

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