Amor reciclado

Hoy en día todos somos ecológicos, amamos a los animales, protegemos el medio ambiente, compramos productos amigables con el ecosistema y reciclamos todo lo que se nos ponga delante. En cuanto a sentimientos, también podemos reciclar. La pregunta es ¿vale la pena?


La norma es reducir, reusar, reciclar. Entonces nosotras bajo ese concepto decidimos reducir la lista de amores que no funcionaron, reutilizarlos bajo el rótulo de enamorado y reciclar ese amor que creímos muerto hace un tiempo atrás. O, tras un desliz emocional decidimos reutilizar a ese ex y aplicar la célebre teoría del clavito, en la cual quedó claro que para algo sirven los ex.

Pongámonos en el caso de que queremos resucitar ese amor que habíamos dado por muerto, es más, lo enterramos el día que rompimos fotos y tiramos a la basura regalos, tarjetas, destrozamos peluches, o sea, le hicimos caso a aquella canción que dice que no quede huella, que no, que no. No dejamos ni rastro de ese bodrio sentimental por nuestra salud emocional. 

Sin embargo, en un arranque de sensatez (o estupidez) pensamos que todos tenemos derecho a una segunda oportunidad, por eso cuando nuestro ex vuelve cual perro arrepentido (con sus miradas tan tiernas, con el hocico partido y el rabo entre las piernas) nos olvidamos de todo y lo recibimos con los brazos abiertos, previa súplica, eso si. Sumamos a esto una frase que siempre usaba mi abuelita: más vale malo conocido que bueno por conocer. Una idea bastante conformista y perezosa (sorry abue, pero esa es mi opinión).


Es mucho más sencillo quedarnos o volver con alguien que ya conocemos de paporreta, que empezar con el proceso previo a cualquier relación, salir, conocer nuevas personas, primeras citas nerviosas en las cuales podemos meter la pata, decepcionarnos, volver a ponernos en vitrina (aunque esto suene un poco machista).

Y todo lo que viene después aprender los gustos y disgustos de esa persona, amoldar nuestros horarios, espacios, manías y formas de ser. Es bonito porque todo es novedad, es cierto, pero también es una mega chamba. Entonces, para evitar la fatiga, nos quedamos con ese desgraciado que nos destrozó, creyendo que no repetirá su error y haciendo oídos sordos a otra frase conocidísima: gallina que pica huevo, aunque le quemen el pico.

Decir que un hombre no aprende de sus errores sería mentir, pueden parecer tontos, pero no lo son. Sólo son menos susceptibles que nosotras. Cuando las mujeres presentimos que metimos la pata, tratamos de resarcir nuestra falla, corregirla, buscar una solución y no repetir más esa mala conducta. Pero ellos la fastidian mal, la friegan completamente, la malogran para recién hacer propósito de enmienda y mejorar en su siguiente relación. O sea, eso de echando a perder se aprende, lo debe haber inventado un hombre.

Volviendo al tema de fondo, ¿hasta que punto es recomendable reciclar un amor? O en buen cristiano ¿vale la pena volver? Yo creo que depende la magnitud del error, porque el pata puede estar recontra arrepentido y te jura que nunca más lo hará. O ha pasado algún tiempo y te das cuenta que ha cambiado y la llama aún arde. Pero la última palabra la tienes tú y lo más importante es resguardar nuestro bienestar emocional y nuestro corazón que no está dispuesto a recibir un magullón más.


A la pruebas me remito. Si, yo me vestí de verde y aposté por el amor reciclado, lo peor es que fue más de una vez. La más memorable fue la primera. Terminé y volví n veces porque estaba templadísima, tanto que imaginaba que me iba a casar con este sujeto y creía absolutamente todo lo que él decía.

Este chico, fue el primer enamorado "importante" que tuve. Me conquistó con detalles mínimos y algo prefabricados, y vivimos juntos una serie de primeras veces las cuales hicieron que me enganchara más y tuviera fe ciega en él, imaginando tras cada reconciliación que sería definitiva, que esta vez si nos quedaríamos juntos para siempre, que ya nada dañaría esa relación en la que apostaba mi corazón.

Él no era de Lima, pero estudiaba y tenía la intención de encontrar trabajo aquí, por eso viajaba constantemente a su ciudad natal. Inicialmente yo, ingenua y bastante inocente, pensaba que aunque sería difícil no pasar todos los fines de semana juntos, podríamos manejar el tema de la distancia y sería algo temporal, hasta que encontrara un trabajo que haga que se establezca aquí.

Me equivoqué y fue precisamente esa distancia entre mi casa y su casa paterna por la que terminamos varias veces, incluida la última. Solía irse sin previo aviso, o alargar su permanencia de buenas a primeras, o permanecer allá en fechas claves tipo día de los enamorados, mi cumpleaños o aniversarios. Pueden parecer tonterías, pero yo tenía 19 años y esos detalles eran detonantes para un ruptura.

  
La separación duraba un par de días, semanas, a lo mucho un mes, luego venía la llamadita arrepentida, la salidita y la conversación que finalizaba con un beso de telenovela y una serie de promesas que jamás cumplió, entre ellas hablar con mis papás, lo cual era una señal legítima de que sus intenciones conmigo eran serias. 

Hasta que un día, después de otra terminada y harta de que diga una cosa y haga exactamente lo opuesto traté de pensar con calma y ver aquello que ignoraba a propósito. Llegué a la conclusión de que si volvía con él una vez más debía aceptar que la distancia siempre estaría presente y que mientras los dos no tuviéramos ni la voluntad, ni el ingenio para retarla, representaría un causal de problemas. Dije, si vuelvo con él debo aceptar pasar fechas especiales, celebrar alegrías y llorar penas sola. No estaba dispuesta. En este caso el reciclaje atentaba contra mi estabilidad y realmente, no valía la pena.

En conclusión, antes de reciclar piensen bien si vale la pena, si están dispuestas a dar borrón y cuenta nueva, si en realidad esa ruptura fue mas un arranque que otra cosa, si creen que el tiempo y las circunstancias que han vivido ambos los ha hecho personas mejores y más compatibles, y sobre todo, si hay pruebas tangibles de que corrigieron eso que les hizo poner punto final a su relación.

Reciclar si, pero siempre y cuando los sentimientos se encuentren en buen estado, realmente tenga futuro y no atente contra nuestras convicciones y emociones. Sólo por precaución, cuidemos al corazón con chaleco anti balas y en una caja a prueba de fuego que debe ser colocada lejos del alcance de los niños y los canallas.

Canción para reciclar amores que valen la pena... Este enamorado "importante" me dedicó un montón de canciones,y viceversa, porque claro estamos enamoradísimos, por eso yo aseguraba que burlábamos las distancias, pero esta nos volteó la tortilla y se rió en nuestras caras. No se si fue (mala) suerte, lo que si se es que en algún momento de mi vida canté convencida esta tonada de Shakira

 

Aunque la intención sea la mejor, así como la voluntad para que esta vez la relación prospere hay factores que pueden jugar a nuestro favor, o en contra. A pesar de que los protagonistas son los mismos, la historia recibe nuevos aires, por lo que ya no es igual


    



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