Aquella noche

Una mañana de un sábado cualquiera Él le envió un mensaje a Ella. Era lo usual, ambos se comunicaban un día si, y el otro también, siempre tenían algo que contarse. Solían hablar sobre el clima que estaba cambiando, sobre los revueltos políticos, sobre el tráfico en Lima. De pronto Él le preguntó a Ella si tenía planes. Ella le mintió y contestó que nada. Entonces Él la invitó a salir por la noche. Ella aceptó.


Acordaron comunicarse a las 5 de la tarde para sincronizar relojes y fijar el sitio del encuentro, punto medio entre tu casa y la mía, propuso Ella. Muchas veces habían planeado encontrarse, nunca lo habían concretado, por eso Ella no estaba muy entusiasmada, por eso tenía un plan B, por eso a las 5, hora en la que Él prometió llamarle, Ella ya estaba peinándose. Si no me llama, me quito al otro lado se decía, mirándose al espejo. Cerca de las 6 el celular sonó.

Efectivamente, era Él diciéndole si le parecía bien encontrarse a las 7 en el parque favorito de Ella. Ella aceptó, había olvidado la hora y al ver el reloj entró en pánico. El parque en mención quedaba a 30 minutos de su casa, por lo que tenía otros 30 minutos para maquillarse, cambiarse, volverse a cambiar, conseguir un taxi y llegar puntual y radiante. No era la primera vez que luchaba contra el reloj, pero no importa cuantas veces lo hagas, esos minutos siempre son estresantes. Ella ganó la batalla, y media hora después de hablar con Él, estaba en el taxi, respirando tranquila, yendo a la esquina del parque.

Él si estaba tarde, le voy a dar una mala primera impresión, pensó mientras marcaba su número para avisarle que iba a llegar 10 minutos después. A Ella le pesó haber tomado taxi, pero planeó tomar un energizante mientras lo esperaba. Evaluó lo que había hecho durante el día y concluyó que en definitiva lo iba a necesitar. Por eso llegó a la esquina del parque, entró a la tienda del grifo, compró su bebida y se sentó en una mesita, cerca a la ventana, a esperar. Admitió que estaba ansiosa, que ese encuentro se había hecho esperar bastante, por lo que esperar unos minutos más no era nada.


Ella salió de la tienda y decidió dar una vuelta. Cuando regresaba al punto de encuentro, Él la llamó para decirle que ya había llegado, entonces Ella apuró el paso y lo vio, de pie, sonriente, bien peinado, bien vestido, y suponía que olería rico, cosa que confirmó cuando le dio un beso en la mejilla al saludarlo. Sonrieron nerviosos los dos, empezaron a caminar, y buscar una banca. Ella propuso ir hasta el malecón y sentarse frente al mar, a Él le encantó la idea. Al poco rato estaban hablando como si fueran amigos de siempre, después de todo ya llevaban 4 meses comunicándose por Whatsapp. Ella pensaba, es guapo, Él le repitió varias veces que su voz era muy bonita, tal cual se lo había dicho cuando hablaron por teléfono por primera vez.

La estaban pasando bien, pero el otoño se hacía sentir en las noches, y antes de que uno de los dos fuera víctima de una hipotermia, Él propuso ir a una cafetería cercana para beber un expresso. Ella le siguió los pasos, bebió un capuccino, pidieron dos croissants, a sugerencia de Él, y siguieron palpando la química, se llevaban bien, y se les veía bien. Ella hablaba sin pausa, como lo hacía cuando estaba nerviosa, y se quedaba callada cuando notaba que se le estaba pasando la mano. Eso a Él no lo incomodaba, la plática, que a veces se tornaba un monólogo, se le hacía entretenida.

