Los recuerdos de una tragedia
El 15 de agosto de 2007 los peruanos, principalmente los pobladores de Lima e Ica, vivimos de manera literal lo que anunciaba el titular de un diario al día siguiente: "2 minutos de terror". Han pasado 10 años, ya nadie recuerda mucho a los damnificados, a los muertos, a los heridos. Tiene que pasar una desgracia al otro lado del mundo para recordar que aquí también la tierra tiembla.
Lo sucedido ese día a las 6:40 pm lo recuerdo clarito. Estaba en la universidad, haciendo hora para mi primera clase de Fundamentos de la Publicidad. Había estado escribiendo en el CENDOC, ubicado en el tercer piso de mi facultad. Me disponía a guardar mi libreta y mi lápiz para ir al salón cuando empezó, todos los presentes nos miramos y salimos sin pensarlo tanto.
Yo, tal como había escuchado y pongo en práctico hasta la fecha, me quedé parada en el umbral de la puerta del CENDOC. En la puerta contigua había una chica que me decía, como que es bien larguito ¿no? Asentí, volteé la mirada y la gente atiborraba las escaleras, todos querían bajar al mismo tiempo. La chica y yo coincidimos en que no era prudente bajar sino hasta que terminara. Así lo hicimos. El patio estaba repleto de gente, algunos comentaban lo sucedido, otros lloraban, otros, los más bromistas, gritaban de alegría por el milagro de haber sobrevivido.
Solo atiné a llamar a mi casa. Las líneas habían colapsado. Pensé utilizar un teléfono público, pero las colas que se formaban a su alrededor eran interminables, esa imagen era totalmente tirada de los pelos, cosas que solo ocurren en una situación atípica, como la que se estaba viviendo. Estaba asustada, y presa del miedo salí de la universidad, crucé el puente tan rápido como pude, no vaya a ser que venga otro temblorcito, me agarre acá y la canción pensaba, tomé el primer bus que vi y me fui a casa. El camino no se me hizo largo, en realidad no calculé cuanto tiempo demoré. Seguía sintiendo que estaba en una película surrealista y el final estaba lejano aún.
Llegué a casa y, tal como lo sospechaba, todos estaban en la sala, escena que se repetía cada vez que una desgracia sucedía. Mi papá recién volvía de ver a su mi abuela que vivía a 3 cuadras de la casa, en una quinta antigua que soportó el remezón. Todos los canales locales hablaban de lo ocurrido, contaban que la magintud del terremoto era 7.3, el epicentro había sido Pisco y habían pérdidas, materiales y humanas.
En las horas siguientes aumentaron las réplicas, y las cifras de muertos. El 15 de agosto, antes de dormir las últimas noticias informaban que habían fallecido poco más de 20 personas. A la mañana siguiente la cifra había ascendido, y lo siguió haciendo hasta llegar a los 597. Era una tragedia en su máxima expresión, ni más, ni menos. Como sucede en estos casos, las autoridades van a las zonas más afectadas, para dar su apoyo a las víctimas, comprometerse con la reconstrucción, con la reposición de los servicios en el plazo inmediatamente y bla, bla, bla. Esta vez el parloteo era creíble, porque Alan García era presidente, y a ese señor se le cree todo. Hasta la fecha, yo creo que en una vida anterior fue un encantador de serpientes, esa labia no es de gratis.
Aunque el miedo y la incertidumbre se hicieron sentimientos constantes por ese entonces, algunas personas al ver y escuchar el dolor que invadía a la gente de Pisco, se preguntaba qué hacer. Se empezaron a recolectar frazadas, ropa, víveres, agua, todo era bienvenido. La repartición fue un desastre, porque si bien los pobladores más afectados por el terremoto estaban tristes, también eran presa de la desesperación. Camión que llegaba con ayuda, era saqueado en cuestión de segundos. Se debía poner orden en medio del caos, pero no se sabía por donde empezar.
Tuve la oportunidad de leer varias crónicas sobre lo ocurrido. La que más me conmovió fue la de Renato Cisneros, que en ese entonces contaba sus dilemas amorosos en su genial blog, Busco Novia. Allí narró sus impresiones tras haber ido a Pisco y ver de cerca todo lo que la televisión transmitía, y llegó a la conclusión que sus quejas y demandas eran mínimas al lado de las personas que habían perdido más allá de sus casas, sus padres, hijos, abuelos, esposos, enamorados, amigos, gente cercana y querida.
Han pasado 10 años y nos acordamos del terremoto en el aniversario, o cuando hay un sismo de grandes magnitudes fuera de nuestras fronteras, tal como pasó en Chile, Japón y Haití. Si da pena, si nos acordamos que estamos en una ciudad que puede ser sorprendida por un terremoto en cualquier momento, si pensamos que no estamos preparados por una tragedia de enormes dimensiones, si sabemos que debemos tomar precauciones aunque nunca las adoptemos, y si entendemos que no deberíamos tomarnos a la broma los simulacros, porque no son una pérdida de tiempo.
El objetivo de este post es, un poco recordar lo sucedido hace 10 años, otro tanto pensar en que puede repetirse y ser peor en cualquier momento, por lo que es necesario tomar conciencia y adoptar una cultura de prevención, y también recordar que la podemos estar pasando mal, pero siempre hay alguien que puede estar peor. Consuelo de tontos, sin embargo, cosas así se simples ayudan a sentirse bien por lo que se tiene. A veces con la vida basta.
Canción para rememorar el terremoto... Ese mismo 2007, en diciembre, Soda Stereo llegó a Perú con su gira Me Verás Volver, concierto al cual no fui, cosa de la que me voy a arrepentir hasta el último de mis días. Memorable el momento en que Cerati dijo Fuerza Perú, al cantar Cuando pase el temblor. Y otro instante para la posteridad se dio cuando todo el Estadio Nacional coreó Persiana Americana, un himno
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