La casaca blanca

Cierto día de mayo, escuchaba el programa del DJ que me rompió el corazón, como siempre lo hacía, mala costumbre con la que me torturaba más que otra cosa. El tema del día era mi prenda camote para el invierno. Yo casi en automático llamé y hablé de mi casaca blanca.


Como todos saben, uno de mis hobbies es irme de compras, actividad que practicaba cada fin de mes, porque siempre se me ocurre que me hace falta algo. Mi último capricho había sido una casaca blanca, para combinar con mis prendas de color claro y porque "estoy segura de que se va a ver linda con mi chompa  gris de cuello alto". En cuento la encontré quedé enamorada, la compré tras el regateo de rigor, y decidí estrenarla una tarde en la que el DJ me había invitado a salir.

Utilizaba con bastante frecuencia la casaca, porque creía que el color me favorecía, le daba algo de luz a las calles teñidas por el cielo color panza de burro de Lima en invierno, y era súper abrigadora. Le agarré cariño a la prenda, tanto que le impregné mi perfume, el de la colonia que uso religiosamente después del baño diario. Por eso, ese día en que escuché que el tema era mi prenda camote de invierno yo pensé en la dichosa casaca.

Entonces llamé a la radio, casi de manera automática, y en interno me contestó el DJ que para ese entonces ya me había roto el corazón. Tras los saludos protocolares yo le dije, tengo dos prendas, una chompa crema que me regaló mi abuelita hace muchos años y combina con todo, y mi casaca blanca, que tiene poca data, pero un montón de historias, si hablara que no diría, mejor que se quede calladita, solté con una desenvoltura y serenidad que me sorprendió a mi misma.

Él me preguntó, ¿hablaría de mi?, y yo le respondí en una que si, porque la había estrenado cierta tarde que había ido a visitarlo. Pero, tranquilo, que este secreto que tienes conmigo nadie lo sabrá, completé, haciendo alusión al archi famoso vals criollo. Los dos reímos. Se que él tiene mala memoria, por lo que pensé que no recordaría la casaca, sin embargo narró algunos pasajes que compartimos, cosa que me emocionó. Me deseó lo mejor, porque te lo mereces recalcó. Colgué contenta. Me sabía parte de sus recuerdos y eso me dejaba satisfecha.


Al día siguiente iba a salir con mis amigas para iniciar las celebraciones patronales por mi cumpleaños. Mientras Pepita Grilla y yo esperábamos a nuestra tercera mosquetera, le conté lo sucedido con lujo de detalles, lo bien que me sentía y contra todo pronóstico, estaba tranquila y contenta, porque él me recordaba, y pedirle eso a un desmemoriado como lo es, ya es bastante. No sé si mi casaca blanca había dejado huella, pero yo con mis frases rebuscadas, con mi modo de ser, con mis idas y vueltas, si ocupaba un lugar, de repente muy chiquito, pero mío. 

O mejor dicho, nuestro, porque esa historia, nuestra historia fue escrita a dos manos. Por eso mismo, no coincidimos en los tiempos, mientras yo despertaba su interés, me trataba de tomar las cosas a la ligera, y cuando él empezó a moverme el piso, ya no le provocaba la emoción que a lo mejor desperté en un primer momento. Alguna vez, Pepita Grilla me señaló que gusto había entre el DJ y yo. Sino no, él no te llamaría, y tú no irías a verlo, así de fácil, y yo asentí, para variar tenía razón.

Si la casaca blanca hablara, daría fe de ello, de lo eufórica que me ponía cuando el nombre del DJ aparecía en mi celular, de lo mucho que me esmeraba en producirme antes de salir a verlo, de esas mañanas, tardes o noches a su lado, abrazados viendo televisión, escuchando esas canciones que a él le afanaban y yo en mi vida había oído, y por supuesto narraría los besos que se sucedían uno a uno y me ponían de vuelta y media. Así de alucinada fui mi historia con el DJ.



Hace un par de años, haciendo limpieza de closet y consciente de que había subido varios kilos, regalé la casaca blanca en una, sin ponerme melancólica, o sumarle carga emocional, porque si no, nunca me hubiera deshecho de ella, el famoso valor sentimental es un factor de primera importancia, cuando se trata de poner orden en mi armario. 

Así como mi casaca blanca, hay objetos a los que les tomamos cariño, por los recuerdos que creamos a su alrededor y que se nos vienen a la cabeza, y se suman desde el momento en que los vimos por primera vez hasta el motivo por el que lo perdimos. Cosas van y vienen en nuestra vida, pero las historias nos superan, y se comparten o se guardan. Yo, resignada a que el sol nos volverá a abandonar en cualquier momento y tendré que voltear mi closet, como lo hago en cada cambio de temporada, quise contarles la historia de esa entrañable casaca, y de cómo supe que el DJ comparte algún recuerdo conmigo.

Canción para compartir historias... Y recuerdos. Si bien, el DJ y yo no compartimos gustos musicales, hay una canción en la que coincidimos, porque a los dos nos pone de buen humor. Parece que, después de todo, no éramos tan incompatibles como llegué a creer



Ya que en este post he hablado de mi gusto por las compras esta canción, tan pre histórica como divertida, me parece precisa. Es el sueño de una compradora compulsiva, como yo, iniciar una historia de amor en un bazar








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