Platónicos de este planeta

Los amores platónicos no siempre son imposibles. Son esos patitas que te sacan de cuadro, a lo que no les dices nada porque, ni hablar pues, son de realidades diferentes, o tu timidez te impide pronunciar palabra frente a él, o sería bonito, pero para telenovela de las cuatro de la tarde. Hablemos de esos amores platónicos, posibles, pero que no se dieron, porque como dice José José, lo que un día fue, no será.
 
 
 

 Una vez hablé de mis amores platónicos de pantalla, pero nunca de esas ilusiones que caminaban cerca mío y me quitaban el sueño o, mejor dicho, se metían en ellos sin pedir permiso. Tal vez porque una característica de estas ilusiones tempranas es que son inconfesables, por lo menos el involucrado no se entera, o si, pero se hace el indiferente para no romper la pauta. Por el contrario, nuestras amigas son las que conocen al dedillo al sujeto en cuestión, como se llama, cuantos años tiene, que hace por la vida, color de ojos, de cabello, cuanto mide, cuanto pesa, cual es su presión arterial, cuantas veces al día suspira y cómo nos acelera el corazón. Esa es información brindada sin reservas cuando la teoría de Platón aparece para pintarnos el día.
 
El primer platónico que aparece en mi historial es, como era de suponerse, el Eterno (si, aparece aquí también). Como muchos saben, si leen este blog religiosamente lo deberían saber, el Eterno fue el primero que me alborotó el corazón, que me arrancó suspiros y que hizo que aparecieran las mariposas en el estómago. Yo me moría por él, lo confieso, a estas alturas que mas da. Siendo sinceros, creo que yo le gustaba algo y aunque nos contábamos muchas cosas, jamás revelábamos ese secreto en común, estábamos templados, pero era platónico, y era mejor dejarlo así.
 
Si se dan cuenta, el Eterno deja claro que los platónicos puede hacerse realidad, y eso fue comprobado en carne viva, cuando 10 años después del idilio él me besó, una noche de junio. Escribimos el colofón de nuestra historia, porque una ilusión tan bonita merecía un final feliz, aunque ese beso no fue el final, pero ahondar en eso es entrar a otra nota que por ahora no nos interesa.
 

Años después, al salir del colegio, ingresé a una academia pre y allí hizo su aparición el segundo chico que me quitó el sueño, todo lo que duró mi preparación a la universidad. Me parecía churro, era (no se si seguirá igual) alto, agarrado, cabello lacio (siempre bien peinadito), ojos caramelo, sonrisa encantadora. Una mañana, en un descanso entre una y otra clase me olvidé de mi típica timidez (no me miren raro, es verdad, soy algo tímida) y le pregunté su nombre y a qué carrera iba. Bastó eso para que en adelante siempre me saludara, me viera donde me viera, comparara sus resultados con los míos en los ejercicios de Lenguaje (curso en el que siempre destaqué, me dejo de modestias) y hablar de cualquier cosa en esas pequeñas pausas, mientras salía un profe y entraba otro. Como decía, el gusto duró las semanas que estuve en la academia, o sea cuatro meses. A pesar de ello, este futuro abogado de linda sonrisa se quedó por mucho tiempo en mi memoria.
 
Antes de ponerme triste por la súbita desaparición de este personaje y con el corre corre que significó el primer ciclo en la universidad apareció otro amor platónico que si caló hondo y duró mucho más que aquel futuro abogado. Alf, mi Alf. La mayoría de cosas que supe de él las descubrí en mis clases de Cultura Política. El profesor de ese curso y asesor del grupo, que era el clon de Jorge Henderson, tenía un sentido del humor muy peculiar, que hizo que todos nos identificáramos, nos ubicáramos y hasta nos simpatizáramos.

Alf y yo no éramos patísimas, teníamos grupos de amigos diferentes, sin embargo si hablábamos de vez en cuando. Recuerdo cierta vez en la que yo estaba repasando mis apuntes de psicología con mi mejor amigo de aquellas épocas, el Flaco, y de pronto llegó él y su mancha de amigos para pedirme que por favor lo ayude en el examen. Hizo una serie de comentarios que se prestaron al doble sentido, yo me sonrojaba y sonreía, sus amigos celebraban sus bromas, y llegada la hora del examen no hice mucho para ayudarle, sin embargo aprobó, y yo también. No recuerdo con exactitud mi nota, lo que no voy a olvidar es la enorme sonrisa con la que llegué a casa el día del examen. La misma que se me pintaba en la cara cada vez que conversábamos, cada vez que me saludaba con beso, cada vez que recogía un nuevo recuerdo de él.


