Un día de estos

Medio en serio, medio en broma, una vez te dije que no quería cruzarme contigo al volante. Te reíste, como siempre hacías, y me aseguraste de que ya manejabas mejor. Te seguí la cuerda, y nunca te dije que no quería verte al menos por un buen tiempo, y de la mano de ella, menos. 


Digamos que la vida me ha cumplido el deseo. Nunca nos hemos cruzado. Sabemos en que anda el uno y el otro, de vez en cuando recibo un guiño coqueto, espontáneo, sincero. Ya no me emociona, tampoco me sonroja, pero si me arranca una sonrisa, siempre he confesado sin roche de que me haces reír, tu sentido del humor era lo que más me gustaba de ti, y es lo que ahora admiro.

Como soy terca, me reto a mi misma, y de paso tiento al diablo y paseo, por puro gusto o por casualidad, por donde andas. Es más, una vez me dí el lujo de hacer compras navideñas de último minuto en un centro comercial que queda a un paso de tu casa. Incluso me tomé un café, y nunca nos cruzamos. Tuve mucha suerte aquella mañana.

Hasta he merodeado sola por los lugares en los que coincidíamos, las mismas calles, los mismos bares, por circunstancias ajenas a mi voluntad, mi época masoquista ya fue superada y olvidada hace mucho, cuando entendí que no tenía sentido seguir torturándome y trayéndote a mi cabeza una y otra vez, que así me hiciera el harakiri, el nosotros ya sólo se conjuga en tiempo pasado. Y no coincidíamos, y soy sincera al decirte que respiraba tranquila al no ver ni tu sombra, porque presentía que el día en que te volviera a ver no estarías solo, y eso me iba a terminar doliendo.

Mis amigas dicen que si me afecta es porque no lo he superado. No es así, yo te superé y lo afirmo con la cabeza en alto. Olvidarme de ti me costó un montón, y lo saben muy bien las personas que estuvieron a mi alrededor y se mantuvieron firmes a pesar de mis arrebatos, mis bajones sorpresivos, mis silencios y mis ganas compulsivas de contar esos pasajes que compartimos, que tú no recuerdas, y que hoy a mi se me hacen lejanos, borrosos, confusos.


Eso lo terminé de confirmar hace un par de semanas, mientras conversaba con Pepita Grilla, mi gran amiga, la que estuvo a mi lado en medio de la hecatombe emocional que significó pasar esa página en la que tú fuiste protagonista, mucho más que yo incluso. En medio de un almuerzo te recordamos, ni sé por qué, ella me miró y me dijo te templaste mal de él, ¿no? Yo le contesté, me templé como una chiquilla, como tarada, como loca y me reí, me dio risa recordar cuanto te quise, sin suspiros de por medio, sin rabia y con una pizca tacaña de nostalgia.

Sin embargo, el miedo siempre me gana, y por eso piso con cuidado, y en estos días, en que el color panza de burro del cielo me deprime y me tumba, prefiero no pasar por los lugares en los que imagino tú transitas, no quiero pisar tu sombra, no quiero escabullirme o voltear la mirada al sospechar tu presencia. Ya no tiento al diablo, si puedo ahorrarme el mal rato de verte de la mano de esa persona que ahora está a tu lado, por qué no hacerlo. 

A veces imagino como sería encontrarte un día de estos, y me planteo diferentes circunstancias. De repente te encuentro un día, en medio de una de mis caminatas, y te termines de desencantar al verme con la cara lavada, un moño mal hecho y una traza impresentable. A lo mejor nos volvemos a ver en uno de esos bares en los que siempre coincidíamos , y esté mejor puesta, o al menos peinada, con un trago en una mano y en buena compañía, eso es lo que le ruego a todos los santos. O, ya que me encanta ir de compras, quien dice que podemos cruzarnos en algún centro comercial, una tarde de shopping. La vida es caprichosa, no sabemos qué nos tiene preparados.

También pienso en cual será mi reacción, o la tuya. ¿Te harás el que no me viste?, ¿te pondrás nervioso?, ¿me sonreirás y saludarás como si nada hubiese pasado? Yo creo que la última alternativa es la más probable. Y yo también sonreiré, te saludaré como si nada, y antes de despedirme te diré, lindo verte, y me preguntaré si disimulé bien mi nerviosismo. Si es que te veo acompañado, espero estar acompañada también, novio o amiga, pero alguien que sostenga mi mano, solo eso.




Efectivamente, no nos hemos vuelto a ver y no sé si volveremos a coincidir por casualidad, eso es seguro, de pura casualidad, porque no me imagino planeando un encuentro contigo, no voy a canjear todo el tiempo que pasé superándote por una emoción mal manejada, tú y yo tuvimos una historia bonita, compartíamos risas, secretos, gustos y besos, armábamos y desbaratábamos planes en tiempo récord, en un momento de nuestras vidas, que no es este.

Lima es una ciudad pequeña, o eso dicen, por eso no descarto que un día de estos nos crucemos, nos miremos, nos saludemos y, por última vez y para siempre, compruebe que aunque siempre tendrás un lugar en mi memoria, tu momento ya no es este.

Canción para encuentros casuales... O espontáneos, o no planeados, o caprichosos, porque el destino es irónico. Si alguna vez nos volvemos a encontrar, este puede ser el soundtrack que suene en mi cabeza y redondee la escena, porque ese día será el día cero





Cada mañana, a las 11, sintonizo muy puntual radio Oxígeno y escucho Radio BBVA, un programa en el que suenan solo bandas nacionales. Esta sana costumbre me ha permitido rescatar el gusto por el rock made in Perú, algo que me caracterizaba en mis años universitarios. Y también he podido conocer nuevos grupos y solistas, por ejemplo a Melissa D'Angelo, cuya canción titula este post



  

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