Somos la tribu
Tuve la oportunidad de estar presente en el pre estreno de "Las Chicas del 4° C". Por un lado me sentía importante, al ser parte de ese grupo que iba a ver la nueva puesta en escena de esta obra en la que pensé que me sentiría identificada y no me equivoqué. Por otro, la emoción de volver al teatro me embargaba. Todo eso, más el recuerdo de mis años de secundaria, se tradujo en lágrimas.
Hace un año, me reencontré con algunas amigas del colegio, un grupo muy pequeño, pero incondicional, que me permitió reconciliarme con mi etapa escolar, lo que bajo ninguna circunstancia quiere decir que desee repetirla, ¡ni a balas! Una de ellas compartió un tutorial que había llevado con Wendy Ramos, la cual daba algunas pautas para vivir mejor. La tercera era buscar una tribu. Ella nos comentó que eso siempre le había costado, pero con nosotras sentía que lo había encontrado. Ya tenía su tribu.
Por eso, mientras veía "Las Chicas del 4° C" recordé a mis amigas, a la tribu y a mis años en la secundaria, Estas cinco amigas, solo querían cantar, porque era su manera de protestar a todo lo que estaba prohibido en el colegio, porque cantar las hacía felices, porque sobre el escenario se sentían lindas, porque querían ser libres. No se si soy un caso para la ciencia, o es el común sentir de todos los escolares del mundo, pero en mis últimos años de secundaria deseaba de manera recurrente que el colegio terminara para sentirme libre. O al menos sin algunas presiones, del tipo usar la falda a la mitad de la rodilla, peinarse con cola de caballo, forrar cuadernos y libros con papel lustre azul y vinifán, llevar maleta y lonchera de color azul marino o negro. Fue por ese entonces que me enamoré de la canción de la telenovela Carmín, la misma que hasta ahora es mi favorita, aunque me digan que no es propio para mi edad que ande cantando canciones de adolescente desmelenada. ¿A alguien le hago daño cuando lo hago?
Si bien con el fin del colegio no llegó la libertad absoluta, tuve menos presiones, y me di cuenta de dos cosas muy importantes. Primero, las notas obtenidas en conducta, puntualidad, responsabilidad y demás valores que deberían ser impartidos en un colegio católico (pero no son necesariamente predicados con el ejemplo), a la universidad y los institutos, poco o nada le importan, así que le digo a mi adolescente interior, que relax no más, es algo menos de que preocuparse. Lo otro, que es más una observación al sistema educativo nacional, es que el colegio debe enseñar a pensar, a crear una opinión sustentada, a reflexionar, no a aprender nombres, fórmulas y fechas de paporreta, porque eso se olvida fácilmente. Y claro, en ese formar una opinión propia, podemos patinar, podemos encender iras, podemos contradecir al mismo profesor, pero eso no está mal, eso abre el debate, eso retroalimenta y el feedback si que nos va a servir en la vida real, y mil veces más que la nota de comportamiento.
Cuando estaba en quinto de secundaria mi abuelita, mis tíos y hasta mis hermanas me decían que iba a extrañar los años escolares. Yo, experta en darle la contra a todo el mundo, le decía que no y estaba en lo cierto (con excepción de las vacaciones de verano). Los primeros meses, obviamente extrañaba a mis amigas, pero cuando empecé la universidad, no tenía tiempo para nada que no sea estudiar, hacer trabajos y congeniar con mis nuevos compañeros de carpeta (ah, y suspirar por un futuro economista que me traía de vuelta y media). Hace unas semanas, mientras veía que las protagonistas de la obra cantaban y bailaban canciones que yo también había cantado y bailado en mis últimos años del colegio, pensaba en que fue una bonita etapa, pero no quisiera volver a vivirla. No hay forma.
"Las Chicas del 4° C" me hizo reír, llorar, cantar, aplaudir a rabiar y querer un poquito más a mi tribu, mis amiguísimas del colegio, cuyos lazos se han estrechado fuera del aula, lo cual hace nuestra unión más valiosa, porque hemos encontrado compatibilidad entre nuestras nuevas y mejoradas versiones de las chicas que hace 25 años dejaron el colegio. Siempre nos asombramos con nuestras coincidencias, aprendemos de nuestras diferencias y nos damos permiso para ser irreverentes, algo que con el uniforme único escolar, las casacas guindas después y el uniforme azul marino en el último año, no era visto con buenos ojos.
PD: Este post fue escrito antes de que anunciaran que la obra se quedó sin teatro, lo cual me parece lamentable, porque es una puesta en teatro casi obligatoria para quienes terminamos el colegio entre la segunda mitad de los 90's y los primeros años del 2000.
Canción para la tribu... Hablar de mi tribu es hablar de la segunda mitad de los 90's y de esas canciones que disfrutamos por separado y ahora cantamos juntas, recordando nuestros años mozos. Esta la canté y bailé con una de ellas es mi último cumpleaños, y repetí el plato unos meses después con un grupo muy reducido de mi querida promoción. No solo recordábamos la canción, sino también la coreografía
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