Más mala que tú
Hay que amar para vivir, y vivir para contarla. Enamorarme como adolescente, sin conciencia y sin prudencia, sin mirar adelante, sin darle muchas vueltas al asunto, lo he hecho. Dos veces. Corrí el riesgo y finalmente me rompieron el corazón. Pero, ¿alguna vez hice yo lo mismo? Me declaro culpable, porque como dicen por ahí es tan fácil romper un corazón.
Y no uno, fueron dos. Dos los corazones que rompí sin querer queriendo. Bueno, siendo sincera la primera vez fue sin querer, la segunda fue una larga cadena de infortunios, provocados si, y permitidos también. No me voy a hacer la santa, a estas alturas creo que esta claro que no lo soy. Alguna vez lo dije, el Eterno encabeza varios top 5 personales, con él hubieron varias primeras veces felices, pero como no todo es maravilloso en esta vida, él fue mi primera víctima.
Analicemos la situación, tenía 11 años, no sabía nada de nada. Nada de la vida, ni del flirteo, ni del coqueteo, ni de los amores platónicos. Y de pronto un chico aparece, me pone el mundo de cabeza, acelera mi corazón, y aparece otro mas guapo que alguna vez me firmó un autógrafo y por el que gasté una pequeña fortuna para ir a verlo cantar y bailar. El Eterno y yo éramos buenos amigos, conversábamos muchos, reíamos mucho, había confianza, complicidad, y mucho cariño. Él le daba cuerda a mi vena cotorra, y si en ese entonces había un tema recurrente, ese era Menudo. Me sabía la vida, obra y milagros de todos los integrantes, y en especial de aquel que me alborotaba el corazón, Andy, mi Andy.
Y al hablar de él, frente al sufrido Eterno, no me guardaba ni un ápice de fervor. Estaba ilusionada, cegada y si bien me gustaba el Eterno, me hacía la indiferente, porque mucho más me gustaba Andy. Si, era bastante ingenua, pero recuerden que tenía 10 años. Tanto hablar del cantante este hizo que le desinflara el globo de ilusión que el Eterno quería entregarme y le rompí el corazón. Resulté siendo una delincuente precoz. Mi delito, no poner un límite claro a la fantasía, no diferenciar realidad de sueño.
Años después el Eterno me cobró la factura, y no una, sino varias veces, pero eso es harina de otro costal. Hoy no soy la víctima. Soy la culpable, la delincuente, la bruja del cuento. Pasaba el tiempo, me enamoraba, caía, me levantaba, me levantaban, personajes aparecían, desaparecían, hasta que un día conocí al Oficial. Una noche de fiesta hizo su aparición triunfal. Nos enamoramos, construimos una relación de coincidencias y diferencias, nos complementábamos, y para todos éramos la pareja perfecta. Todos creían eso, menos yo. El Oficial era muy bueno, trabajador, fiel, romántico, detallista pero su defecto destruía todas esas cualidades en one. Era sumamente celoso.
Me celaba con todo el mundo, todo el tiempo. Eso, como es de esperarse, me aburrió, me cansó, me agotó y mató, uno por uno, todos los sentimientos que nacieron en un inicio, y de paso, eliminaron todos los intentos que hice para reconstruir nuestra relación. Sus ataques de paranoia, que incluían revisadas de correo y de celular me irritaban, me molestaban, era demasiado. Un día en medio de una pelea y un ataque (que no se si fue de lucidez o estupidez) dije si me quieres celar, hazlo con razón. Me encontré con un pata (Tigger, El factor divertido), al que había dejado de frecuentar para protagonizar el papel de noviecita inmaculada y fiel. Me divertí como hacía mucho no lo hacía, conversábamos, me contaba sus proyectos con un entusiasmo típico de él, y mientras reíamos y escuchábamos sus demos, sucedió. Nos besamos y abrí la lata de lombrices.
