La teoría del clavito
Una pena entre dos es menos atroz, por eso un clavo saca otro clavo. Hemos escuchado esa frase toda la vida, la hemos pensado más de una vez, nos ha tentado en cientos de oportunidades hasta que cierto día aplicamos la teoría. ¿Funciona?, ¿es más fácil pasar un mal rato con una compañía efímera?, ¿este clavo, sacó el anterior, o solo hizo más visible la marca dejada por ese que ya no está a nuestro lado?
Olvidar en compañía es más fácil, eso no lo discuto, siempre que esta compañía sea auténtica, es decir una persona con la que haya una proyección mayor a unas horas, una noche o una semana. No un paño de lágrimas, sino un compañero para escribir un nuevo principio. Ese es, aunque suene horrible un clavo del tipo A, por la aceptable de la situación. Pero hay otros tipos de clavo que no son ni tan simpáticos, ni tan admirables.
No todos, pero si la mayoría hemos buscado consuelo en los brazos de quien sea, tras una ruptura, desilusión, choteada sútil, caída libre, o como se llame. Es decir, después de una situación que nos devuelve sola con nuestra sombra a la puerta de casa. Hay una ligera (o intensa) sensación de vacío, nos falta alguien o algo (cariño, ilusión, amor, fórmula para embobamiento prematuro), y decretamos con esa pizca de razón que resucita entre los escombros de nuestro interior hecho añicos, que necesitamos compañía. Y cuando decimos compañía no nos referimos a la amiga incondicional, a tu mamá que siempre te pide ir juntas al mercado (para que cargues las bolsas), a tu abuelita, hermana, prima, sobrino o compañera de carpeta. Tu quieres un hombre, guapo o no tanto, interesante o no, caballero o canalla, es lo de menos, con que este aceptable nos basta y sobra.
Las más aventureras se súper producirán e irán por todo a la juerga más próxima, porque la noche es joven y siempre hay un roto para un descosido. Las más recatadas buscarán su libreta telefónica del año pasado y buscarán el número del ex. Si, ese mismo ex al que le echaron la maldición china y al que rogaron no volver a ver nunca más en sus vidas, o peor aún, desearon volver a encontrárselo cruzando la pista justo cuando estaban en la misma avenida tras el volante de un trailer. Cuando de sacar un clavo se trata, el ex es el candidato idóneo.
¿Y si no hay un ex a la mano? Pues el mejor amigo, el que siempre está cuando lo necesitas, el que da señales recontra claras de que se muere por ti, pero jamás en la vida le has dado bola, ese mismo, es perfecto para la situación. En cuestión de horas va a pasar de ser solo un pata al amigo con derechos que todas deseamos (y en algunos casos deberíamos tener), porque total, dicen que cuando una amistad olvida las restricciones se vuelve más sólida, ojo con el dicen (teoría no comprobada).
Por eso es bueno hacer una advertencia. Si eliges como clavo a ese amigo que babea por ti (y no te hagas la loca, porque a estas alturas todo el mundo se ha dado cuenta) puedes herirlo, porque él de hecho va a intentar algo más, y tu de antemano sabes que lo único que buscas es sobrellevar el mal rato (de manera digna o no, eso ya lo dejo a tu criterio). Nunca está de más ponerse en los zapatos del otro y pensar si nos gustaría ser el premio consuelo de ese amigo que mantenemos cerca porque está mas bueno que el pan, pero no piensa lo mismo de nosotras porque nos quiere, pero como a una hermana. Ojo, premio consuelo equivale a pasatiempo, paño de lágrimas, o sea, clavo que removerá el enorme agujero que he dejado la reciente ex. Después de la reflexión eres libre de hacer lo que te parezca.
Culpable soy yo. En algún momento he buscado un clavo, y en otro caso me tocó serlo. Ya he contado la historia de Don Gruñón, el clavo que encontré en el camino justo cuando el DJ que me rompió el corazón iba de salida. Ahí la situación no falló, lo que falló fue la persona que no era ni la sombra de lo que buscaba, pero como estaba atravesando una situación delicada, todo era bienvenido. Realmente la estaba pasando mal y quería cualquier cosa (o compañía) para olvidarme del asunto, para que el brillo en mis ojos, la sonrisa colosal, el tonito amelcochado en mi voz y demás "virtudes" que aparecieron en la época en la que andaba con el DJ volvieran. Lastimosamente jamás regresaron.
