Sin lugar para el odio

¿Me odias? fue tu pregunta. Sabías que te habías portado mal, pero tranquilicé tu conciencia diciéndote la verdad. Odiarte es detestar lo que significaste y tu fuiste parte de una linda etapa de mi vida, por eso no te puedo odiar, es más, jamás tuve la intención de hacerlo porque siempre tuve una vaga esperanza que hace rato se desvaneció.


El naufragio emocional se había dado. Andaba inestable emocionalmente y en el colmo del masoquismo decidí hablar contigo, buscando algo que hace rato ya no tenía, ese lugar que me concediste, esa atención que llamabas a toda costa cuando las cosas funcionaban, esa invitación que en el fondo sabía que nunca se iba a volver a dar. Y de pronto mitad en broma, mitad en serio me preguntaste, ¿me odias? Yo te dije la verdad, no, lo que nunca te conté fueron mis razones.

Tu coronaste y fuiste parte importante de una linda etapa de mi vida. Hacía solo cosas que me gustaban, o mejor dicho, la mayoría de cosas que hacía las realizaba con placer. No voy a mentir diciéndote que amaba leer tratados de antropología o pasar horas de horas tratando de entender el comportamiento del consumidor peruano, pero era parte de estar en la universidad. Lo que si me gustaba era  practicar medio tiempo en un medio que hoy por hoy amo, la radio. Y después trabajar en una linda oficina de mi universidad. También amaba los conciertos y fiestas a las que acudía puntual todos los fines de semana.

En ese remolino de estudios - trabajo. juergas andaba cuando apareciste. Ya lo he dicho, al conocerte pensé que esa tarde de mayo iba a pasar a la simple anécdota, no iba a marcar un inicio, pero el destino (si es que existe) no pensó lo mismo y nos puso frente a frente tres semanas después. Tu cara era una mezcla del asombro y la calma, la mía era nervios disfrazados de indiferencia. Esa noche cada uno estuvo por su lado, y justo cuando pensaba que había sido una simple coincidencia llegó tu llamada, tres días después, confirmando que te había movido el piso. Ahí empezó todo.

Como no sabía muy bien en que nos habíamos metido poco a poco te empecé a querer, me acostumbre a verte, tenías un lugar inesperado en mi agenda y comencé a tener detalles, esa es la manera que conozco de decirle a alguien te quiero y me importas sin pronunciar una palabra. No se si entendiste eso.


Apareciste y revolucionaste mi vida justo cuando yo me decía orgullosísima que el amor mientras más racional mejor, ya no había lugar a esa frase de "me muero por ti", "me enloquece" o "lo quiero con locura". Y tu en una desbarataste todo. Como eras un loco de temer, me arrastraste a tu mundo y yo feliz me dejé llevar, me dejé desequilibrar y te empecé a amar con locura, con desorden, con inestabilidad.

Sumamos a eso la admiración que te tengo. No se si alguna vez dije que lo primero que me gustó de ti fue tu sentido del humor, la naturalidad con la que haces bromas que siempre me causan gracia, la capacidad de reírte de ti mismo. Y eres talentoso, eso en algunas ocasiones lo demuestras más que en otras. Tu carrera iba en ascenso, me lo contabas sin darle tanta importancia, yo suspiraba porque siempre superabas mis expectativas, porque siempre me arrancabas sonrisas, porque me calmabas con un beso.

Dicho todo esto ¿insistes en tu pregunta?, ¿crees que te odio? Confesándote todo, corazón en mano la respuesta queda clara, no hay lugar para resentimientos, porque en realidad más que quererte a ti, quiero a esa etapa de mi vida, me quiero a mi. A estas alturas, habiendo superado el naufragio emocional, sintiéndome más fuerte, más entera y más lucida (aunque no lo aparente) te confieso que ya no estoy enamorada de ti, pero si de la historia contigo y de la mujer que era cuando estaba a tu lado.



Por eso ya no me dueles tanto, por eso puedo hablar de ti sin que los ojos se me llenen de lágrimas, por eso ya puedo escuchar esas canciones que hice nuestras sin nostalgia, por eso puedo ver tu foto y pensar ¿qué diablos te vi? No reparo mucho tiempo en la pregunta porque las respuestas empiezan a aparecer y la idea no es atormentarme, es encontrarte en las cicatrices que dejaron tus heridas sin que duelan más. Y lo más importante, por eso puedo recordar todos los errores que cometí para aprender de ellos y no dejar que la historia se repita.

Y claro, al inicio dolió porque debía perder la costumbre de verte, de recibir tu llamada, de pedirte que me abraces, de escucharte cantar desafinado las canciones cursis que hasta ahora me gustan. Pero el tiempo curó todo, frase trillada, pero cierta. No te regalo odio, menos olvido, porque eso si sería revancha. Lo único que te puedo entregar a estas alturas es un espacio chiquito y refundido en mis recuerdos, ahí esta nuestra historia y algunos rezagos de la mujer que fui a tu lado. Hay algunas características que aun están conmigo, esperando el momento para volver a salir a la luz. 

No te odio, pero no puedo rebautizarte, así que no te sientas mal cuando digo que eres el DJ que me rompió el corazón.

Canción para confesiones a corazón abierto... Aunque no me gusta mucho Sex and the City 2, me quedo con este, que es sin duda, el momento kodak de la película. Si, soy sabia, pero esa sabiduría del dolor... soy fuerte, soy invencible, soy mujer

 

Hace un par de semanas, cerrando las celebraciones patronales por mi onomástico me fui al concierto de Alejandra Guzman, y fue, tal como lo conté en el facebook, una montaña rusa de tiempos y emociones. Disfruté todas las canciones, y esta fue una de las que coreé a todo pulmón, porque me llevo la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, y te dejo la mitad, toda la mitad y nada más que la mitad. Estamos a mano



   

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