Comprobé en carne propia, y en tiempo récord, la lista de sensaciones que se despiertan tras una infidelidad. Primero la culpa que no me dejaba dormir. Mas que culpa, yo esperaba sentirme sucia, decepcionada de mi misma, pero no, nada que ver, pude haber defraudado a todos, pero nunca a mi. Luego, me sentía fabulosa, la mujer fatal que siempre soñaba ser, y comprobé por enésima vez la famosa teoría de mi profesor Hevia (obvio), el deseo mas grande del ser humano es sentirse deseado. Luego, la necesidad de ceder a la tentación una vez más. No lo hice, presentía que el fin estaba cerca.
Soporté mas arranques de celos, mas revisadas de celular y correo. Nos faltaba todo eso que construye las relaciones: hablábamos mucho, y muchas veces a los gritos, sin embargo ya no nos comunicábamos. El Oficial no me dejaba sola ni a sol, ni a sombra, incluso una vez le dije que iba a ir al cine con mis amigas, y se apareció en la boletería, para comprobar que le decía la verdad (el colmo), la confianza había salido espantada por la ventana. Y me llegaba altamente lo que él pudiera sentir por mi, no quedaba ni rastro del respeto que alguna vez me inspiró. En conclusión, lo que teníamos no iba mas, ni para atrás, ni para adelante, ya no funcionábamos.
Así que una tarde de verano, en medio de un ataque de honestidad brutal le dije lo que sentía. Ya no puedo mas, me abrumas, me aburres, ya no te soporto, tu no me soportas a mi, esta relación hace felices a todos, pero a nosotros no. Hasta aquí llegó todo. Su mirada cambió de la furia a la tristeza y eso contribuyo a que yo me sintiera miserable, malvada, la villana de la novela, la bruja desgraciada que mató a Blanca Nieves e hizo llorar a los 7 Enanitos, la delincuente mas buscada por matar sin piedad al novio. Mas mala que nadie. Mala.
Esta bruja maléfica y cruel, le había arrancado el corazón al pobre mortal que tenía en frente.Me estaba portando como la chica que inspiró una bellísima canción de Ataque 77, Arranca corazones. Dato curioso, un par de meses antes, en el marco de nuestro aniversario yo le había dedicado esa canción, la canción que estaba de moda cuando nos conocimos, y tarareaba todos los días, con la idea en la cabeza de que yo le gustaba a él. Solo me respondió eso, me haz arrancado el corazón. Hablamos una hora, supongo que él quería que yo cayera en mi enorme error y terminara pidiéndole disculpas y otra oportunidad. Pero yo seguía en el personaje de bruja y no iba a dar un paso en contra. Nunca lo hice. Le dije adiós, me di media vuelta, entré a mi casa, y dormí tranquila, como hacía mucho no lo hacía.
La pena de terminar con el Oficial me duró un día entero. Luego sentía como recuperaba el aire, como podía caminar tranquila, no desesperarme si sonaba el celular y no lo encontraba, hacer planes con mis amigas, atar y desatar con mi vida como se me viniera en gana, sin rendir cuentas a nadie. Libre, freedom.
Ese es mi lado malo. He compartido y divulgado la teoría de los HP y las RP. He cantado y bailado, voz en cuello y brazo en alto, así son los hombres, son una basura. He admitido que me han roto el corazón y he vivido para contarla (amar para vivir, vivir para contarla). Pero yo también he roto dos corazones (al menos esos son los que he contado). Y se que duele, a los 24 igual que a los 15, a los 27 igual que a los 13. Son esos tropezones, esos deslices, esas metidas de pata las que me hicieron crecer, madurar, quemar para avanzar. Una mujer imperfecta, con su lado bueno y su lado malo, pero completa, real, tal cual es, sin poses, sin máscaras, sin lágrimas tontas que ocultar frente al espejo.
Canción para decir basta... porque en ambas ocasiones fui yo la que lanzó la piedra, lastimó y dejó heridas que no quiso curar, porque no estaría ahí para hacerlo
Y esta es la canción cursi que le da título al post. Porque las mujeres también guardamos secretos inconfesables, porque me disfracé de la niña dulce que dijo que te vaya bien, y volví a casa a quitarme la máscara y quemarla, porque nunca más la iba a usar. Debía seguir, pero siendo exacta y únicamente yo
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