Me tocó ser clavo hasta en dos ocasiones. Bueno, en realidad una, la otra no se concretó. La primera fue con el Eterno, para variar. En una reunión coincidimos él, yo y la fulanita con la que había terminado un día antes. No se quien terminó con quien, ni cuales fueron las circunstancias, de lo que si me percaté fue de la cara de cordero degollado que él puso durante todo el rato que la señorita de dudosa reputación estuvo presente, la cual fue más patética cuando tras sacarla a bailar ella le recalcó que ya fue y no iba a cambiar de parecer (al menos ese día no). La situación: cara de velorio, miradas culposas, acercamientos forzados y alejamientos despavoridos, nos incomodó a todos, por eso la fulanita en un ataque de sensatez decidió irse de la reunión. Entonces el Eterno se me acercó, me pidió que le haga la taba y salimos. De pronto me besó, fue un beso robado y totalmente inesperado (lo juro). Al comienzo traté de sentirme cómoda con lo que ocurría, total, los besos del Eterno me gustan. Pero justo en ese instante recordé que no era un beso espontáneo, era uno de consuelo, ya que la otra no había aceptado su nuevo juramento de arrepentimiento o de amor (como dije, no se quien había acabado con quien).
Por eso me alejé, él se sorprendió y yo lejos de quedarme callada, con una valentía y entereza que hasta la fecha no se de donde saqué, lo encaré. Le dije que yo no era el premio consuelo de nadie, mucho menos un clavo, ni serrucho, ni ninguna otra herramienta. Él trató de disimular lo evidente, me palabreó (algo que hace muy bien), me robó otro beso y aunque me confirmó lo que yo hace tiempo sospechaba (esto empezó cuando teníamos 11 o 12 años, y no sabemos cuando va a terminar), yo le volteé la cara, pero le tomé la mano. No voy a ser tu clavo, pero si tu compañía.
En el otro caso, un amigo elegido observó que yo estaba demoliendo todos los sentimientos que el chiquillo que trata de refutar mi teoría (e insisto en que me importó, me importa y me importará que usted sea menor que yo) empezaba a inspirar y no perdió la oportunidad para invitarme a salir. Como este amigo elegido estaba viviendo su telenovelita rosada, yo imaginé que era una salida de patas, un traguito, algo para picar y una charla como la que hace mucho no teníamos, sin segundas intenciones, sin confesiones dolorosas, sin frases almibaradas, sin actitudes diforzadas.
Pero me equivoqué. Él estaba alejado de su "musa" (y es en serio, así le decía... y él no es artista), y necesitaba pasar el mal rato en compañía, y ya que yo estaba casi casi en las mismas, era la candidata perfecta. Me contaba sus triste historia, yo me arrepentía de haber ido a esa no - cita, solo salida de amigos, y en ese instante, el amigo elegido tuvo un arranque de honestidad y me dijo, vamos, te invito un trago y luego te llevo a tu casa. Y así fue, yo no me sentí utilizada, no se como se sintió él y poco me importa, aunque una vez instalada en la paz de mi hogar mantuvimos una extensa charla por whatsapp.
Vivido, y contado esto puedo admitir que no tengo muchas ganas de buscarme un clavo, ni ahora, ni más adelante. Si ustedes atraviesan una situación delicada, ¿buscarían uno? La decisión está en cada quien, pero el detalle es no hacer daño a nadie en el trance, ni al clavito, ni a nosotras que ya tenemos bastante con el momento que atravesamos. ¿Y que hay con el clavito que tratamos de remover? Lo más probable es que ni si quiera esté enterado que es parte de esta historia, él anda feliz y despreocupado por la vida. Puede ser una buena idea imitarlo y estar muy pendientes del camino que recorre, para ir por la vía opuesta y no volver a verlo, al menos por un tiempo mínimo prudencial.
Canción para no buscar clavos... ni martillos, ni serruchos, ni tornillos, ni desarmadores. Antes que buscar un consuelo lo que deberíamos hacer es reconstruir sin llorar, porque total, las penas vienen y se van
De niña yo cantaba esta canción pensando en el Eterno. Qué iba a saber que años después íbamos a protagonizar la historia que cantaba Gloria Estefan: quizás encuentres alguien en tu vida, si te enamoras algún día y si ese amor al fin te olvida y necesitas de una amiga
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