Y de pronto te extraña
Tuviste un día terrible. Estas agotada y son esos momentos cuando más valoras tu cama y tus reglamentarias y sagradas ocho (aunque en esas épocas se reducen a seis) horas de sueño. Y justo cuando estas en rumbo directo y sin escalas al reino de Morfeo, suena el teléfono.
Tu primera reacción es pensar que es el despertador y que otra vez las horas de sueño se te han quedado cortas. Pero en micras de segundo te das cuenta que está demasiado oscuro para que sean las 6 de la mañana, o antes, y que ese no es el ringtone que diariamente te da los buenos días, y que cuando programaste pensabas que era una gran idea, como para despertar de buen ánimo, pero ahora relacionas esa canción que tanto te gustaba con el momento más doloroso del día, el de dejar la cama.
Supones que tienes que contestar con tu voz de ultratumba, y no ves quien está del otro lado de la línea porque no puedes abrir los ojos, así de grande es tu pereza en ese momento. Tras un aló digno de alguna recepcionista de funeraria oyes una voz que se te hace familiar, pero hace mucho no escuchabas, ¿es él? Si, es él, el sujeto ese que te busca a la muerte de un obispo, que está como perrito faldero, que busca tu atención y después de conseguirla, hace acto de desaparición.
Ese, al que todos, todos, toditos, te han recomendado enterrar en el país de si te vi, no me acuerdo porque no me quiero acordar, pero tú, terca lo mandas con boleto de ida y vuelta, y cuando regresa, después de un par de actuaciones que son falsas y ridículas, pero tú decides calificar de tiernas, es recibido con los brazos abiertos y todos los mimos que se merece porque esta vez todo será diferente (si, claro).
Ese, que después de demostrarte una vez más que nada va a cambiar nunca, regresa a su rutina, y lamentablemente has caído en ese círculo vicioso. Se ven, se apachurran, la ilusión dura un par de horas, luego desaparece, tú lo mandas a la hoguera, lloras un poco, reniegas de él, se deja ver, te da una larga explicación de su ausencia, las mismas que incluyen unas sentidas disculpas y propósito de enmienda, y todo vuelve a empezar, hasta hoy, que te llama a una hora inconfesable.
Supones que tienes que contestar con tu voz de ultratumba, y no ves quien está del otro lado de la línea porque no puedes abrir los ojos, así de grande es tu pereza en ese momento. Tras un aló digno de alguna recepcionista de funeraria oyes una voz que se te hace familiar, pero hace mucho no escuchabas, ¿es él? Si, es él, el sujeto ese que te busca a la muerte de un obispo, que está como perrito faldero, que busca tu atención y después de conseguirla, hace acto de desaparición.
Ese, al que todos, todos, toditos, te han recomendado enterrar en el país de si te vi, no me acuerdo porque no me quiero acordar, pero tú, terca lo mandas con boleto de ida y vuelta, y cuando regresa, después de un par de actuaciones que son falsas y ridículas, pero tú decides calificar de tiernas, es recibido con los brazos abiertos y todos los mimos que se merece porque esta vez todo será diferente (si, claro).
Ese, que después de demostrarte una vez más que nada va a cambiar nunca, regresa a su rutina, y lamentablemente has caído en ese círculo vicioso. Se ven, se apachurran, la ilusión dura un par de horas, luego desaparece, tú lo mandas a la hoguera, lloras un poco, reniegas de él, se deja ver, te da una larga explicación de su ausencia, las mismas que incluyen unas sentidas disculpas y propósito de enmienda, y todo vuelve a empezar, hasta hoy, que te llama a una hora inconfesable.
Abres tus ojos de par en par, aclaras la voz y un poco indignada le preguntas qué quiere. Entonces ese, que se las sabe todas, te cuenta que te extraña, y un montón, que no puede dejar de pensar en ti, que siempre te recuerda, que te hecha de menos y todas esas expresiones que, seamos francas, nos gusta escuchar. Antes de que le digas "ay, yo también" y entres a la ruedita de hámster que tanto te gusta (porque no hay otra explicación para que entres a ella una y otra vez), reflexionemos.
