Mi encuentro conmigo

 A estas alturas del año, a horas de decirle hasta chau al 2022, todo el mundo recuenta lo bueno, lo malo y lo feo sucedido durante los últimos 365 días. Que hizo, que no hizo, que prometió que si o si y naca la pirinaca. Este año, para mi, fue una larga lista de ocasiones y sorpresas y yo dejé que fluyera. La vida me sacó a bailar y yo quiero bailar.


Digamos que si bien cerré el 2021 de forma positiva, no me sentía del todo yo. Después de una pandemia (que aún no me había agarrado y cuando me llegó fue de la manera más ligera nunca antes conocida) y una pérdida que me devastó (la de mi adorada Yolita, mi abuelita), una persona no puede ser la misma. Pero más que cambiar, me perdí. Y perderse es bien feo, sobre todo cuando no sabes por dónde encontrarte, o mejor dicho reencontrarte, y peor aún, no tener pistas, porque buscas a una persona distinta a quien solías ser. Cambias a la mala y sin darte cuenta. Cambié a la mala y sin darme cuenta.

Mi trabajo se ha convertido en mi cable a tierra, mi Pigmalión, como leí hace poco,porque saca lo mejor de mi, aunque también hace despertar a la ogra que llevo dentro. En marzo precisamente me retaron, de buenas a primeras me doblaron la chamba, literalmente, y yo casi colapso. No, seamos honestos, colapsé, tanto que hasta le grité a mi jefa. Pero hice lo encomendado, con ayuda, con una breve pausa, con un cansancio nunca antes experimentado, y con un asombro que no termino de experimentar. Después de recibir el agradecimiento de mi jefa y dar las disculpas del caso, entendí que si pensó en mi para tamaño reto es porque sabe que puedo. Puedo molestarme, gritar, enfurecerme, pero finalmente lo voy a hacer. Puedo. No me daba cuenta y ahora lo se. Soy mas fuerte y mas chamba de lo que imaginaba.

Pero no todo es trabajo en esta vida. Con el descenso de casos de COVID, hasta llegar a ese dichoso día en que no se registró una sola muerte (digamos que nos dijo chepi, para volver algunos meses después), algunas cosas volvieron a darse. En especial dos, que había extrañado a muerte: los conciertos y los viajes. Ver después de tanto tiempo a Campo de Almas, Mar de Copas, TK, Gianmarco, y por fin ver a Calamaro, me hizo encontrar las pistas de quien era. Conocer Ayacucho y contemplar el mejor anochecer de mi vida en el mirador La Picota, fue reparador, todo encaja de nuevo, era necesario sufrirla y perderse para entenderse y asumirse como la nueva persona que eres, que soy. 

Es necesario reconocer quien eras para saber quien eres y para dónde vas. Y con la ocasión de los 25 años de haber salido del colegio, pude reencontrarme con la Sandra de 16 años, esa que tomaba todo muy (demasiado) en serio, esa que creía que iba a ignorar las circunstancias, esa romántica empedernida, esa que vacilaba entre estudiar periodismo o lingüística. Recordé que cuando tenía 16 años me propuse siempre sonreir, para que mis compañeras de promoción tuvieran una bonita referencia mía, aunque algunas no entendían como podía reir todo el tiempo (recuerdo que una vez me dijeron, parece que no tuvieras problemas). También trataba de sembrar cariño. Después de esos abrazos emocionados recibidos en los diferentes reencuentros, puedo decir que lo coseché. Sigo pensando que al colegio no voy más, pero no todo fue malo. Claro, rescaté a algunas amigas, mis súper amigas, mi tribu, y es maravilloso sentir su compañía constante, su respeto, su cariño. Ese que yo me supe ganar, así como ellas se ganaron un lugar en mi corazón. 

Después de dos años sin mayor barullo, este año celebré por todo lo alto mi cumpleaños. Fue esa reunión que hace mucho quería hacer, con mi familia y mis amigos, cantando todos esos hits de ayer, hoy y siempre y brindando con vino y chilcanos. Volví a mi rutina pre cumpleaños, que el spa, que las compras, que las confirmaciones. Sin el apoyo de mis papás, mi hermana y mis primas, y sin la asistencia de todos los que llegaron, no hubiera salido tan bonito como salió. Fue uno de los instantes más bonitos que me regaló este 2022.


Retomando esas cosas que amo, con ese reencuentro con quien fui, ese conocer mejor a las personas que me rodean y que se convierten en espejo, fue que este 2022 pude encontrarme, pude sentirme de nuevo, pude reconocerme en el espejo, pude verme de nuevo y decirme "guapa, estás en tu mejor etapa", pude volver a reirme con ganas, pude volver a celebrar esas canciones que tanto me gusta y me sorprenden, en la radio, en el taxi, caminando en un centro comercial o mientras bebía y reía con mis amigos.

Mientras trato de cerrar este post, se me vienen varios momentos más a la memoria. El teatro, las rutas cafeteras, las extensas caminatas, las compras,la foto en el Circo Beat, los brindis con mis primas, las reuniones familiares. Difícil resumirlo todo, aunque todo fue importante. El álbum de este 2022 ha resultado más grande, más lleno, más vivido, bien vivido. Sin embargo, el tiempo no pide permiso y en unas horitas, nos desearemos un mejor 2023. Como siempre, yo solo deseo que sea como tiene que ser, un año espectacular, un año lleno de cosas por vivir, un año en el que espero no perderme, y si sucede, espero finalmente encontrarme de nuevo conmigo.

Canción para reencontrarme... Uno de los momentos más bonitos, porque fue inesperado y tuvo su plus, sucedió hace unas cuantas semanas cuando pude volver a ver a Mar de Copas en un local chiquito y atiborrado de fanáticos. Fue súper especial porque el 90% de las canciones eran caletas, incluyendo la que es mi medio caleta favorita de ellos. Lo que tantas veces he pedido y me han pedido. Devuelve un corazón

Este año por supuesto que dejó varias canciones, aunque siendo franca, me he vuelto más salsera, tanto que me sentí una total ignorante al escuchar el ranking de baladas top de este año. Pero de todo lo nuevo, o escuchado por primera vez este año, me quedo con esta canción. A veces cuando unas personas se van la pasamos DPM




 


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