Nosotras, las zorras

Hace unos días una amiga me contaba, entre sorprendida, indignada y triste, que en una reunión, una chica, que recién había conocido, contó alegremente y libre de culpas, que ella tenía varios amigos con derechos, con todos se liaba, pero con ninguno tenía una relación seria. O sea, la estaba pasando bien. Todo el mundo tomó a la ligera el comentario, hasta que ella se fue y empezaron las críticas y, por supuesto, los juicios, de parte de todos los reunidos, hombres y mujeres. La señorita pasó a llamarse zorra.


De la escena aquí narrada, se desprenden varias ideas. La primera, el hecho de que tanto mujeres como hombres juzguen a la señorita (a quien llamaremos Z). Tomemos en cuenta de que estamos hablando de personas de 30 años en promedio, o sea chicas que creen en el power flower, en la equidad de género, y que celebran con orgullo el 8 de marzo. Sin embargo, ellas sin compasión y sin asco criticaron, juzgaron y cambiaron de nombre a Z, que era sincera al contar su manera de vivir y de hacer.

Algunas, las mas cautas, me dirán que feminismo no equivale a promiscuidad, lo cual es absolutamente cierto. Pero, más allá de feministas o no, todas las mujeres y hombres somos libres de hacer o deshacer con nuestra vida y nuestro cuerpo, como mejor nos parezca. ¿Quieres hacerte un tatuaje? Adelante ¿Mejor un piercing? Dale ¿Meterte con quien se te de la gana a la cama? Bien por ti. Eso si, no lo cuentes en público, caso contrario atente a las consecuencias, porque no es socialmente aceptado. Y eso que estamos en el siglo XXI.

Ahora, Z se puede haber ganado el apelativo por haberlo contado en un grupo que recién la conocía. La pregunta es si la cosa hubiera cambiado si lo contaba en su grupo de amigas. Ahí la cosa podría haberse pinta distinto porque después de todo, son sus amigas y respetan las decisiones tomadas por ella, aunque no las compartan. Por eso mismo, tampoco la juzgarían, menos todavía si se comportan igual, pero de la manera mas discreta posible, porque si no, dejarían de ser bien vistas. Volvemos con lo aceptado o no en nuestra doble moralista sociedad.


Si Z hubiese sido hombre, ¿habría recibido el mismo trato? No pues, a él si lo hubieran aplaudido, celebrado y hasta pedido consejo. A él no llamarían Zorro, el sería un Gurú, y todo porque en su composición genética hay un XY, y porque los hombres pueden promiscuos, infieles, sacavuelteros, jugadores y nadie dice nada. Está en sus genes, o eso cuentan. La cosa es diametralmente opuesta si la mujer es liberal.

Por eso a nosotras nos cuesta tanto decir, sin mido, el número exacto de hombres con los que nos hemos enredado, o incluso agarrado. Recuerdo que en el colegio, el simple hecho de besar a un chico sin estar con él era pecado capital, eras enviada a la hoguera de la indecencia,  por supuesto, no podías comulgar sin pasar antes por el confesionario y rezar una docena de Padres Nuestros. Tal era el escándalo, que era preferible no contarlo. Han pasado más de 20 años, imagino que las monjitas siguen con los mismos pensamientos y la cosa, lejos de arreglarse se ha desbarajustado más.

No podemos reclamar igualdad, equidad y cese de violencia, si nosotras somos las primeras en juzgar a una mujer que vive bajo sus reglas y sin miedo al que dirán. Seamos un poco coherentes y no nos hagamos las calzón con bobos. Estoy segura que mas de una de las presentes en el grupo con el que Z compartió su historia, también cree en la amistad con derechos, e incluye en su lista de amiguitos a chicos que conoció hace 2 horas, solo que prefirió callar antes de ser mal calificada también.

La mítica serie Sex and the City borró el mito, las mujeres también hablamos de sexo, y hasta calificamos a nuestras parejas, pero antes de irnos de boca, debemos pensar en qué y hasta dónde contamos lo que nos pasa o lo que pensamos, lo cual varía según el grupo en el que nos ubiquemos. Por mas sociedad progresista que nos creamos, nuestro pensamiento sigue estando años luz del siglo XXI, y no es exclusivo de nuestra ciudad. Pasa en la vida, pasa en las películas, pasa en el blog.

Canción para soltarse las trenzas... Quien no haya celebrado esta canción, cayéndose de ebria, o buena y sana, miente. No creo que esté mal portarse una vez en la vida como una RP, y al diablo lo que digan los demás


Mas allá de lo narrada aquí, no conozco sobre la vida de Z. De repente es una chica buena que se entretiene con sus amigos con derechos, de repente su nombre es sinónimo de excesos y a pulso se ha ganado el sobre nombre de la reina de los bares



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