32 a la vista

Para variar el tiempo ha pasado sin hacerse sentir y como jugando. Los 32 me esperan a unos cuantos pasitos de donde estoy, tan cerquita que la vuelta de la esquina es hoy un punto lejano por el que ya transité. ¿Qué es lo que me espera? Supongo que algo más de sensatez, una buena dosis de madurez, una pizca de cordura y dosis inmoderadas de sorpresas y nuevos retos que voy a recibir con el mejor de los ánimos (porque de caras largas ya estuvo bueno). Pero antes de avanzar resolvamos una incógnita, ¿cómo me imaginaba a esta mujer de casi casi 32?
 
 
 
 
Cuando era una niñita dulce e inocente aun, a los 9 años, ni si quiera me esforzaba en pensar qué sería de mi vida a los 32, para eso faltaba uffffff, una eternidad. Sólo tenía clara una cosa en la vida (y eso ya es bastante, tomando en cuenta que a los 9 nadie sabe a ciencia cierta qué es la vida), quería estudiar comunicaciones, quería salir en la televisión, ser archifamosa y conocer a Andy, el cantante de Menudo que me hacía babear. Esa era mi meta máxima, conocerlo, enamorarlo, andar de su brazo, pasar delante de mis compañeras de colegio y ser la envidia de todo el colegio.
 
En mis primeros años de adolescencia, a los 13, imaginaba que si, faltaba bastante para los 32 y no sabía que sucedería, es más ya no estaba tan segura de estudiar comunicaciones, no había que cerrar la mente existiendo tantas carreras. Lo único que tenía claro era que no sería nada relacionado con los números, porque la raíz cuadrada y yo jamás fuímos amigas y que a los 32 ya sería una señora digna y moral, casada y con hijos, un ama de casa moderna, que trabajaba mientras resolvía crisis domésticas, una súper mamá, siguiendo la línea de mi abuela y mi mamá.
 
Mientras en las radios salseras sonaba La Magia de tus 15 años de Salsa Kids y toda mi familia le decía a mis papás "increíble que Sandrita ya sea una señorita", yo me enfrentaba a mi primera crisis vocacional. ¿Quiero estudiar comunicaciones de todos modos?, ¿o mejor derecho?, total yo soy bien rectita, ¿el que no me gusté el inglés será un obstáculo para estudiar turismo?, psicología me simpatiza, pero primero resuelvo mis problemas y luego los de los demás, a mi siempre me han gustado los niños, por lo que educación inicial puede ser una opción, ¿no? Y así una larga serie de interrogantes. Suponía que a los 32 ya no habría lugar para dudas vocacionales, sería una ejecutiva regia, hecha, derecha y liderando una familia feliz, papá, hijitos y yo, un cuadro realmente enternecedor.
 
Al año siguiente, en mis dulces 16 sólo quería una cosa, que llegara diciembre ya ya, para irme del colegio y huír lo más lejos posible de las nazis con hábito (entiéndase monjas de mi ex colegio). Ya estaba casi segura de lo que quería estudiar y mi plan de vida estaba bien estructurado y claro cual agua de manantial San Mateo. Al fin voy a ser libre pensaba, sin monjas pseudo moralistas, ni uniformes, ni formaciones, ni procesiones a las que tengo que ir bajo pena de puntos menos en la libreta. Todos los días cantaba: "al fin comienza la vida, esto es lo que yo esperaba". No tenía la más remota idea de lo que sería mi existencia a los 32, estaba demasiado ocupada pensando que el colegio iba a terminar y al fin podría gritar freeeeeeeeeeeedom.      
 
Una vez fuera del colegio me di cuenta que no todo era lindo y fácil, y que en mi casa habían reglas, o sea que eso de la libertad era una utopía. La cosa no cambió a los 18, mi mamá me repitía a diario que mientras viva bajo esta casa iba a ser bajo sus reglas, con las que no estaba muy de acuerdo, pero mi única opción era obedecer calladita. Y mientras renegaba pensaba, no improta, yo termino mi carrera, me pongo a trabajar y me voy a vivir sola, bajo mis parámetros. Pero eso será por un par de añitos, porque a eso de los 26, 27 ya debo estar casándome y a los 32 ya habré hecho abuelos a mis papás, ojalá quieran cuidar de vez en cuando a sus nietos.
 
Expectorada de la universidad y pegándola de secretaria en una apestosa y triste oficina samborjina pensaba, cuándo michi me largo de acá. Mi futuro estaba más nublado que nunca, pero cuando volteba a ver a mi compañera, la secretaria que ya llevaba más de 10 años trabajando allí una certeza llegaba a mi, no hay forma que yo cumpla más de dos años acá, o sea no hay manera. No sé qué será de mi vida a los 32, sólo se que no quiero estar aquí, Dios me libre. Estuve año y medio trabajando para los ogros y luego me largué para no volver. Mi tranquilidad es mucho más valiosa que el miserable sobre que recibía semanalmente.
 
