Yo me quedo

De un tiempo a esta parte he desarrollado una peculiar debilidad por los zapatos. Esta costumbre de entrar a cuanta zapatería con descuento encuentro a mi paso, y salir con un par nuevo, ha reducido el espacio en mi closet. Por eso estoy siguiendo el consejo de una amiga que también tiene problemas de espacio, por cada par de zapatos que compro, deshecho uno. En cuestión de experiencias, también podemos reemplazar una por otra. ¿Con qué vale la pena quedarse?



Podría quedarme con ese recuerdo de un corazón roto y mis ojos llenándose de lágrimas aquella noche en que se supone todo estaba calculado para que me regales al menos un beso más, pero todo cambió en cuestión de segundos. En ese momento corroboré algo que ya sabía, pero prefería no prestar atención para no malograr la bonita historia que escribía, el sapo no se iba a convertir en príncipe, en la vida real no funciona así (y en la película de Disney, La Princesa y el Sapo, tampoco).

Pero a fin de cuentas nuestra historia fue bonita, extensa y con varios momentos cumbres que guardo con el mayor cariño, el mejor de todos fue ese primer beso que se hizo esperar tanto que lo descarté. Justo cuando era materia olvidada, me lo regalaste y abrimos un colofón. Yo me quedo con los detalles de esa noche de junio, cuando tu me besabas y en mi cabeza sonaba alguna balada cursi.

Podría quedarme con esa sensación que me produjo aquel sms que me enviaste, el mismo que confirmó lo que hace meses imaginaba, había otra, que en realidad es la oficial hasta la fecha. Me habías convertido en tu pasado, sin pedir permiso, sin despedidas, sin explicaciones, que siendo honesta no te hubiera pedido, lo que tuvimos empezó de la nada, y se acabó como si nada.

No voy a negar la intensidad, la electricidad, el revoltijo de emociones que provocaste durante el tiempo en que permanecimos juntos. Tampoco negaré que me gustó comprobar que mal que bien, me recuerdas, asumo que no con tanta nostalgia, pero al menos me supe ganar un sitio entre tus memorias. Yo me quedo con esas tardes eternas en tu casa, hablando sobre la nada y sintiéndolo todo.




Podría quedarme con tu ausencia infinita y tu costumbre de jugar a las escondidas. Con esos correos que nunca recibieron respuesta, los saludos que nunca respondiste, las salidas que nunca se dieron. Prometimos muchas cosas, jugábamos con la idea de todo lo que podría suceder, queríamos repetir un millón de veces aquella primera cita, el vino, al conversa, las risas, la telepatía, los recuerdos, las coincidencias, la vista de esa noche que parecía sacada de un cuadro.

Me confesaste que fue una cita perfecta, yo te conté lo mismo. Me parecías un chico franco, sincero, natural, ese pata bueno que hace rato andaba esperando, por eso, aunque te dejé en suspenso, tu propuesta de aventurarnos a lo que venga juntos me gustó, y recuerdo con cariño cada conversación, siempre largas, siempre sentimentales, siempre plagadas de escenas imposibles. Yo me quedo con tus palabras bonitas, las mismas que te creí totalmente ciega, si yo también sufrí de ilusión prematura alguna vez.

Podrías quedarme con tus repuestas ambiguas ante mi pregunta habitual ¿a dónde nos llevas esto?, ¿qué somos? Tus contestaciones me dejaban más confundida de lo que ya andaba, aunque en realidad yo sabía muy bien que no estábamos enrumbando a ningún lugar, al menos no a alguno a largo plazo. Aún así te tenía fe, confié en ti, aunque no lo creas, hice todo lo posible por creerte y pensar que estabas igual de confundido que yo y por eso querías que todo fluya.

Lastimosamente las relaciones adultas no fluyan, o son o no lo son. Nosotros estábamos entrampados en una no - relación, cuando lo asumí, huí, antes de terminar con el corazón destrozado, una vez mas. Esa decisión no borra nuestras charlas en esa banca que hicimos nuestra, los besos robados, las palabras bonitas que a veces me regalabas y las risas que me arrancabas. Yo también te arranqué más de una sonrisa, con esos mini y mega detalles con los que me gustaba sorprenderte. Yo me quedo con tu sonrisa sorprendida, y esas bromas entendibles solo para dos.


Esos baúles llenecitos de recuerdos que guardo en mi mente se multiplican, y necesito hacer espacio, porque se que se vienen nuevas cosas que también voy a querer guardar. Entonces voy a descartar absolutamente todo lo malo, pero voy a tener presente las lecciones aprendidas para no cometer los mismos errores, como siempre digo, errar es de humanos, errad dos veces de tontos, y aunque parezca, yo no soy ninguna tarada.

Por eso guardo los buenos momentos, pero no para contemplarlos con nostalgia, sino para revisarlos muy de vez en cuando, cuando sea estrictamente necesario. Con los besos, nuestras charlas, tus detalles, tu sonrisa y la ilusión que me regalaron, sabiendo que fue solo eso, algo pasajero, con todo eso tengo suficiente. Y por eso, con eso yo me quedo.

Canción para quedarse con recuerdos bonitos... Esta es la canción que inspira el título del post. Es una salsa, es verdad, pero esta versión en landó pone, porque todo el mundo se alegra cuando se escucha música negra... o algún otro ritmo peruano


También me quiero quedar con canciones que me remitan a buenos momentos, y no necesariamente románticos. Por ejemplo esta, que me recuerda el AcustiRock Beach, una tarde larga, de espaldas al mar oyendo a lo mejor de la escena local, incluída mi banda favorita, Mar de Copas. Esta es la canción que sonaba entre artista y artista (sospechamos que es el único disco que tenían, porque repitieron la misma tonadita toda la tarde)



  





  

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