Alta Infidelidad

Luchaste con todas tus fuerzas contra la tentación. De verdad te esforzaste, pusiste empeño, voluntad y todo el razonamiento posible, pero la idea te ronda la cabeza y no hay quien te la quite. La infidelidad se presenta ante tus ojos e inconscientemente sabes que en cualquier momento vas a dejarte llevar y destapar una olla de grillos. Antes de que lo hagas detente un momento y entérate de lo que se te viene tras la infidelidad.


Primero que nada debo señalar que con este post no quiero promover la infidelidad, por lo tanto no debería ser leído como una licencia para la deslealtad. Sin embargo, creo que quien se haya metido en una relación de tres tiene mucho que contar, pero en voz baja porque si eres mujer y admites tu infidelidad te ganas inmediatamente el rótulo de jugadoraza. Y quien esté tentada de sacar los pies del plato no debe aventurarse imaginando que es una travesurita, trae cola por su puesto que si. Tu conciencia y tu están a punto de enfrentarse en una lucha titánica.

Desde mi punto de vista, la infidelidad más que una causa es una consecuencia de varios factores: rutina, dejadez, desinterés, celos enfermizos, arrebatos, en fin, pueden ser tantos como las personas que han caído en la tentación, que a veces es muy grande. Todos sabemos que sacar la vuelta no es algo que se puede hacer alegremente, pero cuando estamos frente a la situación, porque le pasa a alguien cercano o la vivimos, siempre habrá un argumento que justifique ese lapsus.

Manifestado todo esto, pasemos a desmenuzar el asunto, qué etapas se atraviesan post trampeada. Debo señalar que estas fueron concluidas tras visionar y reflexionar sobre la película "Infidelidad". Si no la han visto, ubíquenla en el cable, en you tube, en Netflix o corran a comprarla en El Hueco, porque de verdad es  imperdible y además puede ayudar a ampliar este tema.


Pisaste el palito, te dejaste arrastrar por la descarga hormonal del momento y te enredaste con alguien que no es tu pareja oficial. Ok, esas cosas pasan. Y mientras piensas en lo ocurrido en la última hora el cargo de conciencia te hace añicos. No puedes pensar en otra cosa y mientras recuerdas con terror cada escena, te sientes la peor persona que pisa la tierra, te auto aborreces, te odias, te descalificas como ser humano, no entiendes qué te pasó y no te justificas. Haz obrado mal, lo sabes y te detestas.

Estás arrepentida y haces tu acto de contricción. Tienes un gesto simpático con él, o ella. Si eres de tener detallitos porque si, no te harás tanto drama. Le comprarás esa lámpara que tanto le gustó, o le enviaras el desayuno a la oficina con cup cakes que dicen "te amo" (pero saben a "lo siento"), o lo invitarás a ese concierto al que muere por ir, en fin, no hay precio si de limpiar, aunque sea un poco la mugrosa conciencia se trata.

El lío viene si haces presentes en fechas específicas previo recordatorio y pataleta de "amor, cumplimos cinco meses y tres semanas ¿cómo que no me vas a regalar nada?". Si de buenas a primeras te apareces con el mega regalo en la puerta de su casa, por supuesto que vas a levantar sospecha. Nunca han escuchado o les has pasado que la respuesta a un regalo inesperado es "¡qué habrás hecho!". Claro, lo más sencillo es hacerse la loca, o el loco, y cambiar el tema. Otro gesto bonito y gratuito es prometerse a si mismo no dar la contra, ser más atenta (o atento) y ser complaciente, porque aunque él, o ella, no lo sepa estás en falta y quieres hacer algo para remediar el asunto.


Hay propósito de enmienda, pero falta la firme promesa de no volver a pecar. Por eso tras un par de semanas, por esas cosas que pasan en el barrio fino vuelves a caer rendida ante la tentación. Tras ese, o esos encontrones, el cargo de conciencia es canjeado por una tremenda inflada de ego, te sientes más que bien, divina, guapísima, todo lo puedes con una mirada, Anne Hathaway es un chancay de a 20 a tu lado. Eso responde a un principio universal aprendido en mis años universitarios: el deseo más grande del ser humano es ser deseado.

Precisamente esta relación ilícita responde al deseo en su presentación más primitiva, sin sentimientos que lo alteren. Y esa dosis inmoderada de deseo hace que, pasado el arrepentimiento inicial, te sientas toda una femme fatale, o un adonis. Más todavía si han pasado meses sin que tu pareja oficial te diga un solo cumplido. O sea, para sus ojos no hay nada nuevo, pero para el otro, hay una atracción desmesurada. Suena bacán, lo malo es que esa sensación es tan rica que se vuelve adictiva y te entrampas más y más, sin importar tu enorme voluntad de dejar atrás el desliz. 

Esa es la última fase, tu desliz se vuelve rutinario, es parte de tu vida, tiene un lugar camuflado en tu agenda. Es difícil decir no porque la fórmula deseo y adrenalina es demasiado tentadora como para dejarla pasar. Entonces empiezas a inventar pretextos y tras cada sacada de vuelta te auto justificas diciéndote no se qué me pasó, pero esta es la última vez, aunque en el fondo sabes que no es así. El juego a doble cara es criticable, y siempre es peligroso, pero a estas alturas se torna frágil y sus consecuencias insospechadas.


Llega el momento en que te cansas de llevar una doble vida, y no importa lo bien que la estás pasando con la otra persona, no piensas arriesgar el equilibrio alcanzado con tu pareja actual o te das cuenta que si la estas pasando tan bien es porque necesitas tu soltería, y la necesitas ahora. Optas por terminar antes de ser ampayada in fraganti, o te la sigues jugando pensando que por el simple hecho de ser mujer nunca te van a pescar. O sea, si dicen que las mujeres sabemos engañar con más maestría que los hombres, por algo debe ser. 

Insisto en que esto no es una apología, ni una carta abierta de apoyo a la infidelidad. Si caemos en deslealtad, quebramos la confianza que debería regir a una relación saludable, puede que nos hayamos dejado deslumbrar y nos falte generosidad para rechazar de plano cualquier idea insensata, puede que sea la respuesta a una situación insostenible, puede que no haya causa alguna. Vuelvo a la película, ella tenía una vida perfecta, un esposo que la amaba y un hijo al que adoraba, ¿por qué mantener la relación clandestina con el comerciante de libros? Puede ser, y con esto no la justifico, que este chico le movió el piso en un momento demasiado estable de su vida. 

Ningún exceso es bueno, en este caso una vida plana equivale a inercia, o sea aburrimiento. Por eso la infidelidad magulla el amor, del resto se encarga la macabra rutina.

Canción para historias de infidelidad... El amor se construye todos los días, y lejos de privarnos de opciones, nos da libertad. La idea es que si proclamamos voz en cuello amar a esa persona, pues deberíamos optar por ella y su bienestar todos los días. Como dice Yuri, tres no se me hace legal (yo soy moderna, pero no estoy trastornada) 


La infidelidad trae de la manito a la mentira que o crece y se hace insostenible cual bola de nieve o tiene patitas cortas, una de dos. Quedar como una mentirosa (o mentiroso) es tan amargo como esta canción, que valgan verdades me encanta y la he dedicado más de una vez 







Comentarios

Entradas populares de este blog

Tumba la fiesta

El retorno de la duendecita

Solteronas y solteros codiciados