De platónicos y demás demonios
Amores platónico, he tenido muchos. Incluso los reales, los que caminaban a mi lado, han sido platónicos, porque mi timidez no me permitía hablarles de frente, y hasta ahora, se me hace difícil decir las cosas directamente, pero ese es otro tema. Hablemos de los platónicos de verdad, develemos mi lado gruppie.
A inicios de los 90, Magneto y sus 40 grados y después Vuela, Vuela, alborotaba a algunas incautas adolescentes y aspirantes a asolescentes. Yo pertenecía al segundo grupo, tendría unos 9 o 10 años y me encantaban, me sabía todas sus canciones, tenía los casettes (si, casettes) originales, en fin, me parecían lo máximo, pero ahí quedaba la cosa. claro, tenía 9 o 10 años, no estaba en edad de ir a conciertos, ni mucho menos, y yo lo sabía, por eso jamás hice berrinche por ir a verlos en vivo, eso no me entusiasmaba mucho. La emoción, entusiasmo, euforia, pataletas y demás llegó un par de años después cuando conocí a Menudo, los de los 90's. A ver si me acuerdo sus nombres: Adrián, Ashley, Alexis, Abel y Andy. Mi Andy. Ese puertoriqueño me trajo durante años de vuelta y media. Si alguna vez me enamoré mal, pero mal, inocente, inconciente y platónicamente, fue de él.
Cada vez que venían a Lima, mis papás ya sabían que debíamos pasar por la farmacia Deza para comprar las entradas para sus conciertos. En ese entonces no había ni Teleticket, ni Tu Entrada, bueno tampoco había ni Metro (al menso no la proliferación de hpy por hoy), ni Plaza Vea, ni Vivanda (creo que ya existía Wong y Santa Isabel en ese entonces), así que debíamos ir hasta Conquistadores en San Isidro a comprar las entradas. Mi papi lindo, como lo es, me compraba los casettes (si casettes) originales (si no, no quería nada) y todas las revistas en donde salían. Y mi mamá me compraba posters, fotos y cancioneros, lo que sea para verme feliz. Eso si, solo me pagaron el primer concierto, los siguientes (si no recuerdo mal, fueron dos más) salieron de mi bolsillo. Gasté una pequeña fortuna, porque ya en ese entonces formaba en mi pequeña mente lo que ahora proclamo convencida: ir a un concierto no es un gasto, es una inversión, la mejor inversión, porque recordar ese par de horas y esas sensaciones es algo que no tiene precio (por eso vuelvo a endeudarme si algun día regresa Bon Jovi).
Era niña, era ilusa, histérica (bueno, hasta la fecha soy histérica), celosa (también lo sigo siendo), y cualquier cosa podía romper mi ilusión, que era flaca, vana, ilusión en pleno sentido de la palabra. Por eso cuando leí que mi Andy había metido a una chica en su habitación de hotel mi corazoncito se rompió, bueno se rajó, y dije ni mas, lo odio, lo detesto, enfurecí y puse fin a mi idilio platónico.
(Esperen que ahí no acaba) Pasaron muchos años, yo pensaba en esos años en que enloquecía con Menudo y sonreía, decía ¡ay, qué tonta!, pero claro era una niña, a mis 22 eso ya no va a pasar, ya soy una mujer hecha y derecha, nada de ilusiones musicales, ni amores platónicos, ni posters en la pared (aunque algunos afiches de buenos conciertos decoraban la pared de mi cuarto del Centro de Lima), ni fotitos, ya estoy grande para esas cosas. O sea, mi edad no equivalía a mi espíritu de adolescente rebelde y con el resurgimiento del rock nacional, reapareció mi lado gruppie.
Tenía 22 años y trabajaba como secretaria en una triste oficina de San Borja con un par de ogros por jefes. No me gustaba ese lugar, no era mi sitio, pero necesitaba trabajar para regresar a la universidad. Hasta que una tarde escuchando radio América (si, la desaparecida radio América) oí una canción que decía: "no escuches el llanto de aquellos que nunca pudieron lograr". Era el argumento que necesitaba para hacer oídos sordos a los gritos de ese par de estúpidos e infelices ogros y seguir adelante. Meses después descubrí que esa canción era de los mismos que cantaban Inminente Conjunción, los peruanos que habían logrado lo que Libido había conseguido, un video rotando en MTV. Un sábado de marzo (o era febrero) ocurrió la magia. Los fui a ver y quedé prendada del derroche de talento de estos cinco chicos limeños llamados TK. En especial del guitarrista, Edgar. Bajtio, de sonrisa encantadora, voz tímida. Me enamoré de nuevo.
Y me hice fan number one de TK, y obvio, fan enamorada de Edgar. Me uní a la lista de seguidoras (la mayoría quinceañeras, unas pocas eramos la excepción a la regla, mis experimentadas adoradas), iba a cuanto concierto podía. Recuerdo que en mayo del 2003, faltando pocos días para mi cumpleaños fuí a verlos a La Noche de Barranco y ya no me perdí un concierto más. Me gustaba el feelling, las canciones, el feed back de energía, pero sobre todo me gustaba Edgar. Al inicio lo veía tocar la guitarra y punto, pero después me iba a persegurilo al bar, a pedirle fotos, autógrafo, besito y regresaba a casa con una enorme sonrisa en el rostro. Una gruppie consagrada, seguidora enamoradísima, fanática total, asi de loca era a mis 20 y algo.
