El chiquillo bla bla bla

Ahora que el distanciamiento se ha impuesto (y es casi seguro que superaremos el año en estado de emergencia), las conversaciones se han trasladado del espacio personal al virtual, y hemos cambiado las salas, cafés, parques por el Zoom, Whatsapp, Telegram o Teams. Sin embargo, eso de mantener extensas conversaciones a distancia no es nuevo. Más de una vez debemos haber tenido una larga charla, por teléfono, con la cámara encendida o por mensajes de voz. Yo recuerdo aquellas conversaciones con un niño palabreador.

Los comentarios zalameros de ese chiquillo me enternecían. Con el correr de los meses me empezaron a gustar y por un instante pensé que podría admitir en voz alta que la edad no era más que un número, que son 3 años menos, si Madonna, Shakira y J Lo pueden, yo también. Se puede, siempre que ambas personas estén en la misma frecuencia y no pues, el chiquillo y yo estábamos en hemisferios diferentes. Harto diferentes. Entonces volví a decir convencida de que siempre me importó, me importa y me importará que usted sea menor que yo.

Sin embargo, el chiquillo este era obstinado y se le había metido entre ceja y ceja moverme el piso. Fue ahí donde empezaron las extensas charlas por teléfono en horarios indecentes, por lo menos para una persona que ama y necesita dormir ocho horas, como yo. Primero me contaba todas sus ideas, sus impresiones, las canciones que componía, sus paltas existenciales. Luego empezó a contarme una por una las razones por las que yo debía estar con él en un tono evidentemente telonovelesco. Y después, cuando le di entrada y le presté atención, empezó a argumentar todas esas excusas por las que no debíamos estar juntos.

O sea, horas de horas, toneladas cúbicas de saliva gastada, para que el señorito finalmente me salga con un "no por favor, no te enamores de mi". Curada de por vida. Me gustan las canciones de adolescente enamorada, eso jamás equivale a que me guste un pata, con aires de adolescente enamorador. Ni hablar. Admito que al principio dolió, porque en esas conversaciones largas en las que nos entrampábamos, yo hablaba corazón en mano, mi sensatez cedía, mi razón estaba estupefacta al escucharme hablar tanta tontería y huachafería junta. También me dolió haber invertido tantas energías, ilusiones y horas de sueño en un proyecto sin futuro. Nada que un fin de semana desconectada del mundo no solucione.

Cuando empezó el confinamiento él chiquillo este ya era materia pasada, pisada, enterrada y olvidada. Tal vez alguna vez vuelva a llamar, tal vez le conteste, responda cada una de sus palabras con monosílabos y luego inventaré cualquier excusa para colgar y no me sentiré mal, porque solita encontré el principal motivo para no estar con el chiquillo este. No es la edad, tampoco la frecuencia (que es una razón de peso), es la clase de persona que soy y la clase de persona con la que quiero estar. Y no, él no calza en el perfil para nada. Si me esfuerzo en no ser una vístima, no quiero a mi lado a un drama king Quiero acciones, nunca más puro bla bla bla.

Canción para conversaciones eternas... El protagonista de este post y yo nos conocimos porque a los dos nos gusta un grupo local. Varias veces quise ir con él a verlos, pero sus constantes negativas me hartaban tanto que dejé de avisarle cuando se presentaban. Esta canción me recuerda mucho a él, porque si pues, es un pobre diablo y embustero que siempre me pedía que estuviera bien y en algún momento me hizo creer que no quería perderme




El confinamiento y el home office, me ha hecho reencontrarme con canciones cuya existencia había olvidado. Y ya que trabajo solita en mi escritorio, puedo escuchar sin recelo y al volumen que se me antoja la rola que se me cruce por la cabeza. Esta es una de ellas, porque debo confesar que por la diferencia de edad, cuando salía con el chiquillo palabreador me sentía una señora de una conducta intachable en la vida







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