Héroes entre nosotros

Como la gran mayoría de peruanos, por no decir todos, no puedo estar indiferente ante el incendio de hace unos días en El Agustino. Pero conmoverse no basta, conmoverse no devolverá a la vida a los tres bomberos muertos, conmoverse no logrará salvar la vida de otros tantos bomberos que coquetean con la muerte cada vez que sucede un siniestro.



Si yo digo la palabra héroe, al instante se nos viene a la cabeza el nombre de Miguel Grau, Alfonso Ugarte, Francisco Bolognesi o José Gálvez, y pensamos en lo nobles que fueron al dar la vida por la patria hace muchísimos años. Y claro, eso nos enseñan en el colegio, y los buenos profesores nos inculcan el amor, respeto y admiración hacia ellos que son insignes, tienen monumentos, avenidas con sus nombres, casas museos, y es imposible entender la historia de nuestro Perú sin recordarlos.

Hoy en día ¿hay héroes? Por supuesto que si, hay cientos de héroes anónimos que caminan entre nosotros y que no necesitan mucha alharaca para hacer su labor día a día. Por ejemplo, los buenos policías que no se hacen los de la vista gorda y ponen papeleta si hay que hacerlo, y hacen respetar los derechos del peatón. Las mujeres del comité de Vaso de Leche, que madrugan para atender a niños que no son sus hijos, pero que necesitan de ellas cada mañana. Los amigos de los animales, que nos hacen recordar que ellos también sienten, también necesitan cuidados, también dependen de alguien más. Los hombres y mujeres que salen a las calles a  reclamar por la unión civil, porque los gays son personas y tienen tantos derechos como cualquier heterosexual común y silvestre. Y así un montón de casos más.

En ese sin fin de héroes anónimos aparecen los bomberos. Sobre todo en días como hoy, en que nos damos cuenta, una vez más que ser bombero voluntario es un trabajo extraordinario, y que todos los medios de comunicación hablan de Alonso Salas, Raúl Lee y Eduardo Jiménez, alabando su espíritu de ayuda y su fatídico final. La pregunta es, mañana que el incendio de El Agustino sea materia olvidada, ¿alguien se detendrá a pensar en los bomberos fallecidos?, ¿alguien pensará en sus viudas y los hijos que dejaron?, ¿alguien dirá algo por los bomberos que necesitan de nosotros? Pesimista y realista, como soy, dudo que alguien hable del asunto de acá a un mes.


Más de una vez se ha discutido sobre las necesidades que tienen los bomberos voluntarios. Necesitan mejores equipos, mejores unidades, mejores uniformes, por lo menos un seguro y una pensión que proteja a sus familias, en caso de que corran la misma suerte de los compañeros de El Agustino, o queden impedidos físicamente al cumplir su labor. Lamentablemente, como suele ocurrir con los temas importantes en el Perú, la cosa pasó por agua tibia, nadie dijo nada, no se llegó a ninguna solución concreta y quedó ahí, en medio de la nada. Es solo otro proyecto de ley que duerme el sueño de los justos.

La solución más sencilla sería descontarle un par de ceros a los tremendos sueldos de los congresistas, reformar el sistema de bomberos, de tal manera que esto sea una profesión e invertir en ellos ese dinero que no sería poco. Esta solución no es realista, lo se, entonces me pongo creativa, y reciclo una idea que se filtró hace unos años y nunca se llegó a hacer, aunque hasta ahora ignoro por qué. Se propuso a unas patas, entre actores, modelos y cantantes, que estaban más buenos que el pan, disfrazarse de bomberos, tomarse unas fotos, ponerlas en un calendario y venderlo, y que todo lo recaudado vaya al Cuerpo de Bomberos del Perú. Si Ismael La Rosa, ícono de los bomberos voluntarios, posa, créanme que voy corriendo y me compro dos, uno para mi escritorio y otro para mi habitación. Entretengo mi vista y de paso colaboro.

Y así pueden surgir un montón de ideas más, pero hasta que se le prenda el foco a las autoridades para facilitar salidas viables que den soluciones sostenibles, ¿podemos hacer algo nosotros, simples ciudadanos de a pie? Si. Lo primero, comprometernos a jamás marcar el 116 porque se nos ocurrió, estábamos aburridos o cualquier otra estupidez y enseñarles a nuestros hijos, primos, sobrinos, cuñaditos, entenados o hijos de nuestros vecinos que eso no se hace. El 116 es un número que puede salvar vidas, y con eso no se juega.

Igualmente, debemos cultivar en nosotros y en los demás el respeto y la estima por los bomberos, porque son héroes de lo cotidiano, y colaborar en las campañas que se emprendan en las estaciones. Y tomar las precauciones del caso, planes de contingencia por si sucede un incendio en nuestras casas, instalaciones eléctricas seguras, tener extintores en los negocios, desde la bodeguita de la esquina, hasta el mega centro comercial del cono norte, tomar en cuenta y aplicar los consejos de Defensa Civil, y eso incluye participar en los simulacros.


Tenemos tres héroes más, y tres vidas menos. En lo personal me siento impotente y desconcertada, y trato de imaginar como se sentirán todos los bomberos voluntarios, imagino el doble de su impotencia, de su desconcierto, sumado a la desolación y la sensación de desamparo. ¿Qué más necesitamos para tener en cuenta el trabajo de los bomberos y de tantas otras organizaciones de ayuda voluntaria?, ¿será que a cocachos y desgracias queremos aprender?

Guardemos un minuto de silencio por Alonso, Raúl y Eduardo, y pensemos que más hacer por ellos y por nosotros mismos. No dejemos que sus vidas se diluyan en el olvido. Ellos, al igual que los bomberos, los scouts, las sociedades de ayuda y tantas otras personas más, son héroes y no necesitan monumentos, necesitan apoyo, necesitan buena voluntad, necesitan nuestro respeto.

Este post es radicalmente distinto a todos los escritos hasta la fecha, pero creo que una última reflexión sobre el tema es pertinente. Por eso no habrá canción, pero si esta imagen que me parece resume lo que opino, y estoy seguro muchos de ustedes también



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