Tiempos groupie

Alguna vez confesé orgullosa de que yo fuí una groupie, que de chibola fuí fan acérrima de Magneto, luego Menudo y después uno que otro cantante y grupo. Pero cuando el rock nacional resurgió, allá por el 2002, fue en ese momento en que me hice seguidora fiel, admiradora aplicada, fanática total. Diferentes circunstancias me han llevado a la máquina del tiempo, a recordar a la groupie que fuí, un lado mío que duerme y vibra cuando veo a una banda nacional que me pone.
 
 
 
El 2003 fue un buen año. Volví a la universidad, todo era una novedad redescubierta, nuevos cursos de carrera, nuevos profes, nuevos compañeros y un nuevo concierto me esperaba cada fin de semana. Decir que esas tocadas me llevaron a la bancarrota o que gasté una pequeña fortuna en ella sería mentir. Las entradas para casi todos los conciertos a los que asistí ese año eran una fina cortesía de la radio auspiciadora, siempre y cuando esta sea una emisora pequeña que se faje por el rock - pop made in Perú.
 
Con una suerte inesperada, mi hermana y yo llamábamos a las emisoras, coqueteábamos un poquito con el DJ de turno, concursábamos por entradas y ganábamos. Nuestras visitas a radio Miraflores y América (ambas que en paz descansen y que de Dios gocen) eran cosa interdiaria. Y con esas llamaditas y visitas conocimos a varios DJ's (incluido el factor divertido y aquel que me rompió el corazón). Y también se hizo costumbre ir a locales tipo La Noche de Barranco, el Irish Pub, Etherea, en fin, recinto que se prestaba de escenario para un concierto, lugar que visitábamos.
 
Si bien preferíamos los conciertos en lugares pequeños, porque dan aires de intimidad, camaradería y estrechan la relación banda - seguidor,  los estadios, auditorios, anfi teatros y similares también contaban con nuestra presencia. El lema de moda era "el rock es cultura" y yo creía firmemente en eso. La cultura es una expresión que refleja las creencias, cosmovisiones, estilos de vida, luces y sombras de un pueblo, inmenso o chiquito. Y el rock entra dentro de esta definición.
 
Antes de que se preste a malos entendidos, yo nunca fui (y creo que nunca seré) una chica punk. Eso de pelos parados, pulseras de púas, maquillaje negro, luto en la vestimenta, no va conmigo. A mi me gustaba el rock - pop, aunque siendo honesta era más pop que otra cosa, esa era mi onda. Amaba a TK, bueno en realidad al Chato que tocaba la guitarra en TK, pero también calificaban como favoritos Campo de Almas, El Diario de Hank, Zen, Cementerio Club (no se asusten, el nombre da miedo, pero ellos no), Madre Matilda, Libido, Aliados y por supuesto, Mar de Copas.
 
 
 
Iba de concierto en concierto porque me gustaba escuchar a tal o cual banda, verlos en vivo, comprobar si era verdad lo que se oía en el disco, por ahí conocerlos, pero sobre todo por el feedback de energía entre quien está sobre el escenario y el público. No sé si lo han experimentado alguna vez, pero hay algo especial en los conciertos, sea en un estadio a media caña o un bar rebosante de gente, mientras la banda la rompe en escena, el público vibra, se emociona, corea cada letra, vive las canciones y eso se percibe. Yo he estado más de una vez cantando, aplaudiendo, gritando hasta quedarme sin voz y en ese ir y venir hay algo, energía dicen, yo así lo creo, por eso escuchar a un grupo en vivo es una experiencia única, que no tiene nada que ver con escuchar un disco en la paz del hogar, así esta sea una grabación desenchufada. Palabra de groupie.
 
