De amor, separatas y universidades

Algunos textos de psicología aseguran que la mayoría de personas conocerán, o conocieron, a su esposa/o o concubina/o  en las aulas universitarias. De no ser así, por lo menos algún compañerito de carpeta en la universidad nos robó un suspiro. A mí varios me robaron muchas noches de desvelo y más de una sonrisa nerviosa. Así fue el amor en tiempos de universidad.


La época universitaria me gustó. A pesar de las trasnochadas estudiando, los trabajos enciclopédicos, los corre corre para que el tiempo alcance, los pleitos típicos en los trabajos grupales, la terrorífica semana de parciales y la doblemente aterradora semana de finales, me gustaba aprender cosas que a la larga si me iban a servir en la vida real. Por supuesto, me hice de muy buenas amigas, que ahora son mis colegas, y amigos a los que de vez en cuando me encuentro y recuerdo con gran cariño.

Como saben, sobre todo si leen mi blog con mucha atención y desde el principio, mi etapa universitaria se divide en dos: entre 1998, fecha en que ingresé, y el 2000, año en el que salí abruptamente; y el 2003, año de reingreso, y 2008, cuando finalmente terminé la carrera. Fue en la primera etapa en la que varios chicos aparecieron y me tuvieron de vuelta y media. Uno en especial, Alf.

Nunca supe porque lo bautizaron así, nunca supe si le incomodaba que le dijeran así, nunca supe a ciencia cierta si sabía que me derretía por él. Alf apareció en mi salón de cachimbos, no era de mi grupo cercano de amigos, pero de vez en cuando conversábamos, comparábamos notas, nos poníamos de acuerdo para plagiar en los exámenes, aunque nunca lo llegábamos a hacer, en fin, nos ubicábamos y había cierta simpatía. Y cada conversación sostenida con él, era reproducida en mi cabeza y en mi diario. 

Hay dos momentos que lo incluyen a él y que recuerdo con especial cariño. El primero fue mi cumpleaños número 18, en 1999. Yo iba llegando temprano a clases y nos encontramos. Íbamos caminando, hablando de los parciales y antes de separarnos le dije, hoy es mi cumpleaños. Me abrazó, me sonrió y me dijo disculpa la ignorancia. Ese fue mi mejor regalo, un abrazo y un saludo, un poco obligado, pero sentido, del muchacho que me quitaba el sueño.


El otro recuerdo, fue del día en que me matriculé, tras casi 3 años de ausencia en la universidad. Estaba revisando todo mi material correctamente ingresado, los horarios ya cuadrados, y cuando estaba por salir, justo Alf era el encargado de dar por finalizado el proceso de matrícula. Me miró, me sonrió, vio mi carnet de ingresante, me dijo has cambiado un montón, se te ve mucho mejor. Yo me quedé muda, le sonreí, le agradecí y me fui. Es hasta ocioso decir que la sonrisa se quedó grabada en mi cara una semana entera, y en ese momento pensé que era el destino. Ahora admito que solo fue una casualidad, la cual en su momento me hizo muy feliz.

Alf fue mi gran ilusión en estudios generales, pero al entrar a la facultad la cosa cambió, ligeramente. Una de las clases que más disfrutaba era la de expresión escrita. La dictaban en el taller de periodismo, el profesor es un genio y su jefa de prácticas es una linda. Además, el grupo que se formó era muy chévere, todos nos ubicábamos y nos divertíamos haciendo los trabajos en clase. Entre ellos había uno que tenía cara de angelito y siempre me imprimía mis trabajos, ya que la impresora del salón y yo no nos llevábamos bien. Él era mi Angelito.

Mi Angelito y yo coincidimos en varias clases de la especialidad, pero como que amigos, amigos, no éramos. Por ahí nos sentábamos cerca, me pedía algún lapicero, corrector, u otro útil olvidado, y que yo siempre tenía, y listo. Era totalmente platónico, por eso se me desinfló un poco el globo cuando, sabiendo su rendimiento pobre, caí en cuenta de que era recontra relajado.  Como que eso hizo que me dejara de gustar tanto y me sentí aliviada al nunca haber algún compartido un trabajo grupal con él.


Río dice que la universidad es cosa de locos, y todos le damos la razón, pero creo que la universidad también tiene su lado bonito. Como conté líneas arriba, me hice de amigos que ahora son mis colegas, por las clases compartidas, y por el tiempo fuera de las aulas también. Fue así, y por un grupo de amigos en común, que conocí a E. Nuestras facultades quedaban una en frente de la otra, por lo que era normal encontrarnos en el patio, en la fotocopiadora, en la máquina del café o en la entrada de la biblioteca. Siempre que nos veíamos, terminábamos conversando, porque era un gran orador, cualidad que cualquier abogado debe tener, imagino.

Con el tiempo, descubrí que E, no sólo era buen conversador, sino también gran bailarín, y no necesariamente por su destreza, sino porque lo disfrutaba mucho, casi tanto como yo. Eso sucedió en el cumpleaños de una amiga en común, el cual fue celebrado en una discoteca de moda. Si bien E y yo estábamos en el mismo grupo esa noche, cada uno bailaba por su lado, hasta que mi pareja de baile se cansó, y E me jaló a la pista, en donde permanecimos hasta que nos sacaron para volver a nuestras casas. Tanto la discoteca, como ir a bailar con este grupo de amigos en común, se hizo costumbre. También se hizo tradición que nos dijeran, ya mucho baile, es hora de fugar.

Tanto los temas de conversación inagotables, como el gen bailarín de E, llamaron mi atención e hicieron que se me moviera un poco el piso por él. sin embargo había algo que no me terminaba de cuadrar, y hasta ahora no sé bien que fue. Lo que si recuerdo es que, antes de que empezara a babear por él, apareció el Intermedio, quien con sus gestos, su bonito bla bla bla y toda la melcocha que derrochaba, borró de un plumazo a todos mis amores platónicos universitarios.


Si bien, hubieron muchos chicos que me impresionaron en la universidad por su pinta, por su lucidez, o su sentido del humor, a los mencionados en este post, son a los que recuerdo con más cariño. Tras mi salida de la universidad, perdí el rastro de la mayoría, coincidiendo muy de vez en cuando con Alf, y si bien se me venía a la cabeza todo lo que me gustaba, ya no me llamaba tanto la atención. Y no era que los años lo hubieran desmejorado, era que al reingresar yo había cambiado un montón, y no solo físicamente, como él lo notó en el proceso de reingreso.

Canción para recordar los años universitarios... Esta canción me trae a la cabeza a Alf, porque aunque él jamás lo sepa, alguna vez se la dediqué, esperando a que adivine mis gestos de amor, que en realidad era ilusión, y a que en mis brazos, algún día, encontrara calor

   

Cuando Shakira presentó su MTV Unplugged, en el 2000, me empezó a gustar el triple. Gusto que se mantuvo hasta que empezó a cantar Loca, Loba, y no se cuantas tonterías más que me desencantaron. Esta canción de ella, me recuerda lo mucho que me gustaba y las clases de expresión escrita, las cuales eran amenizadas con el televisor encendido en MTV, otro de los motivos por los que disfrutaba tanto ese curso

 



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