Con el tiempo los TK me empezaron a reconocer, verme durante y después de los conciertos era habitual, me saludaban y yo me sentía bien, identificada con ellos, cercana a mi sueño de veinteañera, Edgar. Cuando ellos decidieron poner fin al grupo lloré desconsolada, me deprimí. Sentía que habían cerrado a la mala una etapa importante de mi vida. Y cuando reaparecieron, yo cual fiel gruppie me mantuve cerca al cañón y al tanto de cada uno de ellos, en especial de "mi" Edgar.
Él se lanzó con un nuevo grupo. Cuando yo estaba al frente de Hora Local, mi programa de radio, lo invité y mantuvimos una entrevista de lo más simpática. Y aunque tenía licencia para decirlo al aire, me quedé callada y no le dije que en algun momento que no era ese, ni es este, era el amor de mi vida. Que me demostró que los amores platónicos no saben de edades, pero si de estados civiles (por eso cuando estuve con enamorado al lado no gritaba Edgar te amo, como solía hacerlo). Lo que si supo y no por mi, sino por mi hermana fue que pensaba que es lo máximo, hoy, metido él de narices en un nuevo proyecto musical, opino igual y se que va a llegar mas lejos de lo que nadie imagina. Lo digo corazón en mano, y el corazón de una gruppie nunca miente.
Las anécdotas de los conciertos, encuentros, recuerdos y demás es tema de otro post. Este se limitaba a contar los buenos sabores que me dejaron estos dos grandes amores platónicos, y la satisfacción que me dió conocer a uno frente a frente. Y si algun día llegan a leer esto mis hermanas, quiero agradecerles por ser mis compañeras de aventuras y desventuras y pedirles perdón por haber distorsionado su sentido del gusto, haciéndolas escuchar canciones made in México a muy temprana edad. Por suerte los años nos hicieron independientes y ahora es un milagro si las tres coincidimos en decir que una canción es muy buena.
Canción para recordar épocas de fan enamorada. Menudo y una de las tantas canciones que conocía, cantaba en los conciertos y me hacía suspirar. Aunque han pasado los años, esta canción me sigue gustando
Y para recordar épocas de gruppie una canción de TK harto conocida. Su carta de presentación en MTV, la canción con la que se hicieron populares y que alguna vez me dedicó Edgar por mi cumpleaños, por eso tiene un lugar especial en mi ranking personal
A inicios de los 90, Magneto y sus 40 grados y después Vuela, Vuela, alborotaba a algunas incautas adolescentes y aspirantes a asolescentes. Yo pertenecía al segundo grupo, tendría unos 9 o 10 años y me encantaban, me sabía todas sus canciones, tenía los casettes (si, casettes) originales, en fin, me parecían lo máximo, pero ahí quedaba la cosa. claro, tenía 9 o 10 años, no estaba en edad de ir a conciertos, ni mucho menos, y yo lo sabía, por eso jamás hice berrinche por ir a verlos en vivo, eso no me entusiasmaba mucho. La emoción, entusiasmo, euforia, pataletas y demás llegó un par de años después cuando conocí a Menudo, los de los 90's. A ver si me acuerdo sus nombres: Adrián, Ashley, Alexis, Abel y Andy. Mi Andy. Ese puertoriqueño me trajo durante años de vuelta y media. Si alguna vez me enamoré mal, pero mal, inocente, inconciente y platónicamente, fue de él.
Cada vez que venían a Lima, mis papás ya sabían que debíamos pasar por la farmacia Deza para comprar las entradas para sus conciertos. En ese entonces no había ni Teleticket, ni Tu Entrada, bueno tampoco había ni Metro (al menso no la proliferación de hpy por hoy), ni Plaza Vea, ni Vivanda (creo que ya existía Wong y Santa Isabel en ese entonces), así que debíamos ir hasta Conquistadores en San Isidro a comprar las entradas. Mi papi lindo, como lo es, me compraba los casettes (si casettes) originales (si no, no quería nada) y todas las revistas en donde salían. Y mi mamá me compraba posters, fotos y cancioneros, lo que sea para verme feliz. Eso si, solo me pagaron el primer concierto, los siguientes (si no recuerdo mal, fueron dos más) salieron de mi bolsillo. Gasté una pequeña fortuna, porque ya en ese entonces formaba en mi pequeña mente lo que ahora proclamo convencida: ir a un concierto no es un gasto, es una inversión, la mejor inversión, porque recordar ese par de horas y esas sensaciones es algo que no tiene precio (por eso vuelvo a endeudarme si algun día regresa Bon Jovi).