Por esa sensación y por ese cariño incondicional que se crea para con la banda es que cada vez que se me presenta la oportunidad voy a un concierto de bar, esos son los que disfruto más, y los que más recuerdos me traen. Hace poco volví a La Noche, mi point de todos los fines de semana en el 2003 - 2006, se presentaba El Diario de Hank, cosa rara (y grupo casi desconocido) ya que ellos no tocan mucho, por eso cuando anuncian presentación la gente se emociona, se empila, se alborota, y todo termina de reventar en el punto de (re) encuentro. Esta vez no fue la excepción y el concierto que duró cerca de dos horas, algo inaudito viniendo de El Diario, superó cualquier expectativa.
 
Ese concierto me llevó a una máquina del tiempo, presentaban su cuarto disco y yo recordé cuando presentaron el segundo en el 2005. No fue en La Noche, fue en el Irish Pub, había más gente en nuestra mesa, pero el entusiasmo era el mismo y lo que me pasó aquella noche se repitió, no podía decidirme por una canción preferida. Prestaba atención a las canciones nuevas y decía esta es, al minuto siguiente, cuando entonaban otra me rectificaba, no esta es, y al final no me decidía por una. Eso es síntoma de que la banda entra de frente al exclusivo círculo de grupos favoritos, y que quiero escuchar siempre, hasta el final, y corear hasta que mis fuerzas me lo permitan.
 
A pesar de que es pop - rock lo que escucho, el tema del amor no es dejado de lado en las letras, entre guitarras eléctricas, baterías y bajos, se cola el sentimentalismo, la ruptura, el renacimiento, la esperanza, los celos, en fin, ya que hablamos de rock nacional, como dice Mar de Copas, algo así como el amor está en el aire. Las canciones me arrancan suspiros, pero los integrantes de las bandas también. Dos en particular.
 
Del primero creo que ya he hablado, pero hace mucho, así que les refresco la memoria. Edgar, el Chato, mi Chato, ex guitarrista de TK. Por ese hombre hacía lo que fuera porque me encantaba su carita de inocencia, su sonrisita tímida, su forma de tocar la guitarra y de distorsionar el sonido al final de Inminente Conjunción, me derretía, y casi muero y voy al cielo la tarde que hablé con él frente a frente. Fue un minuto, y fue una tontera, pero lo recuerdo muy bien. Con el resurgimiento del rock nacional y la proliferación de las listas de seguidores (entiéndase club de fans virtual), se organizó un campeonato interlistas. Yo fui a conocer a la gente de la lista de TK, con quienes intercambiaba mails, pero nunca había visto, y justo esa tarde, en pleno partido de fulbito apareció Edgar, para hacerle barra a los TKdictos (así nos hacíamos llamar).
 
Obvio que puso un pie en el parque deportivo y toda la fanaticada se le tiró encima (él debe haber pensado "en que mal momento se me ocurrió venir"). Yo, muy digna, me quedé a un lado, no era ninguna chibola con las hormonas revueltas. Hasta que de pronto, en un instante en que se libró del acoso descarado de las fans enamoradas, caminó, me vió y me saludó, yo le pregunté si conocía a un pata que estudió su carrera en su universidad, me dijo que si lo ubicaba y cuando se sentó a mi lado, reapareció la tropa para rodearlo y pedirle la foto, foto en la que yo salgo con una cara de puffffff. Pero al menos ese pequeño intercambio de información sirvió para que en adelante, y hasta la fecha, me ubique, me salude y converse conmigo.
 
La charla larga se dio años después cuando tenía mi pequeño espacio en el círculo de radio y él promocionaba su nuevo disco con su nueva banda. Fue una charla larga, con tropezones al comienzo, pero que fluyó divertida gracias a su baterista, Samuel, quien acompañó a mi Chato y con su ingenio hizo que se rompiera el hielo y eso se transmita, una de las entrevistas que recuerdo con más cariño y nitidez (ya que tengo el audio) de aquel experimento llamado "Hora Local".
 
