Cuando la pinta no es lo de menos

Toda la vida nos han repetido que la belleza externa es lo de menos, que lo importante es el interior. Y nosotras nos lo repetimos una y otra vez, para olvidarnos de los centímetros menos, los kilos de más, el acné, o ese defecto que no se puede disimular con el maquillaje. Hay muchas personas que toman ese precepto como ley, pero hay un montón de gente que vive en el mundo de la imagen, en donde la pinta no es lo de menos.



Dicen que todo entra por los ojos, pero juzgar a una persona por su apariencia no es justo, no es ético, no es humano. Ese es el punto de partida para que todo el mundo afirme que lo importante es el interior. Es lo que se cuenta en público y en voz alta, pero, ¿de verdad es lo que se piensa?  No nos hagamos las locas y seamos francas con nosotras mismas, antes de juzgar a los demás. 

Se necesita un cierto grado de madurez para aceptarnos tal como somos y no compararnos con otra persona, a nivel físico por lo menos. En algún momento de la adolescencia nos hemos sentido menos, y hemos anhelado ser más flacas, más altas, más lacias, más desarrolladas, hasta más blancas. En esos episodios el espejo se convierte en nuestro peor enemigo, porque nos muestra sin compasión todos esos detalles que nosotras queremos pasar por alto. Hay casos en los que la situación se vuelve insostenible y se degenera, ahí es cuando aparecen los desordenes alimenticios, por citar un problema de los muchos que trae de la mano el sueño de la imagen perfecta.

Nos auto criticamos, hasta que un buen día nos llega y pensamos, si yo estoy contenta conmigo mismo, al diablo lo que opinen los demás, y empezamos a disfrutar con nuestras muchas o pocas curvas, nuestros kilos de más, centímetros de menos, y utilizamos acondicionador todos los días, religiosamente, para lidiar con un cabello rebelde. Nos sentimos regias y queremos a un regio a nuestro lado para que haya correspondencia, y levantar algo de envidia por las calles. Entonces empezamos a juzgar por la apariencia, cayendo en el juego de eso que hemos rechazado al fin. Decíamos que la pinta es lo de menos, pero si un chico nada agraciado se nos acerca en una discoteca inventamos que estamos cansadas, que no bailamos, que tenemos que ir al baño, que ya nos estamos yendo.



Y así como rechazamos de plano a algún pata un tanto "malcriado" de cara, nunca falta quien nos cante con la misma moneda, y nos demuestre, o diga, que no encajamos en su patrón de belleza, y nos anula en una el trabajo de auto estima que no se logra de la noche a la mañana. Nos debería importar poco, en teoría, pero que afecta, afecta. ¿Por qué? Porque sabemos que somos más que la fachada, pero en la era de la imagen no interesa ser buena onda, divertida, emprendedora, ingeniosa, amable. Solo importa verse bien.

Suena feo, suena banal, suena superficial, pero existe. Lo más triste es que ese sujeto que nos tira arroz porque no somos el clon de la mujer más deseable del mundo, no es precisamente el doble del churro más churro de todos los churros (ponga aquí el nombre del hombre más guapo que puede imaginar, para mi Isamel La Rosa, galán por donde lo mire). Es un pata ahí no más que busca a una flaca que pueda lucir delante de sus amigos, que deben ser igual de miserables y mono neuronales. 

Entonces, ¿vale la pena matarse de hambre, hacer del gimnasio nuestro segundo hogar y gastar un sueldo entero en formulas maravillosas que nos convertirán en la envidia de la cuadra? Honestamente, yo paso. Y no porque tenga algo en contra de patrones saludables de conducta, sino porque quien me quiera, y me merezca, deberá descubrir por su cuenta de que más allá de mi cara hay una persona de muchas cualidades, que no voy a detallar porque no es la intención de este post reventarme cohetes.


Aprendamos a querernos y asumirnos como somos, y antes de que nos afecte la opinión de un mal nacido, veamos su cara y enumeremos sin piedad todos sus defectos físicos, es más, hagamos algo por la humanidad e informémosle que Brad Pitt está buscando un doble, y él no califica para nada. 

Si ya nos aceptamos, toca aceptar a los demás, con la pinta que sea, quien sabe que un chico nada churro es el pata más divertido, detallista y atento que hemos conocido. La idea es ser coherente, que la pinta no nos deslumbre, porque una cara bonita, ya lo hemos dicho, dura con suerte 20 años, y, al menos yo quiero un caballero que nunca pase de moda.

Canción para aceptarnos como somos... Mientras escribía este post, reparé en la letra de esta canción vieja, refundida, poco exitosa, pero de buena onda. Al diablo lo que piensen los demás, y a bailar con nuestra sombra y la luna en la azotea más cercana



Fito Páez y Joaquín Sabina no son los guapos más guapos de todos los tiempos, pero si son un par de genios, por eso se les permite muchas cosas, por ejemplo que digan que aunque sabían que ella no era la más guapa del mundo, puedan jurar que era más guapa que cualquiera





    

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