¿Dónde está mi espíritu?

Estas fiestas navideñas, así como todo este año que gracias a Dios ya se está acabando, me están resultando atípicas. No he llenado mi agenda con desayunos, almuerzos y lonches navideños; ni con días de compras que empiezan cuando abren las tiendas y terminan hasta comprobar de que tengo regalos para todos, incluyéndome. En ese escenario es normal que mi espíritu navideño ande desaparecido, por eso, con esa última chispita mariposa que se resiste a morir y que evita que me convierta en un Grinch, me animé a buscarlo.


Como mi casa se convierte en casi casi el hogar de Papá Noel - sede Pueblo Libre cada diciembre, decidí empezar aquí mi búsqueda. Aunque terminé trepada en la ventana de la sala, enredada entre guirnaldas y luces y corrigiendo todo lo que no me convencía del árbol y el nacimiento, no me sentí tan navideña que digamos. Yo siempre me he proclamado como la encargada de logística en el asunto de la decoración navideña, y este año mi participación ha sido casi nula. De repente la situación hubiese sido distinta si acompañaba las tareas decorativas con una banda sonora que redondee la escena. Nietzsche tenía razón, sin música la vida sería un error.     

Ya que los centros comerciales son los más animosos, empiezan con su campaña navideña con dos meses de anticipación y anuncian a los cuatro vientos el encendido de sus arbolitos, decidí pasear por uno, y encima en familia, como para que la cosa sea mas pomposa. Como era de esperarse, fracasé en el intento y salí mas deprimida de como entré, porque obvio, la sensación de estar rodeada de miles de ofertas y verificar que no te alcanza ni para comprar un innecesario par de medias, es realmente horrible. Una compradora compulsiva como yo, no puede estar con los bolsillos vacíos en un centro comercial, a menos de que quiera tirarse de cabeza del puente más próximo. En los centros comerciales no está mi espíritu navideño.


En un intento casi desesperado acepté sin dudar mucho una espontánea caminata de media tarde con mi Pepita Grilla, y ella puede ser muy buena amiga, muy buena escuchando y muy buena aconsejando, aunque algunas veces las dos andamos a pasos perdidos por la vida, pero no se distingue por ser amante de la navidad, llegando al nivel de que si ve a un animado duendecito agarra el primer objeto cortopunzante que encuentre y lo ataca. O sea, quería encontrar ni espíritu navideño al lado de una Grinch consumada. Lo se, fue una mala idea y mi bendito espíritu no se asomó ni de broma, pero al menos me maté de la risa y me animé un poco. Punto a mi favor, y a favor de Pepita Grilla que me demuestra, de nuevo, que nuestras paltas exstenciales no debemos tomárnoslas tan en serio.

Intuía que mi espíritu navideño podía estar en donde menos lo esperaba, por ejemplo en un concierto acústico gratuito de Mar de Copas. Entonces, me fui a ver a la mencionada banda sola con mi alma, mis ganas de escucharlos, corear sus canciones y levantar mi brazo para sentir ese feedback de energía, tan típicos en los conciertos mardecoperos, bastaban y sobraban. Fue bonito verlos en escena después de tanto tiempo y muy de cerca, y tan emocionada estaba que se me olvidó buscar mi espíritu navideño, así que si estaba ahí, entre fanáticos de Mar de Copas, consolas de sonido y guitarras en oferta, no lo vi. Parece que también he perdido mi poder de concentración.

Ya que estaba por Miraflores, y ese distrito es uno de los más entusiastas cuando de Navidad se trata, me di una vuelta, esperando cegarme con sus luces multicolores, muñequitos a diestra y siniestra, nacimientos tamaño XL y, por supuesto, su árbol gigantesco lleno de bombitas brillante, pero ¿qué creen?, parece que el espíritu navideño también se le escapó a todos los vecinos de Miraflores, incluido su alcalde, porque no encontré la algarabía que esperaba. Una que otra casita decorada, unas lucecitas discretas y un árbol que no es el más espectacular que he visto. Ese patrón se repitió por todas las calles por las que pasé de regreso a casa. ¿Será que todos los espíritus navideños se han ido a la huelga?


Por último, con las esperanzas extintas, leí esos posts que escribía sobre navidad desde que existe este blog. En todos les contaba lo mucho que me emocionaban las compras, los reencuentros y los preparativos. Que, si bien es cierto, nadie se salva de caer en una mini crisis por la proximidad de la Navidad, es una fecha que merece celebrarse por todo lo alto, porque vale la pena recordar el nacimiento más importante de la historia, y es una ocasión para reunirnos y regalarle tiempo a la familia. Ese es el sentido real de la fecha marcada con rojo en el calendario.

Justo allí encontré mi espíritu navideño, medio tibio, medio descolorido, medio resentido porque estuve a punto de olvidarme de él este año, pero con ganas de celebrar, de brindar con champagne, espumante, o lo que haya a la mano, de cenar en familia, compartiendo risas, historias, un rato bonito para olvidarnos de todo, por ejemplo de que el país se está cayendo a pedazos.

Esta navidad no es consumista, y no me tocaba una así hace muchos años. Entonces lo mejor es olvidarse de la billetera flaca, de los regalos misios y demás, y sentirse agradecido con eso inmaterial que se tiene y que, por ser cotidiano, no se aprecia. Tener cerca a la familia, tener una cena deliciosa sobre la mesa y un techo sobre la cabeza es más de lo que podemos pedir, ¿o no?

Y también tener todas mis facultades físicas y mentales, aunque a veces me desquicie un poco, y las facilidades para desearles desde este pequeño espacio una Feliz Navidad. Siempre hay alguien con buen humor, pídanle que les regale un poquito, reneguemos menos, riamos más y con ganas, total la vida es una sola y, si nos provoca, podemos convertirla en un carnaval, Un carnaval navideño.

Canción para reconciliarme con la Navidad... Pase lo que pase en algo no voy a cambiar de opinión, odio los villancicos, no los soporto, me parecen lánguidos, tristes, pasados de moda, aunque esa de los pastores a Belén corren presurosos me simpatiza. Si no se la saben, aquí se los comparto, y con karaoke, como para aprendérsela en tiempo récord



Mientras buscaba mi espíritu navideño recordaba a The Beatles y esta canción precisa para bodas y para estas épocas en las que hace falta paciencia, buena voluntad, esperanza.. A veces, todo lo que necesitamos es amor




   





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