Una carta a Melmac

Si bien Netflix me parece una excelente alternativa, sobre todo los domingos en la tarde cuando no hay absolutamente nada bueno que ver en la televisión, no soy ni fan, ni usuaria de este sistema. Al menos no de manera habitual. Sin embargo, en mi última incursión me enteré de esa película, "A todos los chicos de los que me enamoré", y a imagen y semejanza, me atreveré a escribir cartas para todos los patas que alguna vez atrajeron mi mirada. ¿Por qué no? Empecemos con Alf.


Querido Alf: No se si alguna vez te enteraste de mi extraordinaria memoria. No se si la tenía cuando nos conocimos, menos si me jactaba de ella. Sea como fuere, te cuento que tengo un poder increíble de recordar fechas, significativas o no tanto. Tengo marcada en mi cabeza el 14 de marzo, el día en que cumples años, aunque nunca te haya saludado personalmente ese día, porque en esa época, nuestras época, las clases en la universidad recién empezaban el 1 de abril, cual colegio público hasta hace unos años, en que a un gobernante genial se le ocurrió acortar las vacaciones de verano de los chicos.

¿Cómo me enteré de tu cumpleaños? Bueno pues, prométeme que vas a mirar a otro lado mientras te lo confieso. Desarrollé mi síndrome stalkear cuando tú apareciste en mi vida y moví un contacto, cuyo nombre jamás revelaré, para saber algo más de ti. Conocer la fecha de tu cumpleaños fue un gran logro. Sigue mirando a otro lado, ahora quiero contarte que tú fuiste mi gran amor platónico durante 1998, año en que nos conocimos, y esto se prolongó hasta el 2000, año en que tuve que retirarme de la universidad. 

No sé que me atrajo de ti, tampoco se en que momento me empezaste a gustar. Pero si recuerdo que eras materia habitual en mi diario. Todos los días narraba la forma en que acelerabas mi corazón y lo estresante que me resultaba ese primer ciclo en la universidad. Me acuerdo haberme puesto feliz esa tarde que me pediste que te dejara plagiar en el examen de psicología. Estaba en el jardín de Estudios Generales, repasando con el Flaco, mi mejor amigo de ese entonces, y tú te acercaste con una mancha, y espontáneo me dijiste, ya pues Sandra, déjame copiar tus respuestas, pero me tienes que ayudar, muévete pues, yo no voy a hacer todo solo. Yo entre risueña, nerviosa y sonrojada, acepté. No llegamos a hacer mucho, pero esa conversación mínima y con finalidad malévola, me emocionó como no tienes idea



Durante las vacaciones, en las que no te vi, pero ni de casualidad, te extrañaba cada día. Quería coincidir contigo y no se daba. Fue por ese entonces en que desarrollé mi lado detectivesco y recolecté toda la información que pude, siempre he sido buena con eso de los datos, parece que de algo me sirvió estudiar Metodología de la Ciencia, el curso que nos hizo renegar a todos en el primer ciclo.

Ese extrañarte desató una contradicción en mi, por un lado, quería que las vacaciones se prolongaran un poquito para dormir un par de horas más, y porque vagar siempre hace bien, pero mi corazón quería que las clases empezaran ya para verte. Y así fue. No te veía todos los días, pero a veces nos encontrábamos y conversábamos durante el tramo en el que nos hacíamos compañía. Fue allí que pasó lo que en adelante nombré el mejor regalo por mis 18 años. Era una mañana fría, yo llegué a la universidad justo detrás tuyo, me miraste, me saludaste y empezamos a hablar de los parciales. Cuando llegamos al pabellón en donde tenías clases, te comenté que era mi cumpleaños, me abrazaste fuerte, me deseaste felicidades y te disculpaste por la ignorancia. Atesoré ese instante. Así de ilusionada y cursi era. Seamos honestos, sigo siendo cursi.

Los años y las circunstancias nos alejaron y cambiaron. Por lo menos yo cambié, y un montón. Lo notaste el día en que reingresé y nos encontramos en el cierre del proceso. Me entusiasmé al verte, si, pero un poquito, casi nada. Definitivamente era otra. Aunque siempre sonreía cuando tropezaba contigo, la universidad no era tan grande como parecía, y más de una vez jugué con la idea de que tú eras quien me seguía sin que me diera cuenta. Yo se que eso era imposible, pero necesitaba algo en lo que pensar en mis contados ratos libres.


¿Qué será de tu vida, Alf? Por esas cosas de la vida me enteré que te casaste con una chica muy guapa, que tuviste un bebé hermoso y que trabajabas en una minera. Eres lo que se puede llamar. un hombre exitoso, y eso me alegra un montón, porque, muy al margen de que fuiste mi amor platónico de años universitarios por excelencia, siempre fuiste un chico inteligente y listo. Puede que esa impresión sea resultado de mi embobamiento, aunque la evidencia dicta que no estaba muy alejada de la realidad.

¿Alguna vez te gusté?, ¿alguna vez estuviste celoso de mi amigo, el Flaco?, ¿alguna vez te quedaste sin decirme algo? Yo creo que la enorme sonrisa que se me pintaba cada vez que te veía y conversábamos delató cómo me tenías, de vuelta y media. Como te conté líneas arriba, los años pasaron y me cambiaron un montón, no se si eso hizo que surgiera o se potenciara mi buena memoria, la misma que me hizo recordarte el día de tu cumpleaños y buscar en mi MP4 Inevitable de Shakira o You're still the one de Shania Twain, dos canciones que escuchaba una y otra vez en ese verano en que no hice más que extrañarte y por lo tanto, me remiten a ti, mi querido Alf.

Canción para Alf... Dudo que al receptor de esta misiva le haya afanado un montón Shakira o Shania Twain, pero de todos modos debe haber escuchado esta otra canción que sonó un montón en el 1998, es un poquito mía, y me transporta a mi primer ciclo en la universidad y todo lo que ello implicó




Aunque quiera, no puedo dejar de poner a Shakira, porque, como lo conté, cada canción de su segundo disco me recuerda a alguien y amé su unplugged. Si bien Inevitable me encanta, el tema que viene me gusta un toque más y me hace recordar mis clases de expresión escrita que se amenizaban escuchando lo que sonaba por ese entonces en MTV.








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