Un paseo en la máquina del tiempo

Todo tiene un principio... y un final dice Lavoe. Pues bien para entender el contexto actual, remontenemos al inicio de mi historia amorosa, demos un paseito por los pasillos de mi corazón (suena huachafo, pero es lo que es, ni mas, ni menos). Mantengan las manos y pies dentro del vehículo. Los nombres reales no son revelados por precaución y... hay algunas áreas en reconstrucción por lo que tomaremos rutas alternas. A pasear se ha dicho.





Corría el año ¿1992? Yo tenía 11 años, me encantaban Magento y los Menudo de ese entonces, y aparecieron latidos extraños en mi corazón. Me había enamorado por primera vez. El Eterno hacía su primera intromisión en mi corazón. Era un amor que se ubicaba entre lo platónico y lo real, inocente, tierno, idílico, y correspondido (o eso creo y hasta la fecha nadie me quita la idea). El Eterno fue el primer chico que me tomó la mano, cosa que hacía acelerar aun mas mi alborotado corazón. Y con él debieron pasar varias cosas por pirmera vez, pero no fue así.
Sin embargo, encabeza varios Top 5 personales: fue el primer chico que me dió un regalo, el primero con el que pasé toda una noche, el primero en romperme el corazón (varias veces) y creo, que el primero al que le rompí el corazón, pero esa es otra historia.

A los 19 sonaba en la radio El Milagro de Amar, empalagosa canción que anunciaba el inicio de la telenovela Milagros. Y yo volví a enamorarme como debía ser. Bonito, correspondido, real y casual.   Un comienzo accidentado, yo no me ajsutaba a su ideal de belleza, y él tampoco se ajustaba al mío, pero ilusionaba como estaba pasé por alto ese y un montón de detalles más.
Contra todo pronóstico los dos nos enrrumbamos y nos enamoramos a plena luz, con defectos y virtudes a nuestra vista y paciencia. El Sureño, pongámosle así a esta protagonista recién había terminado la universidad cuando me conoció, y su vida transcurría entre Lima y su ciudad natal, Chincha. Burlaba la distancia y le cantaba una canción de Shakira, que aun me gustaba, aunque ya se había cambiado el color dle pelo.
Temrinamos y volvimos mil veces. La última en el verano del 2003 fue la definitiva. Él ya estaba trabajando y habíamos sincronizado relojes. Un fin de semana viajaba a visitar a su familia, al siguiente se quedaba y, obviamente, me incluía en sus planes. Todo funcionó bien, hasta que una semana desapareció, lo llamé y me dijo que saliendo del trabajo se iba a Chincha (ese fin de semana debía quedarse, lo que es mas, ya había hecho planes que lo incluían). Me molesté, solo dije ok y colgué. Respiré hondo y decidí terminar. La decisión era simple o resignarme a pasar fines de semana, fechas especiales (cumpleaños incluído) y demás sola, o decirle bye bye y seguir con mi vida. Dos semanas después cuando se dignó a llamarme le comuniqué que había optado por lo segundo en medio de un ataque de lucidez y volví a colgar el teléfono. Llamó varias veces nunca planteamos si quiera la idea de volver, no quería, no se me daba la gana. Por eso él siguió con su vida, y yo cogí mis chivas, algunos recuerdos y continué con la mía (que ya había reiniciado el mismo día que dije hasta aquí llegamos juntos).