Era niña, era ilusa, histérica (bueno, hasta la fecha soy histérica), celosa (también lo sigo siendo), y cualquier cosa podía romper mi ilusión, que era flaca, vana, ilusión en pleno sentido de la palabra. Por eso cuando leí que mi Andy había metido a una chica en su habitación de hotel mi corazoncito se rompió, bueno se rajó, y dije ni mas, lo odio, lo detesto, enfurecí y puse fin a mi idilio platónico.
(Esperen que ahí no acaba) Pasaron muchos años, yo pensaba en esos años en que enloquecía con Menudo y sonreía, decía ¡ay, qué tonta!, pero claro era una niña, a mis 22 eso ya no va a pasar, ya soy una mujer hecha y derecha, nada de ilusiones musicales, ni amores platónicos, ni posters en la pared (aunque algunos afiches de buenos conciertos decoraban la pared de mi cuarto del Centro de Lima), ni fotitos, ya estoy grande para esas cosas. O sea, mi edad no equivalía a mi espíritu de adolescente rebelde y con el resurgimiento del rock nacional, reapareció mi lado gruppie.
Tenía 22 años y trabajaba como secretaria en una triste oficina de San Borja con un par de ogros por jefes. No me gustaba ese lugar, no era mi sitio, pero necesitaba trabajar para regresar a la universidad. Hasta que una tarde escuchando radio América (si, la desaparecida radio América) oí una canción que decía: "no escuches el llanto de aquellos que nunca pudieron lograr". Era el argumento que necesitaba para hacer oídos sordos a los gritos de ese par de estúpidos e infelices ogros y seguir adelante. Meses después descubrí que esa canción era de los mismos que cantaban Inminente Conjunción, los peruanos que habían logrado lo que Libido había conseguido, un video rotando en MTV. Un sábado de marzo (o era febrero) ocurrió la magia. Los fui a ver y quedé prendada del derroche de talento de estos cinco chicos limeños llamados TK. En especial del guitarrista, Edgar. Bajtio, de sonrisa encantadora, voz tímida. Me enamoré de nuevo.
Y me hice fan number one de TK, y obvio, fan enamorada de Edgar. Me uní a la lista de seguidoras (la mayoría quinceañeras, unas pocas eramos la excepción a la regla, mis experimentadas adoradas), iba a cuanto concierto podía. Recuerdo que en mayo del 2003, faltando pocos días para mi cumpleaños fuí a verlos a La Noche de Barranco y ya no me perdí un concierto más. Me gustaba el feelling, las canciones, el feed back de energía, pero sobre todo me gustaba Edgar. Al inicio lo veía tocar la guitarra y punto, pero después me iba a persegurilo al bar, a pedirle fotos, autógrafo, besito y regresaba a casa con una enorme sonrisa en el rostro. Una gruppie consagrada, seguidora enamoradísima, fanática total, asi de loca era a mis 20 y algo.
Con el tiempo los TK me empezaron a reconocer, verme durante y después de los conciertos era habitual, me saludaban y yo me sentía bien, identificada con ellos, cercana a mi sueño de veinteañera, Edgar. Cuando ellos decidieron poner fin al grupo lloré desconsolada, me deprimí. Sentía que habían cerrado a la mala una etapa importante de mi vida. Y cuando reaparecieron, yo cual fiel gruppie me mantuve cerca al cañón y al tanto de cada uno de ellos, en especial de "mi" Edgar.
Él se lanzó con un nuevo grupo. Cuando yo estaba al frente de Hora Local, mi programa de radio, lo invité y mantuvimos una entrevista de lo más simpática. Y aunque tenía licencia para decirlo al aire, me quedé callada y no le dije que en algun momento que no era ese, ni es este, era el amor de mi vida. Que me demostró que los amores platónicos no saben de edades, pero si de estados civiles (por eso cuando estuve con enamorado al lado no gritaba Edgar te amo, como solía hacerlo). Lo que si supo y no por mi, sino por mi hermana fue que pensaba que es lo máximo, hoy, metido él de narices en un nuevo proyecto musical, opino igual y se que va a llegar mas lejos de lo que nadie imagina. Lo digo corazón en mano, y el corazón de una gruppie nunca miente.
Las anécdotas de los conciertos, encuentros, recuerdos y demás es tema de otro post. Este se limitaba a contar los buenos sabores que me dejaron estos dos grandes amores platónicos, y la satisfacción que me dió conocer a uno frente a frente. Y si algun día llegan a leer esto mis hermanas, quiero agradecerles por ser mis compañeras de aventuras y desventuras y pedirles perdón por haber distorsionado su sentido del gusto, haciéndolas escuchar canciones made in México a muy temprana edad. Por suerte los años nos hicieron independientes y ahora es un milagro si las tres coincidimos en decir que una canción es muy buena.
Canción para recordar épocas de fan enamorada. Menudo y una de las tantas canciones que conocía, cantaba en los conciertos y me hacía suspirar. Aunque han pasado los años, esta canción me sigue gustando
Y para recordar épocas de gruppie una canción de TK harto conocida. Su carta de presentación en MTV, la canción con la que se hicieron populares y que alguna vez me dedicó Edgar por mi cumpleaños, por eso tiene un lugar especial en mi ranking personal
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