Yo tengo celos, tengo celos

Yo soy celosa y lo admito. Desde mi punto de vista, el amor es una mezcla de sentimientos: cariño, complicidad, ternura, admiración, tolerancia, pasión y su cuota de celos debe de tener. Una vez me dijeron que los celos en dosis exactas son justos y necesarios, porque demuestran interés. La incógnita ahora es, ¿cuál es esa medida que oscila entre la enfermedad y la indiferencia?.


Por suerte (o por desgracia) he estado en los dos casos "celados", el de la ausencia absoluta y el del exceso. Antes de contarles mi encuentro cercano del tercer tipo con los celos (y los cero celos), debo hacer un apunte a pie de página. Si eres celosa (o celoso) no pienses en una relación con una persona o coqueta o que tenga amigos/as demasiado efusivos. Por un lado, la coquetería es algo inherente a la persona, es una cualidad o defecto, pero es, y al entablar una relación con una persona no podemos atentar contra su naturaleza. Es decir, si eres celosa y él es coqueto, inscríbete en un curso para controlar esas sospechas infundadas o con fundamento, porque él no va a cambiar (y de eso ya hemos hablado muchas veces). Lo mismo ocurre con sus amistades. Poner a un sujeto en la disyuntiva o tus amiguitas esas que siempre te apachurran, te estrujan, se te tiran encima (y bien que a ti te gusta), o yo, es entrar a una cuestión hasta risible. Y se corre el riesgo de salir perdiendo.

Ahora, si, hablemos de la ausencia de los celos. Ausencia total, cero reclamos, cero demandas y cero interés (¿?). Viendo las cosas por el lado amable, es bueno porque puedes vestirte como quieras, ir a donde quieras, salir con quien quieras, bailar con quien quieras y como quieras y si te vas por ahí sola no hay preguntas recriminatorias al regreso. Libertad absoluta, qué rico ¿no?. Pero si nos ponemos drama queen,  traduciremos esa libertad en desinterés. No le interesa si me arreglo, si voy, si vengo, si hago o dejo de hacer, entonces ¿para qué estar juntos si le da igual?

El chibolo que quería refutar mi teoría de que la edad es un factor sumamente importante (e insisto, si me importa que usted sea menor que yo) es un ejemplar de este tipo. Me lo advirtió desde el principio, yo no soy celoso, nada celoso y tampoco me gusta que me celen (otro factor por el que dije no va) y con el tiempo me lo demostró. La prueba mas clara me la dió en mi último cumpleaños. Me llamó para saludarme y pensé que no sería mala idea invitarlo. Llegó y al entrar vió a la estrella del evento, el lindo arreglo de flores que mis AgroBellas me habían enviado. Todo el mundo tuvo que ver con las flores y todo el mundo preguntaba quién me las había enviado. Todo el mundo, menos él, que ni se percató del detalle. Ok, puede ser que sea distraído. Pero no creo que no se haya dado cuenta del emocionado "corazón, que lindo de acordarte" que pronuncié al contestar el teléfono en su delante (era el Eterno y ese "corazón..." me salió de lo mas profundo del alma, es mi amigo y lo quiero, lo juro).

Con él no era el asunto, porque no es celoso, pero tampoco es interesado. Yo esperaba que por lo menos preguntara de quien eran las flores o quien me había llamado, solo por curiosidad, pero no. Si no le importa, pues bien, a mi no me importa lo que haga de su vida y felices todos. Estoy en una etapa en la que quiero hacer las cosas simples.


Veamos el otro lado, los celos excesivos, abrumadores, enfermizos. Puede ser un tema de inseguridad, de falta de autoestima, pero sobre todo es falta de confianza, una pieza clave en toda relación (y yo soy una convencida de eso). Esos celos carcomen la cabeza del enfermo, pero también dejan tremandas huellas y efectos secundarios en la pareja de turno. Eso de vivir para contarla no debería aplicarse aquí, pero hay mas de una que vive en una relación en donde los celos van por delante. No me hago la loca, levanto la mano, yo lo viví, y sobrevivo para contarlo.

El Oficial y yo nos conocimos en una fiesta pre halloween, nos hicimos amigos y al poco tiempo, enamorados. Al inicio todo era bonito, como suele ocurrir, nos estábamos conociendo y todo lo que descubríamos nos gustaba. Caballeroso, noble, inteligente, con ambición sana, con visión, se vestía bien, olía bien, me gustaba su corte de pelo y sus kilos extra jamás me molestaron (en serio, por el contrario, me gustaba que sea apachurrable). Todo bien hasta que empecé un nuevo ciclo en la universidad. Yo estudié en universidad mixta y en mis grupos de trabajo habían chicos. Ahí empezaron los problemas.