Pasaron muchos años y muchas personas en mi vida. Dos que merecen mencionarse de forma paralela. A ver, confesemos lo sencillo primero. En el 2004 había vuelto a la universidad, me esmeraba en ser buena alumna y los fines de semana la pasaba bomba entre conciertos, reuniones familiares y juergas. Mi mejor amiga del colegio y yo salíamos a tonear de vez en cuando. En una fiesta de su facultad conocí a quien se convirtió poco tiempo después en mi confidente y mejor amigo. Por una invitación de él fui a otra fiesta de la misma facultad y allí conocí a quien meses después se convirtió en el Oficial.
Cuenta la historia que me conoció y le gusté. Le parecía buena onda (lo soy), simpática (también) y con una historia similar a la suya (bueno, eso no precisamente). Averiguó el número de mi celular, y un mes después de conocernos me envió un sms, el primero de muchos, luego vinieron las llamadas, mas sms, una invitación a almorzar, otra a recibir el año nuevo y, finalmente el quieres estar conmigo, que fue respondido con un si y un beso, el primero de muchos.
Fue el enamoramiento clásico, conoció a mi familia, yo a la suya, a mis amigos y amigas, yo a los suyos (bueno, a los de la universidad ya los conocía), fines de semana juntos, llamaditas todos los días, dedicadas de canciones, sobrenombres melosos, y peleitas también, generalmente por sus celos. Un día me harté, dije, ok vamos a darle razones para que se ponga celoso. Y ese fue el primer paso para que todo se destruyera. No soportaba mas interrogatorios, revisadas de celular, intromisión en mis correos, y finalmente en toda mi vida. Necesitaba aire, espacio, una vida sin él a mi lado todo el tiempo, así que no tenía mas alternativa. Le dije la verdad, ya no puedo, ya estoy cansada y también aburrida. El precio de mi independencia fue romperle el corazón y destruir todos los planes que habíamos hecho: casarnos, tener hijos y un lindo departamento en la zona de las doñas. Valió la pena, ahora tengo una ecuación no resuelta, experiencia, aire y muchas ganas de embarcarme en una nueva aventura, con nuevo protagonista.



En algun momento creí que había encontrado a ese protagonista, seamos sinceros, en muchas ocasiones lo creí. Pero nunca con tanta ilusión como con el DJ. Si, yo la enamorada de la radio, se ilusionó con un DJ de radio. Nos concoimos, para variar, de la manera mas impensada del mundo. Llamé a su programa de los domingos una semana, y a la siguiente, y a la siguiente. Hasta que en una de esas llamadas resumí mi vida, conversamos mucho, percibimos química y decidimos encontrarnos. La pasamos genial, y yo pensé que ahí quedo todo, pero no.
Tres semanas después coincidmos en un concierto y a los pocos días me llamó y no dejó de hacerlo mas durante cuatro años. Si, cuatro años en medio de una no relación. Cuatro años con idas y venidas, interrupciones, apariciones, desapariciones, con pretextos o sin ellos. Cuatro años en los que en mi vida reinó el caos, la inestabilidad, la pasión, la ilusión. Obvio que me enamoré y se me notaba en la cara, en los gestos, los ojos, la sonrisa. Me tenía prendada, tal vez yo también en algun momento muy pequeño. ¿Qué paso? Desapareció, de buenas a primeras ya no estaba mas, y cuando reapareció confirmó una sospecha que rondaba mi cabeza, estaba en una relación seria y formal. ¿Y yo? Caí en un naufragio emocional y una depresión post naufragio de aquellas. Esta vez le toco a él romperme el corazón.


 
Lloré semanas enteras. Nunca lo llegue a odiar. Ni en ese momento, ni en los meses que siguieron, ni hoy. Hay muchísima admiración, por eso creo que no caben odios. Con compañía de mi incondicional Pepita Grilla, muchas amigas mas que aparecieron en el camino y un trabajo que me encantaba y no me daba tiempo para recordarlo, superé esa etapa. Me costó un montón apagar la radio, pero lo hice, y cuando la volví a encender cambié de dial. No lo he vuelto a ver y, honetsamente, no quiero verlo, prefiero quedarme con los recuerdos de los buenos momentos que me regaló.,

Bueno, ese es mi historial, no estan todos, pero si los que deben de estar, los "importantes". Los que me hicieron crecer (a cochachos), aprender, planear, llorar. A los que les entregue el corazón, y les quite un pedacito del suyo. Los que me dejaron recuerdos gratos e ingratos que se esconden en un baul y a veces los dejo en libertad y los luzco, en días como hoy que por primera vez el mueso de mi corazón ha sido abierto al público.

Canción para paseos por la máquina del tiempo.... No podía ser de otra manera, además con esta canción me enganché con Mar de Copas

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