La edad de la inocencia

No me da vergüenza decir que alguna vez fui una lornaza. Es más, estoy segura que mas de una compañera de promoción del colegio me recuerda así, como una tarada total, con pasiva vida social y una inmensa falta de calle. Bueno, con los años las cosas han cambiado, a lo mejor sigo igual de lorna (que es distinto a ser loser), pero recuerdo aquellas experiencias en las que me hablaban en un idioma que no dominaba por mi falta de calle.
Cuando tenía unos 11 años mi corazón palpitaba aceleradamente y una extraña electricidad recorría todo mi cuerpito en formación (libre de estrías y celulitis aún) cuando el Eterno estaba cerca, y de eso he hablado cientos de veces (bostecen con confianza). Una tarde estábamos viendo televisión. De pronto los dos nos pusimos de pie y él, cerciorándose de que no hubieran moros en la costa me dijo: "Sandra tu, esteeee, ¿quisieras estar conmigo?". Yo con total desconocimiento del término 'estar con' le respondí "¿qué?", el Eterno se palteó por lo que él interpretó una tirada de arroz olímpica y me contestó, "nada, olvídalo".
Una micra de segundo después entendí a lo que se refería y la vergüenza se apoderó de mi cara, y una pena inmensa de mi corazón de niña enamorada, no quería que él pensara que no quería estar con él, por el contrario, pero no sabía como retomar el tema sin sentirnos incómodos. Esperé un milagro teniendo en claro que yo jamás le pediría a un chico estar con él, principio que hasta la fecha mantengo (si quieres algo conmigo dímelo y se claro, que para adivinas está la brujita Jossie).   
Pasaron los años y cierto día en una fiesta comprobé que de verdad me faltaba calle, harta calle. Tenía unos dulces 16 añitos. Estaba en una fiesta divirtiéndome de lo lindo con mis amigas, bailando los éxitos de Los Pericos, Auténticos Decadentes, Ledesma, Fey, El General y, por supuesto, Salserín (con mucho swing) que tan de moda estaban por ese entonces. De pronto, cuando la fiesta estaba en todo su esplendor, se me acercó un chico, resuelto me sacó a bailar, entre coros y estrofas me preguntó mi nombre, en qué colegio estudiaba, o sea el interrogatorio típico de un chico y una chica que se conocen en una discoteca (lugar que era totalmente desconocido a mis 16).
Después de varias canciones este sujetillo se me acercó peligrosamente, tanto que terminamos bailando una balada, y me dijo para ir afuera, "vamos te invito una gaseosa", pero yo le dije no, gracias, no tengo sed. No por miedo o precaución, era simplemente que no me provocaba alejarme de la pista de baile en donde la estaba pasando tan bien. Un rato después mi papi me pasó a recoger y yo me despedí de este chico, no sin antes dejarle mi teléfono y mi nombre. Meses después, viendo un capítulo de Pataclaun, me enteré que el muchachito de la fiesta no era amable, si no que quería agarrar conmigo y su argumento era un guión clásico. En ese momento me sentí avergonzada y lentaza.
 
Pero ya había sido bastante osada al darle mi teléfono. ¿Por qué?  Contextualicemos. Estamos hablando del año 1997, en ese entonces el celular no era el aparatito que todos (o la mayoría) poseemos, con el que podemos hablar con tarifa reducida a donde se nos venga en gana y cabe en nuestro bolsillo. No señores. En ese entonces muy poca gente tenía un teléfono móvil, porque era costosísimo y súper grande (inspirado en el zapatófono del Súper Agente 86). Dar el teléfono de tu casa era un acto casi heroico, porque era el teléfono que todos usaban en tu hogar y cualquiera podía contestar, tu mamá, tu papá, tu abuelito que cada día esta mas sordo, tu recontra celoso hermano mayor, en fin, quien se encuentre cerca a ese rinconcito en donde tenemos al amigo teléfono.

Por esa época el correo electrónico no era masivo, como lo es ahora. El Internet era una cosa extraña que recién estaba haciendo su aparición en Lima. Tener computadora ya era signo de progreso y una gran ayuda a la hora de las tareas, pero el internet no era parte del día a día, menos el msn, skype, Hi5, Facebook y demás herramientas (incluido este blog o cualquier otro). La mejor y mas económica forma de mantenerse en contacto con alguien que vivía en el extranjero era por carta y las muy esporádicas llamadas internacionales, que eran sumamente costosas.

