Licencia para soñar(te)

Es cierto que vale la pena soñar, y que para hacer realidad los sueños hay que despertar primero. ¿Qué pasa cuando esos sueños involucran a otra persona?, ¿podemos darle rienda suelta a la imaginación o es mejor pedir permiso antes?, ¿necesitamos licencia para soñar a alguien?



Los románticos empedernidos y quienes aman experimentar con el corazón, que siempre termina mal trecho, no necesitamos licencia para soñar, nos la damos sin mas, sin pedir permiso, y sin medir las consecuencias, sobre todo cuando no distinguimos ilusión de realidad, y nos olvidamos de Calderón de la Barca que decía que los sueños, sueños son. Entonces esa persona que nos mueve el piso, que nos trae de vuelta y media, no nos quita necesariamente el sueño, pero si se inmiscuye en ellos, o mejor dicho, lo traemos a rastras. ¿Qué puede ser interpretado como un permiso para soñar? Vivir para contarla.

Es una licencia para soñarte esa mirada que se cruzó con la mía. A lo mejor esperabas que te mirara y te saludara para verme sonrojar, a lo mejor estabas mirando sin mirar, a lo mejor te quedaste dormido con los ojos abiertos, a lo mejor algo o alguien, que no soy precisa y necesariamente yo, llamó tu atención. Basta con decir que hoy tus ojos se cruzaron con los míos, y eso es una licencia para soñarte.

Es una licencia para soñarte esa sonrisa que me regalas al cruzarnos, al saludarnos, al coincidir, siempre acompañada de un hola, buenos días o qué cuentas. Esa sonrisa que me encanta, que la verdad me derrite y que hace que se me ilumine el día y que sonría mas de lo normal. Por suerte suelo estar de buen humor y mostrándole las muelas a medio mundo, sino sería difícil de disimular que hoy me sonreíste y eso es una licencia para soñarte.

Es una licencia para soñarte ese mensaje que llegó a mi whatsapp, solo porque si. Querías saber cómo estaba, si estaba enterada del próximo concierto de Calamaro, qué opinaba de Mercedez Aráoz y la televisión basura. Antes, cuando recién nos conocimos, hablar por el whatsapp por horas era usual, ahora no tanto, el tiempo desgasta todo, incluso el interés, por eso tu mensaje me entusiasma tontamente, y aunque parezca una adolescente estúpidamente eufórica, esa hola, qué tal, es una licencia para soñarte.


Es una licencia para soñarte esa invitación para salir, sobre todo porque se demoró en darse y porque, creo que a estas alturas ya lo sabes, yo no suelo tomar la iniciativa, me cuesta hacer una invitación porque le tengo pánico, terror, casi casi alergia al rechazo, es algo que no puedo dominar. Por eso esperé estoicamente, algo me decía que iba a ser en el momento menos esperado, y menos ideal, y así fue. Esa noche, mientras me maquillaba tratando de controlar los nervios, típicos de la primera cita, pensaba que esa invitación es una licencia para soñarte.

Es una licencia para soñarte todos los detalles que tuviste conmigo en la primera cita, la elección del lugar, que sabías me iba a gustar, la invitación a continuarla en un bar que me llenaba de recuerdos, la conversación amena, tus historias que me hacían reír, tu paciencia cuando nació mi vena cotorra, tu interés por lo que te contaba. No sé si fue real, o hiciste tu mejor actuación, sólo se que me sentí bien esa noche, y eso es una licencia para soñarte.

Es una licencia para soñarte la promesa de una próxima cita. No sé si es la fórmula típica de despedida, no basta con decir chau, debe ir acompañado de un te llamo, aunque esa llamada nunca llegue, es más, ni si quiera sea un plan. Tampoco sé que tanto cambie la situación cuando se planea el lugar y la actividad de la próxima salida. Solo sé que quiero ir a tu bar favorito y contigo obviamente. Esa idea, medio a medias, sin promesas tragicómicas, sin nada concreto, es una licencia para soñarte.


Siendo sinceros, no necesito licencias para soñarte, y creo que lo sabes, porque sabes que me considero romántica hasta caer en la cursilería, hasta rozar lo ridículo, hasta aburrir, y te lo conté sin tanta vuelta. Por eso tu también me contaste que eres detallista cuando te nace serlo, que eres una persona sin filtro y que no tienes miedo de tomar decisiones y mantenerlas hasta el final. 

Me entusiasmas, no te miento, pero tampoco te lo digo, no me atrevo, por eso me limito a esperarte, a aventurarme con cautela, a leer entre líneas para convencerme de que ese gesto es otra licencia para soñarte. Si. esa misma que no necesito.

Canción para darse licencias... La persona a la que va dirigido este post, es una de las pocas personas en el mundo a quien le gusta mi voz, y dice que se escucha igual en vivo que por teléfono. Y me lo recuerda cada vez que respondo algún saludo suyo al whatsapp por mensaje de voz. y entonces se me viene a la cabeza esta canción, recontra melosa, que justifica una llamada con un escuchar tu qué tal




Este post sin querer me muestra más eufórica que de costumbre. Casi, casi el retrato de esa adolescente desmelenada que nunca fui. Estúpidamente eufórica, frenéticamente estúpida, como canta Fuera del Resto cuando acaba la fiesta







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