Con el estómago
Hace muchos años una profesora a la que recuerdo con poco cariño, nos dijo que para transmitir emociones y para que un artículo sea brutalmente franco se debe escribir con el estómago, porque es ahí donde se centran los sentimientos. Con los años le he dado la razón, el estómago es un órgano vital, casi tan importante como el cerebro, el corazón o los pulmones.
Los nervios se acumulan en el estómago. Imagino que esto le ha pasado a más de uno en su infancia, un resortijón en el estómago que nos pone más blancos que un papel y nos hace temblar como gelatina justo cuando mami o papi descubren la travesura del día, lo cual suele incluir algún nuevo adorno roto por jugar voley, futbol, basquet, o cualquier deporte que incluya un balón en la sala, a pesar de la advertencia de no hacerlo. Cuando nos atrapan, el estómago sufre.
Las mariposas, signo de la ilusión temprana, revolotean en el estómago. De esto ya hemos hablado miles de veces. Cuando te gusta una persona, y te gusta de verdad, no puedes evitar sentir un revoloteo justo en el estómago, y es una sensación bonita, que te hace sonreír, sonrojar y te crea un recuerdo que con los años será grato. La primera ilusión y esas mariposas que brincaban de un lado a otro, felices de la vida dentro tuyo, traen a la cabeza algo de nostalgia y muchos buenos momentos. Cuando nos enamoramos, nuestro estómago nos lo indica.
La ansiedad nos afecta el estómago. No se si a todos les ocurre lo que a mi, pero cuando quiero que los segundos vuelen, que la semana se termine, dar de una vez ese examen que no me deja dormir bien, o algo similar, como cantidades industriales de lo que sea. No es que crezca mi apetito, es ansiedad pura, y claro pues, después de varios días de devorar todo lo que encontraba a mi paso, el espejo se convertía en mi peor enemigo, así como los jeans ajustados que no ponían de su parte para disimular los flotadores que se escapaban por todas partes, y mi barriguita sufría las consecuencias. Cuando la ansiedad nos gana, el estómago se perjudica.
La desilusión se percibe en el estómago. Es todo lo contrario a esas mariposas que tanto bien nos hacían. Al desengañarnos tras una discusión, un ampay, una decisión inesperada, o lo que fuera, nos congelamos, perdemos por un instante la capacidad de reacción y sentimos un pinchazo en el estómago, como si nos metieran una aguja justo en el centro. A veces nos da por llorar, otras por dar media vuelta y avanzar por las malas, otras por negar la situación. Sea como fuere, esa realidad que no nos gusta, pero tenemos que asumir, nos retuerce. Cuando le decimos adiós a la estabilidad, el estómago es el primero en saber que las cosas no van bien.
La ira irrita el estómago. No lo se a ciencia cierta, pero estoy segura que de un tiempo a esta parte, los casos de gastritis deben andar en aumento, porque cuando uno reniega hace hígado, es verdad, pero todos esos litros de bilis que producimos ¿dónde se alojan? En el estómago. Y estos últimos meses, si que hemos hecho trabajar a todo nuestro aparato digestivo, entre una congresista que dice cosas sin querer queriendo, otras que se las quieren dar de dignas y son tremendas forajidas, y unos que no saben ni donde están parados y abren la boca solo para decir estupideces que ya no le dan risa a nadie. Obvio, todos estos congresista son naranjas. Cuando una situación nos asquea, el estómago patalea.
Son muchas las situaciones en las que nuestro estómago cobra protagonismo, a pesar de no ser un órgano muy poético que se diga, o sea, jamás vamos a leer algo así como, haces que mi estómago se estremezca, a menos de que se trate de literatura vanguardista. Todos dicen que las emociones nacen en el corazón, y tal vez sea así, sin embargo, se manifiestan en el aparato digestivo, ahuyentando nuestro apetito por un par de horas, o aumentándolo insistentemente, segundo a segundo. Así sufra nuestra digestión, vale la pena vivir intensamente y revelar nuestros sentimientos con el estómago.
Canción para sentir con el estómago... La primera vez que sentí las mariposas revoloteando con fuerza en mi estómago fue hace muchísimos años. Las recuerdo cada vez que escuche esta canción, y si bien ya no hay ni una oruga en mi panza, la sonrisa se me pinta en la cara
Lo sucedido ayer, la anulación del indulto a Fujimori, me satisface y me devuelve un poquito la fe en la justicia. Ciertamente es lamentable la situación del ex presidente, el séptimo mas corrupto en la historia del mundo, pero cometió crímenes de lesa humanidad y debe pagarlos. Lejos de causarme tristeza, solidaridad o ira las lágrimas de cocodrilo de Keiko, el día mas triste de su vida y la consternación de sus chupamedias, esos que se hacen llamar congresistas y que solo trabajan bajo amenaza, siento apatía. La verdad es que nos devolvieron esa Navidad que no pudimos celebrar. Eso es lo mejor de todo
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