A los 24 yo estaba happy en la universidad. De lunes a viernes metida de narices entre libros y apuntes, y los fines de semana de arriba para abajo de la mano del Oficial, cumpliendo el papel de novia perfecta. Mi vida tenía sentido y mi futuro estaba trazado, miraba al horizonte y absolutamente todos mis planes incluían al Oficial. Terminaba la carrera, me casaba con él, me mudaba con él, tenía mis hijos con él. O sea a los 32 años yo ya debía estar procreando a mi segundo retoño, por lo menos. Antes de cumplir 25 no aguanté mas escenitas de celos, ni exigencias estúpidas. Abrí la lata de lombrices, puse punto final a mi relación, desbaraté mi ecuación y seguí con mi vida, sola, soltera y sin apuro.
 
Terminé mi carrera. Increíble pero cierto, esta chica loca ya tenía su título de bachiller bajo el brazo y era el momento de disfrutar sin la presión del examen del miércoles o el trabajo que tenía que presentar el lunes, o el control de lectura del jueves. No, nada de eso, a pasarla bomba se ha dicho. De fiesta en fiesta, de concierto en concierto, de antro en antro. La estaba pasando tan bien a los 27 que lo último en que pensaba era lo que sería de mi en uno, dos o cinco años, es decir a los 32. La vida se ponía buena, era momento de gozarla, exprimirla, vivirla.
 
 
Culminando la base dos yo estaba feliz trabajando como productora y administradora de contenidos web en CEPES, pasando mis ratos libres con la AgroBellas, como canta Juan Gabriel: "yo era muy feliz, yo vivía muy bien". Mi universo se había reducido a la chamba, mis amistades estaban ahí, salía con la gente de ahí, CEPES más que mi segundo hogar era mi mundo, un mundo en el que me sentía segura y en el que quería jubilarme. Pensaba que a los 32 seguiría trabajando allí, con una mejora salarial obligatoria y que en adelante todos los personajes de la ONG iban a tener un papel, protagónico o secundario en mi vida, porque yo era parte de ese lugar, y quería que así fuera por mucho tiempo más.
 
Cuando llegué a la base tres se dieron una serie de cambios en mi vida, uno tras otro. Primero alcancé la madurez emocional, o algo muy parecido. Luego me mudé, dejaba el caótico Centro para asentarme en el residencialísimo Pueblo Libre, ahí nomás dejé el CEPES y tras un bajón anímico de miedo, emprendí una búsqueda que no duró demasiado. Cambio de dirección, de domicilio y de chamba, demasiados cambios en un solo año, demasiadas cosas como para pensar que sería de mi vida a los 32.
 
Ad portas de los 32 pienso que la vida me prepara muchas más lecciones, que en el nuevo trabajo que acabo de emprender me esperan una serie de retos; que ahora valoro más que nunca la amsitad de muchas personas que han aparecido en mi vida; que no hay mal que por bien no venga; que es verdad eso que escuche en una película cierta vez, los 20 son para divertirse, los 30 para aprender las lecciones y los 40 para pagar los tragos. Sigo divirtiéndome pero con varias verdades claras y escritas con tinta indeleble en mi cabecita y como siempre, pagando mis tragos y mi taxi de vuelta a casa.
 
Con todo este repaso, volvemos al hoy y nos preparamos para celebrar los 32 que se siguen acercando con cada segundo que pasa.
 
 
 
Si bien este año no he esperado mi día con la alharaca tradicional mientras más se acerca la fecha, más me emociono. Espero algunos saludos fijos, otros que me sorprendan, otros que brillen por su ausencia y aunque no estoy planenado la mega celebración del año pasado se que voy a disfrutar de ese día desde que canten las 12 hasta que mi cuerpo aguante, y tengo muchas energías y ganas de pasarla súper, así que parece que este cumpleaños tendrá aires de fiesta patronal. 
 
Canción para celebrar los 32... Este año espero de todo, menos serenatas (porque en realidad no soy muy amiga de las serenatas), pero si algún día llega un valiente que me quiera despertar con una tonaidta especial, esta sería la canción perfecta
 
 
Este año voy a recibir el 19 de mayo reventando tímpanos ajenos y estoy pensando seriamente en entonar esta canción porque me recuerda los últimos meses en la universidad, la sensación de no tener las cosas claras y las veces que le dije a cierto sujeto, yo soy tu peor error ¿o no?
 

 
 


 
 
 
 

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