La Boda Real

En abril, todo el mundo hablaba de la boda del año, aunque más parecía la boda del canje, ya que quienes se casaban vendieron los derechos de transmisión de su matrimonio y les llovieron los auspiciadores, quienes les pusieron de todo: local, decoración, banquete, flores y hasta ajuar, con tal de ser nombrados un par de segundos. Mientras eso ocurría en la televisión peruana, siempre tan pintoresca, en el mundo de las AgroBellas quien daba la hora era la Princesa, quien también había anunciado su boda.


Mi naturaleza romántica no me permite ser irónica con el tema de las bodas, menos si se compromete gente a la que quiero. Por eso cuando me enteré del compromiso de mi amiga, la Princesa, solo se me ocurrió enviarle un sms felicitándola, me sentía feliz por ella, y era sincera al decirlo. Mi historia con la Princesa tiene etapas. Nos conocimos hace 10 años, cuando las AgroBellas no estábamos ni en proyecto. Ella era recepcionista y yo la practicante del área de comunicaciones de la ONG. Conversábamos lo esencial, hasta que me hice su clienta habitual, si necesitaba cosméticos, sabía a quien pedirle.

Me fui de la ONG y regresé tres años después, con la intención de quedarme más tiempo. Así, en los almuerzos, su majestad y yo nos fuimos conociendo y haciéndonos amigas, meses después, fuimos fundadoras de las AgroBellas junto con mi Institución, la Seria, la Risueña, la Coqueta y la Encantadora. En ese conocernos, me contó que estaba enamorada, y tenia una relación larga con el chico en mención.

Cuando conocí al chico, me cayó en gracia. Se notaba que se llevaban bien, había química, producto de los años que llevaban juntos, y se les veía bien juntos, eran Ken y Barbie, ni mas, ni menos. La pregunta siempre caía de madura, y Princesa, para cuándo la boda, Ella se reía y se quedaba callada 

Hasta que en febrero un álbum en el facebook nos dio la respuesta, una boda entre nobles se aproximaba. Al mes del anuncio ella nos compartió la fecha y todas hicimos espacio en nuestras agendas. Ese sábado de noviembre no estaríamos para nadie, sólo para ella, so pena de morir en la horca si no asistíamos al magno evento.

Los días pasaban, el tema siempre se filtraba en las conversaciones entre AgroBellas, y siempre se asomaba por ahí la despedida de soltera. La Princesa siempre era quien organizaba nuestras reuniones, esta vez me tocaba tomar la posta a mi, pero como el entusiasmo era general, la voluntad sobraba, todas pusimos manos a la obra y le organizamos una reunión pre boda como ella se merecía, una noche de Princesas con harto trago, que produjo que hiciéramos tamaños papelones.



Las semanas que siguieron pasaron volando, como siempre pasa el tiempo, y entre todos los preparativos previos a una boda, que siempre hay, así seas la prima lejana y olvidada de alguno de los novios y estés yendo más de metiche que por otra cosa, llegó el día. El gran día de la Princesa, y la ocasión para que nos reunamos, sino todas, la mayoría de las AgroBellas.

¿Cómo fue la boda? De ensueño, perfecta, digna de la realeza, como tenía que ser. Todo de primera, de revista, para el recuerdo. Y, como suele ocurrir en las bodas, todo fue muy emotivo. Desde que el novio caminó solemnísimo al altar, hasta el primer baile de ambos, pasando por la entrada de ella, las canciones en la ceremonia religiosa, el discurso de la mamá del novio y del papá de la Princesa, los globos volando, y un montón de detalles que hicieron de ese sábado de noviembre una fecha para la historia.

No voy a entrar en detalles sobre la relación de los novios, porque no la conozco al milímetro, más allá de lo que ella nos compartía, y no voy a pecar de chismosa. Lo único que puedo asegurar es que esta boda fue el resultado de una larga relación, de un largo conocerse, reconocerse, quererse, asumirse, comprometerse, esforzarse. La boda fue perfecta, la pareja que la protagonizó también, su historia es original, es propia, es de ellos, y no la han finalizado, sólo han abierto un nuevo capítulo en el que los objetivos cambian.

Ahora toma sentido eso de que el amor es buscar en la felicidad de la persona querida, la felicidad propia. No es un cliché, es lo que tiene que ser, y debe ser un tremendo trabajo ¿Se imaginan? Sueñas con un ascenso, pero te causa más felicidad que a él lo promuevan. O te va bien en la maestría, pero él está deprimido porque chocó el auto y eso te pone gris el día. A la larga de eso se trata, y por eso prometes ante Dios, el cura y todos los asistentes que vas a estar ahí, para él o para ella, en las buenas y en las malas.


Y quien está en las buenas y en las malas es la familia. Así que si hacemos un análisis semiótico de la famosa frase: en las buenas y en las malas hasta que la muerte nos separe, es decirle a la otra persona, ahora somos una familia, así que me corresponde la mitad de todos tus bienes, y también la mitad de tus  logros, tus penas, soportar tus berrinches, pataletas, depresiones, cuestionamientos existenciales, en fin, El paquete sale completo, y no se aceptan devoluciones.

Volviendo al tema de fondo. Este post, que puede estar un poco soso, tiene un solo objetivo, Desearle a mi amiga, la Princesa y a su flamante esposo, toda, toda, todita la felicidad del mundo. Se lo merecen por ser buenas personas, por asumir el reto de compartir sus vidas, por aventurarse a vivir de la mano, porque ocasiones como la que ellos celebraron nos devuelven la fe en el amor bonito, y a los románticos como yo nos logran emocionar hasta el lagrimeo.

Porque cuando se quiere, se quiere bonito, y cuando hay amor, nada más vale la pena. La aventura empieza, les toca vivirla con intensidad.

Canción para celebrar el amor... No recuerdo cual fue la primera canción que bailaron los esposos después del vals. Lo siento, estoy desarrollando un déficit de atención que está minimizando mi asombrosa memoria. Lo que si recuerdo es esta canción, que bailamos con la Princesa en el centro, como tiene que ser

 

La Princesa y yo somos promo, tenemos la misma edad y crecimos escuchando las mismas canciones, por eso nuestros gusto musicales van por ahí, aunque ella es más baladas de la hora del lonchecito, y yo rock progresivo de algún bar suterráneo. Pero creo que compartimos el gusto por Vilma Palma, y ojalá por la canción que me provoca escuchar hoy




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