De hecho la noche de la fiesta ya me había portado mal al bailar una balada con un desconocido. Habían ciertas reglas que respetar, podías bailar salsa, pero balada nunca, a menos de que quien te invite a bailar sea tu enamorado, amigo o conocido de total confianza. En cuanto a otros ritmos, por ese entonces se empezaba a crear el reggaetón, El General y Ledesma podrían tranquilamente ser los abuelos de ese género, y si, las agachaditas ya se veían y se practicaban, pero con ciertas personas y con cierta compostura, nada de "hasta que se rompa el hueso", ni "perreo mami, perreo, perreo chacalonero". Bailar no era un peligro inminente, si guardabas la compostura y los buenos modales claro está.

En el colegio jamás de los jamases, nunca, never me he tirado la pera. Lo juro. La verdad, la verdad no me llamaba la atención eso de faltar al colegio para pasear de un lado al otro con uniforme. Prefería fingir estar enferma y quedarme todo el día tirada en mi camita, bien abrigada viendo televisión (pero eso tampoco lo hacía). Rebobinemos un instante... ¿pasear con el uniforme?, ¿eso es a lo que llamas tirarse la pera? Pues si. Por ese entonces habían discotecas matutinas, tipo Calle 8 que funcionaban desde tempranas horas de la mañana, pero ese lugar era visitado por chicos de academias que preferían hacer cualquier cosa menos prepararse para entrar a la universidad. Las discotecas por mas clandestinas que hayan sido (o sigan siendo) preferían ahorrase al menos un delito y no admitir a escolares.

Hasta que un día una persona "genial" decidió hacer el negocio de su vida y crear una especie de discoteca casera, el nido de lo que hoy en día conocemos como "peras malogradas" y sus derivadas fiestas semáforos y demás modalidades, cada una mas escandalosa que la anterior. Y esa campaña de no vender licor a los menores de edad puede tener todas las buenas intenciones del mundo, pero no sabemos que tan efectiva sea. Nunca vamos a tener números reales porque vender alcohol a un menor y admitir haberse pegado una borrachera de aquellas sin haber cumplido, si quiera los 16, son pecados inconfesables.

Yo no me escapaba, pedía permiso para salir después de clases con mis amigas a pasear. Recuerdo esos primeros paseos, nos íbamos a Miraflores, una vez nos fuimos al Moy, otra a Plaza San Miguel, a la Feria del Hogar a ver a Los Enanitos Verdes (y de paso vimos a Elena Romero cantando boleros) y al Jockey Plaza cuando este recién había sido inaugurado en el 97 y era el "point" de la clase pudiente limeña. Si, medias monses mis salidas, pero eran sinónimo de independencia, de que ya era grande y podía salir si quería (y si me daban permiso por supuesto).


Era una chiquilla, mas que sana, media monse, lorna, caída del palto. Ahora cuando mi tía le pone mil peros a mi prima de 14 años para salir con sus amigas a comer helados a Plaza San Miguel, yo le digo "ay, déjala, ¿qué tiene de malo? Yo a los 15 salía con mis amigas a todos lados" y ella me responde "eso era en tus épocas, ahora hay mucho peligro". Pues asaltos, robos, violaciones, secuestros y demás han habido siempre, solo que ahora es mas visible. Como enamoraditos de adolescencia también han habido, hay y habrán, pero ahora la cosa se ha vuelto más faltosa, mas libre, menos romántica, y por ende, mas silenciosa.

Antes dar un beso a un desconocido era tu pase directo y sin escalas al infierno de la indecencia, ahora es algo habitual, normal no más. Antes era respetable la decisión de llegar 0 kilómetros al matrimonio, ahora lo mantiene una en un millón (y calladita a menos de que quieras ser tildada de medieval). Antes era escandaloso y censurable ser madre soltera, ahora es una opción para una mujer que esté decidida a tener familia. Antes era antes, los tiempos han cambiado, los chicos saben mas, quieren experimentar mas, desean todo y de inmediato. ¿Es una consecuencia de los adelantos tecnológicos, la falta de moral en los medios y la muerte del romance? No lo creo. Como alguna vez dijo Mafalda "no es el acabose, es solo el continuose del empezose de los adultos". Sigamos en continuose.

Canción para recordar a la adolescente que fui...Estos patas revoloteaban las hormonas a todas las chicas cuando yo estaba próxima a salir del cole. Mientras veía su pensaba y suspiraba por ellos pensaba, ¿algún día los veré?, si están en Brasil, ¿?qué les cuesta darse una vueltita por acá? Muchos años después me cumplí el caprichito, fui al concierto de los Back Street Boys en mi país, y fue inevitable sentirme como la chibola de 16 que suspiraba por ellos (y mi felicidad fue completa cuando los escuché cantar esta tonada)



 Esta canción estaba de moda cuando estaba en el colegio, infaltable en las fiestas y hasta ahora cuando la escucho me dan ganas de pararme y bailar. Lo que es mas, alguna vez le he escuchado en una discoteca y he toneado con mi sombra. Por algo los Fabulosos Cadillac son fabulosos





 


 

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