Mi encuentro conmigo
A estas alturas del año, a horas de decirle hasta chau al 2022, todo el mundo recuenta lo bueno, lo malo y lo feo sucedido durante los últimos 365 días. Que hizo, que no hizo, que prometió que si o si y naca la pirinaca. Este año, para mi, fue una larga lista de ocasiones y sorpresas y yo dejé que fluyera. La vida me sacó a bailar y yo quiero bailar. Digamos que si bien cerré el 2021 de forma positiva, no me sentía del todo yo. Después de una pandemia (que aún no me había agarrado y cuando me llegó fue de la manera más ligera nunca antes conocida) y una pérdida que me devastó (la de mi adorada Yolita, mi abuelita), una persona no puede ser la misma. Pero más que cambiar, me perdí. Y perderse es bien feo, sobre todo cuando no sabes por dónde encontrarte, o mejor dicho reencontrarte, y peor aún, no tener pistas, porque buscas a una persona distinta a quien solías ser. Cambias a la mala y sin darte cuenta. Cambié a la mala y sin darme cuenta. Mi trabajo se ha convertido en mi cable a tie