Apariciones

Ella no creía ni en las apariciones, ni en las casas embrujadas, ni en los espíritus chocarreros. Escuchaba con poca atención las historias de las almas en pena. Debe ser que a mi nunca me ha pasado, por eso soy escéptica se justificaba. Sin embargo ella tenía sus propios fantasmas, que justo en el momento menos pensado aparecieron, uno tras otro, en fila india, y no había ni armarios, ni espacios bajo la cama en donde esconderse. 




Un correo electrónico marcó la reaparición del primer fantasma. Uno que ella perdió y enterró para olvidarse de su existencia. Seguía respirando, y ella podía terminar de despertarlo y sumergirse de nuevo en un jueguito que la verdad, la verdad le aburría y le había dejado de gustar hace mucho, o desaparecer sin dejar rastro. Ella solía hablar de sus fantasmas sin tanto problema, pero de este jamás dijo nada, porque le avergonzaba, le recordaba un pasado del que prefería desentenderse, es su secreto mejor guardado. Por eso mismo eliminó el correo, mandó de paseo al fantasma y fin del tema. Hay asuntos a los que no se les debe dar importancia. El primer fantasma es exactamente eso.

El segundo espectro venía, también de un tiempo muy, muy, muy lejano. En ese entonces, los dos se enamoraron, tuvieron un romance demasiado idílico para ser real, por eso y porque ninguno de los dos tuvo la suficiente generosidad, voluntad y madurez para enfrentar los tiempos difíciles fue que la ilusión se reventó en las narices de ambos. Ella quería empezar de nuevo, lo más lejos posible de él, por eso le contó una vida que no es para nada la que actualmente tiene. Por eso no piensa responder sus saludos, por eso no le cuenta nada, por eso no le da entrada. Lo conoce a la perfección y sabe que en un par de semanas él se aburrirá de enviar mensajes que no tendrán respuestas y se esfumará, como buen fantasma que es.

En el momento menos esperado se cruzó en su camino la tercera reaparición. Este no era un fantasma, por eso mismo ella nunca quiso enterrarlo. Trató de olvidarse de él con todas sus fuerzas, pero no pudo, y un día finalmente admitió que esa tarea era imposible, la sobrepasaba, se escapaba de sus manos, más que de su voluntad, por eso resignada, lo tenía entre sus recuerdos gratos, y lo traía a su cabeza muy de vez en cuando. Al encontrarse con él sonrió, pero no se le doblaron las piernas, no sintió mariposas en ninguna parte, no se puso roja cual tomate cherry, no pasó nada. La persona a la que ella quiso tanto no era un espectro, pero el sentimiento que la unió se extinguió. Lo comprobó en el momento en que se abrazaron y ella no quiso que se detuviera el tiempo. Cuando él se marchó, tampoco tuvo ganas ni de recordar cada instante de esa escena recién construida, ni de contárselo a nadie. El amor era un fantasma, y ella no le tiene miedo a los fantasmas.



A diferencia de los anteriores, que reaparecieron sin pedirle permiso a nadie, al último fantasma ella lo llamó, siguiendo un principio que él mismo le contó hace mucho tiempo, y ella nunca olvidó, en una relación el primero que cede, el primero que busca, el primero que trata de restablecer el lazo, es el mas inteligente, y ella justo ahora se siente lo suficientemente astuta como para dar el primer paso. Ese mensaje fue casi, casi un impulso. Por eso se sorprendió al recibir una respuesta que, como siempre, encontró cordial, y la invitaba a seguir reconstruyendo. Fue en ese instante, en que comprendió que esta reaparición no era un fantasma, era una memoria a la que no le había hecho justicia.

Tras darle vueltas al asunto, se dio cuenta que este último reaparecido que ahora tenía en calidad de recuerdo grato no era un fantasma, la fantasma era ella. Llegó a esa conclusión cuando entendió que el tiempo no pasa en vano, que en 15 años las cosas han cambiado, ella ha cambiado y no hay marcha atrás. Los espectros con los que se reencontró no la encuentran porque esa mujer a la que buscan no está más, es un fantasma que desapareció sin dejar rastro.

Tal como Juan Preciado reconoció que estaba muerto al final de la novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo, ella se dio cuenta que si bien en esencia es la misma, ha quemado para crecer, y ha dejado muertos y heridos en el camino, los mismos de los que se ha olvidado para no cargar más culpas. Ella era experta en limpiar conciencias, debía sanar la suya también. Su imagen hace 15 años está borrosa. Eso sucede con los fantasmas.

Canción para olvidarse de los fantasmas... Mandando volar a algunos espectros y rescatando algunos para tenerlos en esos inmensos baúles que tiene en su cabeza con el rótulo de recuerdos, ella se siente en paz. Mientras respira tranquila, pide que quienes le rodean, tengan los ojos bien abiertos, porque ella no es la misma

 

Estas reapariciones han introducido a la protagonista de esta historia a una máquina del tiempo, encontrando un montón de canciones que alguna vez hizo suyas, porque así lo sintió en ese momento de su vida. Por ejemplo esta que ahora, reconciliada con ella misma, escucha sin tanto reparo

   

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