 
Al otro no lo conozco tanto. Es bajista, actualmente sólo hace participaciones especiales con su banda, es recontra perfil bajo, le gusta el trago y una vez, bajo los efectos del trago y la emoción de la presentación del CD de su grupo, casi me lo agarro, casi, pero no (su novia estaba cerca y yo no quería protagonizar una escena tipo culisuelta versus wachiturra, no pues). Mis amigas de la lista de seguidoras de esta banda saben de quien hablo, saben que suspiro por él y que la última vez que lo vi sobre el escenario casi lloro de la emoción y casi se me acaba la batería del celular por la cantidad de fotos que le tomé. Él es mi PPCH, toca en El Diario de Hank y es hermoso, ok, hermoso no es el término, es guapo, guapísimo. Tiene porte, talla, carita, actitud, en fin, es mi amor platónico por excelencia.
 
Vamos a lo interesante, ¿cómo que casi me lo chapo? En el 2005, El Diario de Hank presentaba su segundo disco. Por ese entonces yo ya era seguidora fervorosa, me sabía sus canciones, iba a verlos, y obvio el día de la presentación del disco yo acudí puntual. Si bien estaban vendiendo el CD en la puerta, como lo hace cualquier banda que presenta producción, yo no lo compré, bueno en realidad si, pero se lo di a mi hermana como regalo adelantado de cumpleaños (por eso recuerdo que la presentación fue los primeros días de julio del 2005). Al final de la tocada me aventé encima del estrado para arrancar un set list (entiéndase la lista y el orden de las canciones que suenan durante el concierto) y me di a la tarea de perseguir a cada uno de los integrantes de El Diario para que me firmen el papelito.
 
Me acerqué a mi PPCH y le pedí su autógrafo (misma chiquita de primaria frente a su ídolo), pidiendo disculpas por no haber comprado el CD. Él, lindo y servicial, me apachurró, me estampó tremendo beso en la mejilla y me dijo, no te preocupes, si quieres te mando una caja de discos a tu casa. Yo estaba estupefacta por el afecto demostrado y ni si quiera intenté darle mi dirección porque se me olvidó, sin embargo atiné a pedirle una foto. De nuevo mi PPCH lindo, me volvió a apapachar, miró a otro lado al momento de posar (como siempre lo hace) y se inmortalizó ese instante. Como es de suponer, yo salgo en esa foto con una cara de babosa única, pero cada vez que la veo sonrío y recuerdo esa noche y ese breve intercambio con mi PPCH.
 
 
Esta es la foto, uno de los minutos más felices de toda mi vida, él me apachurra y yo feliz me dejo
 

Hay fanáticas y groupies. Yo pertenezco al segundo grupo, el de las seguidoras incondicionales, que disfrutan a mas no poder cada presentación de su banda favorita, que se fajan por ellos, que esperan entre impacientes y ansiosas un próximo concierto, que apoyan al grupo (siempre que su demanda sea justa, tan descocada no soy), que los escuchan, que compran los discos, que se aprenden toda letra de cada canción.
 
Es una verdad a luces que me muero por los dos patas descritos aquí, y si esta vez revelé los nombres es porque dudo que alguna vez uno de mis platónicos lea esto, y si lo leen sabrán que esta es una confesión algo exagerada de una fan enamorada, una seguidora fiel, una groupie. Y que el corazón de una groupie nunca miente.
 
Canción para confesarse groupie... con esta canción me enamoré de TK. Momento kodak, aquel 21 de mayo del 2004 en La Noche de Barranco, cuando el concierto de TK estaba por terminar y Edgar se acercó al micrófono y dijo, esta canción se la dedicamos a Sandra que está celebrando su cumpleaños esta noche con nosotros (en ese instante logré la sensación de ya no poder más)
 
 
 
 
Otro grupo nacional que me encanta, que visitó mi programita y que hace poco se ha reencontrado (y espero poder volver a verlos muy pronto) es Campo de Almas. Me gustan sus canciones más conocidas: Arial, Gris, El Silencio, Tus alas caerán.... pero esta canción es la excepción (para que vean que no soy tan posera como puedo parecer)
 
 
 
 
 
 
 
 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El retorno de la duendecita

Solteronas y solteros codiciados

Lo que callan los hombres