Por eso, le propuso alargar la velada e ir a un bar cerca de donde estaban. Era el bar favorito de Él. El lugar estaba lleno, y había una larga fila de personas que esperaban entrar. A Él no le gusta esperar, ni hacer cola, así que cambiaron de destino, cayendo en un bar pintoresco. Ella recordó capítulos de sus años universitarios, los desvelos, sus prácticas, las noches de fiesta después de parciales, o las bombas de campeonato tras finales. Él también le contó sus historias, y las tremendas noches de juerga que tenía con sus amigos sin ninguna razón especial. Era un hombre que vivía intensamente, que disfrutaba, que desafiaba lo que se le ponía en frente y tenía metas claras, eso a Ella la deslumbró. 

Pidieron dos chilcanos, y al terminarlos, dos más. Recordaron más anécdotas, celebraron cada vez que el DJ soltaba una canción de los noventas, a ambos les gustaba la música de esa época porque los remitía a su adolescencia. Al acabar sus bebidas decidieron darle fin a la noche. se despidieron con otro beso en la mejilla. Al volver a casa, Ella repasaba los pasajes de esa noche. Él se había sumado varios puntos.

Dos días después Él le envió un Whatsapp, Ella respondió apurada y sonriente. Hablaron sobre su salida. Ambos se habían llevado una grata impresión, pues se encontraba inteligentes, interesantes, locuaces. A pesar de que Ella era pausada, y Él atolondrado, a veces, encontraron complementariedad. Por eso, Ella decidió hacer algo que nunca antes había hecho, invitar a un chico a salir. 

Repasó el guión una y otra vez en su cabeza, hasta que una tarde de buena a primeras le propuso a Él ir a ver una película que estrenarían la semana siguiente y Ella moría por ver. Él aceptó, aunque le dijo que tendría que ser en una semana más pues, para variar, estaba ocupado. Ella dijo que lo esperaría, que pusiera la fecha, sentía que su agenda solía estar más vacía que la de Él y que podía ajustar sus horarios a los suyos, siempre y cuando sea fin de semana, Ella era muy metódica y odiaba salir hasta tarde entre semana e ir a trabajar con cara de desvelo.

Casi abortan el plan, porque Él andaba más ocupado de lo usual y Ella estaba perdiendo la paciencia. Él lo notó, inventó tiempo y finalmente fueron al cine. A ambos les gustó la película, no será digna de un Oscar, pero está buena para pasar el rato opinó Ella, sacando a la crítica de cine que llevaba dentro, Él asintió, y empezó a recomendarle otras películas, ya que era medio cinéfilo. Aunque la pasaron bien, algo le decía a Ella que no se entusiasme demasiado. Ese algo era su intuición, la misma que nunca se equivoca.


Siguieron en comunicación, pero cada vez con menos frecuencia, y menos tiempo. Antes podían pasarse horas hablando por el Whatsapp, ahora con las justas Él respondía los saludos que Ella enviaba. La situación la incomodó, la fastidió y la hartó. Dejó de enviarle saludos, para ver si se hacía extrañar, pero naca la pirinaca, así que en un arranque de sensatez, Ella borró el número de Él del directorio de su móvil, esa era su manera de cerrar la historia aunque se quedó con muchas preguntas en la cabeza, algo de nostalgia y una pizca de tristeza.

Las interrogantes de Ella fueron resueltas meses después, cuando encontró de pura casualidad el facebook de Él, esa misma red que jamás había compartido con Ella. La foto de perfil habló por si sola, Él estaba con una chica, a la que conoció a la par que se encontraba y conversaba con Ella. Las amigas de Ella le dijeron que la chica estaba bine feita, como buenas camaradas, y Ella aunque se sintió bien, confirmó que el hombre perfecto no existe. O de repente si, pero Él definitivamente no lo era.

Canción para finales inesperados... A veces una historia, da una inesperada vuelta de tuerca que nos descoloca, nos deja varios cabos sueltos y un mal sabor de boca. De una un otra manera, en mayor o menor medida nos deja algo atormentados

 

Él y Ella compartían gustos musicales. Ella lo descubrió una mañana, cuando Él le dio los buenas días con esta canción








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