Si te extraña, piensa siempre en ti, te recuerda a menudo y toda ese parloteo barato fuera verdad, no te llamaría en la madrugada pues. Y no valen justificaciones del tipo he estado muy ocupado, no sabes como ando entre el trabajo y el estudio, no tengo tiempo ni para respirar, porque cuando uno quiere llamar, lo hace, a una hora decente, aunque le corten las manos. Pero él no, él te llama en plena madrugada, y espera comprensión, cariño e inflada de ego gratuita para luego volver a olvidarse de ti, a pesar de que te recuerda cada día de su miserable vida, ¿cómo se hace eso?
Entonces tienes dos opciones. La primera, la que te hará sentir bien (y a él extraordinariamente bien) es conversar con él, derretirte ante cada palabrita melosa y hasta ir a darle el encuentro, porque el verdadero amor no conoce horarios, ni cansancio, ni la reunión a la que tienes que ir mañana temprano con pleno uso de todas tus facultades. Antes de que abras tu closet de par en par para diseñar un outfit tipo "soy regia hasta cuando duermo", no sin antes llamar a un taxi seguro, tómate un minuto y lee la opción b.
Chotéalo. Ignóralo. Mándalo volar. Dile que no terminas de comprender que extraterrestre es, y que tal vez esta hora de la madrugada es el momento ideal para conversar en Melmac, pero aquí en la Tierra, nuestro lindo planeta azul, no. De paso cuéntale que no le crees ni media palabra, porque si te extrañara estaría pendiente de ti, buscándote, luciéndote, llenándote la agenda y él, no lo ha hecho, no lo hace y no lo hará. Por último, recálcale lo que alguna vez dijo la genial Soltera Codiciada en un post similar a este, cuéntale que ya sabes lo que quieres y nica es él.
Hazte un favor, y hazle un favor a la humanidad, que esas llamadas de emergencia en plena madrugada por un pata que aparece y desaparece con la misma facilidad con la que se cambia de camisa, no son para confesiones sinceras. Y si es un jueves, viernes, o sábado (en el mejor de los casos) no es porque todos sus amigos lo han abandonado, sino porque ha salido con ellos, y ninguna chica lo ha empelotado, entonces en un momento determinado, dedujo que no necesita la atención de ninguna mujer que guste de menearse al compás del ras tas tas en alguna discoteca o bar, si te tiene a ti, que siempre lo vas a escuchar, consentir y tratar de buena manera, sin perder la sonrisa y los ojos de mujer enamorada.
Eres libre de tomar cualquiera de los dos caminos, por último sarna con gusto no pica, y a lo mejor solo quieres pasarla bien con él y la hora no importa. Pero si estás en ilusión -landia, mandando manazos de ahogado porque de alguna manera subconsciente sabes que ese viaje lo estás emprendiendo sola (o sea, lo emocionas tanto como una canción de Ricardo Arjona), cuelga el teléfono y sigue durmiendo.
Tomemos en cuenta que ocho horas de sueño completas traen múltiples beneficios, retardan el envejecimiento y te permiten tener activas todas tus facultades motoras y mentales. ¿Y ese? Ese no, así que pajaritos a volar, a soñar se ha dicho y buenas noches los pastores.
Canción para llamadas de madrugada... Es simple deducir que el sujetillo este no te quiere, y si empiezas por admitir y decirle en voz alta lo mismo, vas a terminar por creértelo, asumirlo y poder volver a decirle, con más convicción, hoy ya no te quiero y no tiene remedio
José Luis Perales no llamó, o tal vez si y no lo sabemos, a él lo llamó una amiga, o hermana, o hija, o ex, a contarle que ya fue, y tenía la determinación de irse con la sonrisa de carmín, el bolso que le regaló y el vestido sin estrenar. Es la canción de mi abuelita, y nos la presta para ilustrar este post (pero prestadita nomás)
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