2017 tenemos que hablar
Cuando una relación se aproxima a su final, uno de los dos involucrados se arma de valor y lanza esta frase lapidaria, "tenemos que hablar". Bueno, ya que el final irremediablemente se acerca, es momento de conversar. Si, (des) estimado 2017, tú y yo tenemos que hablar.
Estimado 2017: Quiero ser lo más sincera que se me permita en estas líneas, porque estos 365 días que has traído de la mano me han dejado un montón de preguntas y disconformidades. La primera es, me puedes explicar qué te he hecho yo para que me trates tan mal ¿Alguna vez te puse mala cara?, ¿te puse cabe y me reí a carcajadas cuando caíste?, ¿te tire barro con ventilador?, ¿te quité al novio? Soy honesta al decirte que tengo la conciencia bien limpia, y tú no tienes un motivo fehaciente para darme con palo. Y no te hagas el loco, que sabes perfectamente a que me refiero.
Por si sufres de amnesia selectiva, te recuerdo que te recibí con el mejor de los ánimos, deposité todas mis esperanzas en ti, decreté que debía ser un año de cambios y me dije, empezar bien para estar bien. Pero no pues, a ti se te dio la gana de hacer y deshacer tu antojo y pintarme todo el panorama color hormiga atómica. Cuando te hablaba de cambios laborales, me refería a migrar a otro trabajo, no pasar de la Población Económicamente Explotada, o PEE, a la Población Económicamente Ociosa, o PEO, de buenas a primeras, en one y sin un plan B a la vista.
Y cuando te decía que me gustaría conocer nuevos lugares y personas, me refería a viajar, no a pasearme por cuatro clínicas diferentes y presentarme con un montón de médicos distintos, todos con un diagnóstico, cada uno mas desalentador que el anterior. Repito 2017, que no entiendo que hice para que hayas sido un reverendo canalla conmigo. Digamos que el corte abdominal, los días de reposo y todo lo que supone un proceso pre y post operatorio lo sobrellevé estoicamente, con dignidad y decoro. Pero lo que no soporté fueron los calambres que me acompañaron por varios meses y son un dolor indescriptible, que me tumbaron en la cama y me hicieron llorar, literalmente.
De mi situación financiera no voy a hablar, porque no quiero deprimirme, aunque ese ha sido el constante de cada uno de los días que me has traído, 2017, depresión, disconformidad, tristeza, rabia, todo junto y a la vez. Me has dejado en el piso y me has pasado un camión lleno de los elefantes que se balanceaban sobre la tela de la araña y llamaban a uno más por encima. Me has tratado peor que a una zapatilla vieja. Tan, pero tan mal, que la madrastra y las hermanastras de la Cenicienta son tres dulces querubines a tu lado.
Dicho todo esto, es comprensible 2017, de que estoy feliz de que te vayas por fin, de que te acabes, de que te digamos hasta nunca, finales finitus, la salida es por la puerta de la derecha, lárgate y no vuelvas más, ni si quiera regreses a mi memoria, porque créeme, en el futuro cuando alguien me diga "te acuerdas del año 2017..." mi cara va a delatar todo el fastidio que me has causado y voy a justificar uno por uno los motivos por los cuales vas a irte derechito y sin escala a un baúl llamado cosas que no quiero volver a ver ni en pelea de perros.
No quiero recordar los días a pleno sol y yo privada de ir a la playa, no quiero recordar mis bolsillos llenos de aire, no quiero recordar todos esos conciertos a los que quise ir y me quedé con las ganas, no quiero recordar los cólicos a los que hice mención líneas arriba, no quiero recordar las declaraciones de ciertos congresistas, cada uno mas imbécil que el anterior, no quiero recordar nada que venga de ti 2017. Lo único que quiero que se quede en mi cabeza es que te fuiste entre pifias y suspiros de alivio, y sobreviví para contarlo, o en este caso, para odiarlo y olvidarme.
Admito que no te recibí con toda la pompa que te mereces, es más, reconozco que hubiese preferido darte la bienvenida en pijama, desde la comodidad de mi cama, mirando desde mi balcón los fuegos artificiales, y envidiando la suerte de esas miles de personas que te suelen celebrar hasta el 2 de enero bien entrada la tarde. Imaginaba que ibas a entender mi situación, pero me equivoqué. Ahora, el hecho de no haberte recibido con el mega festejo, no es excusa, porque lo mismo pasó con tus amiguitos, 2016, 2015, 2014 y así, en escala descendiente hasta llegar a 1982, con muy poquitas excepciones, y ninguno de ellos se portó tan mal como tú.
La experiencia me ha enseñado que esperar con fe y afán un año mejor no lleva a nada bueno. Así que ahora que te vas 2017, quiero decirle a tu sucesor, el 2018, que no le voy a pedir nada extraordinario, solo que tenga lo que tenga que ser, y que de preferencia no siga tu nefasto ejemplo. ¿Difícil? No. Simplemente que las cosas sigan su curso y si aparece una curva ascendente, que se lance y entre todos empujemos el coche para salir adelante. Si los peruanos volvemos al Mundial ya todo es posible, ¿o no?
Entonces, hasta nunca 2017, y 2018, respira hondo antes de entrar en escena y ármate de valor porque la cosa está fea, pero con un poquito de voluntad, otro de empeño y solo una pizca de suerte, lo podemos superar. Nos podemos superar.
Canción para despedir al 2017... Honestamente, he estado tan ensimismada en mis cosas que este año no me deja ninguna canción excepcional, porque no me van a decir que Despacito y Felices los 4 son creaciones magistrales. Esta canción tampoco será un temón, pero tiene el plus de que es de factura nacional, se presta para celebrar y, lo mejor de todo, pude escuchar en vivo este año
Mi buena estrella, que se acordó de mi existencia, permitió que vea un par de veces a Mar de Copas este año. Una de esas ocasiones fue hace un par de semanas, en versión acústica, y lo que más me gustó fue escuchar, después de mucho tiempo, esta canción que tantas veces celebré y canté voz en cuello. Prenden otro fuego, de repente es momento de encender una chispita mariposa por aquí también
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