Este amor platónico era el que me animaba a ir a clases todos los días (así tuviera que despertarme a las 5 porque mi primera clase empezaba a las 7 de la madrugada), supongo que es así en todos los casos. Lo extrañé durante las vacaciones, me emocionaban nuestros breves encuentros una vez iniciado el ciclo y estuve en ese plan durante casi dos años. Luego conocí al que fue mi primer enamorado "importante" y Alf perdió protagonismo. Más todavía cuando abandoné la universidad. Dato curioso: años después, al reingresar, lo volví a ver, justo el día de la matrícula. Creo que me reconoció, sonrió al verme cuando le entregué mi carnet para finalizar el proceso, aunque valgan verdades, yo había cambiado un montón. Tenía otro corte de pelo, otra manera de vestir, otra mentalidad, otro tono de voz. De la Sandra que él conoció en 1998, quedaba muy poco. Este también es otro cantar.

Por el maravilloso fb tuve noticias de Alf. Terminó su carrera, y ahora trabaja como economista en una minera, se casó y tuvo un bebe. Me alegré al saberlo bien, aunque a veces me pregunto que hubiera sido de haber sido su chica. Creo que no hubiéramos durado mucho, o a lo mejor si. Es uno de los grandes misterios de la vida.

El DJ que me rompió el corazón también entró a la lista de los platónicos. No es guapo, tampoco muy inteligente y sus comentarios no solían ser atinados, sin embargo su sentido del humor salvaba todos esos puntos en contra. Estaba en medio de una no - relación y no lo reconocía, porque yo estaba segurísima de que en algún momento me iba a convertir en la enamorada oficial, y que me iba a esmerar en ser perfecta, escucharlo, acompañarlo, aconsejarlo, en fin, ser todo lo que creí ser en un momento, y lucir el título de pareja. Eso nunca ocurrió, en cambio recibí un sacudón que por poco me lleva al diván del psicoanalista más cercano y una historia más para la lista de amores platónicos.

 
 
Llámenlos platónicos, ilusiones tempranas, atracción a primer reojo, o sea cual fuere el nombre que se le de, es ese plus que encontramos en una persona que se cruza en nuestro camino y se hace irresistible. Lo soñamos, lo imaginamos, armamos en nuestra cabecita escenas cien por ciento azúcar refinada, pero no pasa más nada. Mientras dura este sentimiento, que puede ser poquito o muchísimo tiempo, la vida se nos pinta del color de nuestra preferencia, encontramos un motivo y pretextos mínimos para sentirnos very happy o ultra deprimidos.
 
A veces pienso que los amores platónicos deberían quedar así, como historias de un romance que no puede ser y recordarlo después como un cuento bonito. Que se pueden hacer realidad, si, yo soy testigo viviente y presencial de ello, pero no es lo usual, creo. Son como un ensayo de lo que es una relación de verdad, pero siempre quedan en el limbo, y es mejor dejarlos ahí, antes de traerlos a empujones a la realidad y aventarnos a una piscina sin agua, hay que tener siempre presente y con luces de neón el motivo por el cual son platónicos y nada más que eso. Ustedes, ¿recuerdan al menos un amor platónico de este planeta?
 
Canción para amores platónicos... esta es una de mis canciones favoritas de Shakira y alguna vez se la dediqué a Alf, obvio él jamás lo supo, como jamás sabrá que en algún momento de mi vida, nadie pensaba en él, como lo hacía yo.  Buen recuerdo, buenos tiempos, buen cariño el que sentía por ese economista que me quitaba el sueño
 
  
 
 
Al inicio del post decía que José José cantaba lo que un día fue, no será. Bueno Nina Mutal también lo dice, pero a sus estilo y con su letra. Que el fin de cualquier historia puede cambiar, si lo creo, pero eso de que nada sucede al azar, como que es muy tajante, mejor dejemos que el destino siga su caprichoso camino
 
 



    

 

 
 
 
 

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