MI abuelita, si señores

Como muchos de ustedes saben, mi mamá es cualquier cosa, menos tradicional. Ella es la madre moderna que trabaja, o bueno trabajó toda su vida, y se daba tiempo para realizar algunas tareas domésticas. En mis años de niñez, quién me esperaba con la comida caliente cuando volvía del colegio, supervisaba que hiciera todas mis tareas, y me cuidaba en casa cuando caía enferma, mi abuelita, y este año quiero celebrarla a ella, compartiendo con ustedes algunos pasajes que la tienen a ella como coprotagonista.


Cuando veo mi álbum de fotos de cuando era bebé, hay una imagen en la que siempre me detengo. Tendría poco más de un año, un sombrerito en la cabeza, estoy en mi corralito, con la cara embarrada y un mango en las manos. Cuenta la historia, que cuando empecé a comer sólidos, el mango era mi fruta preferida, y mi abuela que se había dado cuenta de ello, siempre me traía un mango del mercado, pelaba solo la punta, y me lo daba para que yo me las ingeniera, estuviera entretenida comiéndomelo y así la dejara avanzar con sus quehaceres, que consistían en lavar, limpiar la casa, coser algún botón de la camisa de mi abuelo y, por supuesto, cocinar.

Mi segundo recuerdo viene allí, en la cocina. Tendría 4 años, estaba de vacaciones y solo estábamos mi abuela y yo en la casa. Entonces ella me llevaba al mercado, todas sus caseras me conocían y le decían, "pero qué grande está tu nieta". Al volver a casa, me sentaba en el comedor y mientras ella empezaba a encender la cocina, picar y ordenar sus cosas, yo debía pelar las arverjitas, o escoger el arroz. No sé si lo recuerdan, pero antes en el arroz a granel siempre venía alguna semillita o piedrita, y yo era quien debía retirar esos desperfectos para que nadie se atorara al comer el arroz, siempre graneado, de mi abuela. 

De ahí se desprende otra nota. Yo nunca he sido amiga del arroz blanco, si puedo evitarlo lo hago, y cuando niña, solo comía el arroz blanco que preparaba mi abuela porque tenía un sabor particular que no encontraba en ninguna otra parte, ni si quiera en la casa de mi Mamá Inés, mi abuelita paterna, que también cocinaba muy rico. Con los años me di cuenta, y aprendí el secreto de la abuelita. Un diente de ajo hace la diferencia entre un arroz blanco y el arroz de mi abuela, que en algún momento fue de mi tía, y ahora es el de mi mamá.


Otro recuerdo que sale caliente de la cocina de mi abuelita es el de mi almuerzo de cumpleaños. Cada 19 de mayo, al volver del colegio mi abuela me esperaba con mi comida preferida, pollo marinado, con bastante ají colorado, ajo, orégano, pimienta y vinagre, papas fritas y mayonesa preparada por ella misma. Ponía el mantel más bonito y me entregaba mi regalo. Ese era su agasajo y yo lo recuerdo con profundo cariño, y ahora para su cumpleaños, si el presupuesto me sonríe, le devuelvo el detalle, pero como el kam lu wantan no es mi especialidad, le compro todos los platos orientales que le gustan. Si puedo consentirla en vida, ¿por qué no hacerlo?

Si bien mi abuela nunca pasó una noche en vela por mi culpa, al menos no que yo sepa, era ella quien me cuidaba cuando caía enferma y no iba al nido. Me acuerdo que me quedaba en su cuarto, y entre pausa y pausa de la cocina, subía a ver si estaba bien, y me contaba cuentos. Recuerdo clarísimo el de Juanita, la habladora, que más parecía Sandrita, la cotorra, y el de Rapunzel. Por eso, cuando Disney estrenó Enredados, corrí a verla al cine, y después compré el DVD para verla con ella. Se enamoró de Pascal, le parecía un camaleón de lo más tierno, y se mató de risa con Maximus.

En algún post navideño debo haber hablado del chocolate caliente de mi abuela. Cuando era niña, todos los 24 de diciembre, a eso de las 4 de la tarde, mi mamá nos mandaba a mis hermanas y a mi a dormir para que llegáramos despiertas a la media noche. Lo hacíamos sin problema, hasta que a golpe de 6 de la tarde un olor delicioso me despertaba, y me llevaba flotando, cual dibujo animado a la cocina, donde me encontraba a mi abuelita dándole vueltas a la olla con el chocolate caliente. Este recuerdo fue plasmado en un microprograma radial por el año de la Agricultura familiar, que fue aplaudido por mi jefe y por los representantes de la FAO en Roma para mi beneplácito.



Por cosas de la vida, mi abuelita no terminó el colegio, pero como nunca es tarde para aprender, después del almuerzo, yo me siento a su lado y le doy lecciones de literatura, geografía, historia mundial, y hasta algo de filosofía. Ya sabe de Indigenismo y del realismo mágico, y que ahora no confunda a Gabriel García Márquez con Federico García Lorca, es realmente un logro. También se sabe de memoria las 7 maravillas del mundo antiguo y las del mundo moderno, y que el gallito de las rocas es el ave nacional del Perú. A veces también repasamos música criolla, pero en eso si ella se pasa de vueltas, y pide diariamente a las 12 que pongan esa radio donde ponen la música criolla. Cuando canta, todos sabemos que ese día el dolor de sus piernas está tolerable, y ella está de buen humor.

Como verán, podría escribir un libro contando anécdotas entre mi abuela y yo. Tengo la suerte de compartir mis casi 37 años, y como me está costando decir 37, con ella, y no me imagino la vida de otra forma. Yo se que ahora hay día del abuelo, pero yo siempre la he celebrado el día de la madre, por lo que este domingo pienso abrazarla como todos los días, darle un beso, como todos los días y un dibujito hecho con mis manitos, pero como nunca he destacado en las artes plásticas, le regalo este post, para poder desearle así un doblemente Feliz Día.

Canción para celebrar a mi abuela... He dicho un montón de veces que mi gusto por la música criolla es influencia de mis abuelos. En ese explorar el mundo del vals, el tondero y demás ritmos, me he topado con propuestas que me han enamorado, por ejemplo la salsa criolla de Cosa Nuestra. Una de mis favoritas es esta



Por lo general, para esta fecha los hijos les dedican canciones a su mamá, pero como este post está siendo ligeramente distinto a los que han aparecido para esta fecha, vamos a voltear la tortilla y escuchar esas canciones que las madres le dedican a sus hijos. Esta es la que yo pienso escuchar una y otra vez, el día en que me convierta en mamá










Comentarios

Entradas populares de este blog

Tumba la fiesta

Solteronas y solteros codiciados

Lo que callan los hombres