Cuando me demoraba mucho y llegaba tarde a casa porque había estado haciendo un trabajo de grupo en casa de un compañero se molestaba. Yo pensaba, qué lindo se preocupa por mi. Luego, cuando yo hacía un comentario del tipo: "qué cuero es Brad Pitt" o "qué bien toca la guitarra el Chato", su gesto cambiaba, de la sonrisa al puchero, y yo lo justificaba, qué tierno, como me cela. Porque jamás lo habían hecho, en todas mis relaciones, la celosa siempre había sido yo. Por primera vez el patrón cambiaba, él me celaba por todo y yo minimizé mi inseguridad.

Al entrar a mi primera práctica pre profesional, las cosas empeoraron. No toleraba que estuviera tantas horas fuera de casa, y lejos de su alcance. Empezaron las llamadas cinco veces al día para recalcarme que me quería, y preguntarme dónde estaba, qué estaba haciendo, qué pensaba hacer y que, por supuesto, respondiera sus te amo con yo también te amo (so peno de pelea si no lo decía tal cual). Cuestionaba mi manera de vestir, de actuar, de hablar, de bailar, de caminar. Me celaba con todo hombre de mi entorno (incluídos tíos y primos), mal interpretaba mis comentarios y de la mano llegaron las escenitas con revisada de correo electrónico y celular, en mi delante o a mis espaldas. Tal vez en su otra vida había sido detective o quería jugar al espía. Sea como sea, la sitaución se escapó de mis manos, y de las suyas también.



En un momento pensé que era mi culpa. Que no debía ser tan amiguera, ni ponerme faldas tan cortas (o sea arriba de la rodilla, el cual era mi límite hasta hace un año, lugo llegó el vestido fucsia a mi vida y todo cambió), ni ser tan afectuosa, ni tan habladora, ni tan risueña. o sea, era una mujer comprometida, tenía que portarme a la altura. Pedí una opinión franca, sensata, el punto de vista de un tercero en este caso era necesario, y hablé con mi buen tío Giu. Él resuelto me dijo llévalo a un psicólogo, porque tantos celos no son normales. ¿A no?, ¿no es un sano interés desmeusrado en mi?, ¿no es una muestra de cariño, y preocupación? No, él estaba enfermo y yo celada al milímetro. Ya no podía confundir sus escenas con preocupación sensata, estaba en medio de un serio problema.

Con los meses todo empeoró, yo me aburrí, me reencontré con el factor divertido, y el resto es historia. Me porté mal, si, lo acepto. Pero me sentía asfixiada, estaba pasando por una claustrofobia emocional. Un viaje de trabajo me ayudó a ver las cosas de lejos (pero no en frío, porque aun estaba en medio de esa relación) y tratar de enmendar algo que ya no tenía arreglo. Teníamos hartos planes, era conocido y querido en mi familia y viceversa, a vista de todos éramos la pareja perfecta, había química, cariño, todo, menos confianza, comunicación y respeto. Fue allí cuando la relación terminó de desmoronarse. Quedé como la mala, pero era eso o arruinar mi vida. No tenía opción (y no me arrepiento ni un minuto).


Los celos, en dosis pequeñitas, como un comentario juguetón, o como una nítida muestra de interés estan bien. Pero confundir la confianza con desinterés, nada que ver, así esta fe ciega sea legítima. Celar a la otra persona hasta con la sombra, es enfermizo, obsesivo y peligroso. Entre la indiferencia y la obsesión hay una línea bien delgadita, visible, pero estrecha, y es difícil mantenerse dentro de ella. En el primer caso, no había interés, en el segundo, había infinita desconfianza y ninguno de esos ausntos son problema mío. Yo soy como soy, quien me queira, bienvenido, quien no, pajaritos a volar, Como lo dije antes, a estas alturas las cosas para mi son bien simples.  

Canción para celosas... y para celosos también aplica. Esta es la tonada que da título al post y no se ustedes, pero para mi esta versión de la canción de Daniela Romo es muy divertida. Ha soltarse las trenzas y confesar que a veces los celos pueden mas que nosotras

    

Yo soy como soy. Me ha costado aceptarme, y espero que quien me encuentre en el camino me acepte tal cual, algo celosa, muy risueña, súper cotorra, con mis arranques y mis silencios, es decir, el paquete completo. Si no, piña y como dice Alaska y Dinarama ni tu, ni nadie, nadie puede cambiarme



Comentarios

  1. CON SU PERMISO, LO COMPARTIRÉ EN MI BLOG..
    ME HA ENCANTADO!
    ME HE DISFRUTADO SUS LETRAS!!!
    GRACIAS...

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