Una adicción llamada TK

Yo fui groupie, eso no es novedad. Hasta ahora lo soy y no me pierdo un concierto de algún cantante o grupo que me afane, así sea sábado al mediodía o miércoles por la noche (y un examen esperándome el jueves a primera hora). Siempre me ha gustado la música, pero la incondicionalidad apareció cuando TK llegó a mi vida.


En el 2003 yo me jugaba los descuentos en Ogrilandia (léase la gris oficina en la que trabajé por año y medio, los 18 meses más deprimentes y miserables de mi existencia), quería irme de allí, pero me aguantaba como hembra que se respeta, y teme quedarse en el aire de buenas a primeras. Una tarde encendí la radio y escuché un estribillo que me cambió la cara, y la actitud: "No escuches el llanto de aquellos que nunca pudieron lograr". Era lo que necesitaba oír.

A partir de ese día, antes de ir a trabajar me bañaba en aceite de bebe para que me resbalara todo lo que dijeran los Ogros, y me limpiaba bien los oídos para que lo que entre por una oreja salga por la otra. No iba a permitir que un par de infelices me hicieran infeliz. No lo he vuelto, ni lo volveré a permitir, lo juro.

Empecé a escuchar todas las tardes radio América, y me alegraba cada vez que oía esa tonada, sin saber quien la cantaba. Por ese entonces, hablaban de un grupo peruano que estaba sonando y rompiéndola en MTV. A mi, ni me iba, ni me venía, mientras pensaba, quienes serán, no me interesa porque no son Líbido, ni lo serán. Hasta que un día, de pura casualidad escuché Inminente Conjunción, la canción de TK, el grupo que andaba en boca de todo el mundo, y el que cantaba Aquellos que nunca quisieron, mi himno, la canción que me decía al amargado y majadero dile no.

Fui a verlos una tarde de marzo, con mi hermana y una amiga, al anfiteatro del club de trabajadores del BCR. Estaba en primera fila, y grité cual quinceañera desmelenada. Tan hincha me hice, que fui a radio Miraflores a verlos, los conocí, los saludé, me tomé fotos y nadie me borró la sonrisa por una semana completita. Se hizo rutina buscar todos los medios para ganar entradas si se presentaban en La Noche de Barranco, la suerte me sonrió y convertí en hábito un antojo. Desde mayo del 2003, cada vez que TK se presenta en La Noche, yo estoy ahí, si o si.


Ante tanta insistencia y aburrimiento por verme cada tanto en sus presentaciones, los integrantes de TK me empezaban a ubicar y yo me sentía orgullosa e importante. Pero quería saber algo más de ellos, y no ir solita a sus presentaciones, ya que mi hermana inició su emancipación musical y ya no me acompañaba a todos y cada uno de los conciertos. Entonces me inscribí en su lista de seguidores, los TK adictos.

Ese fue un tema aparte. Primero, me sentía fuera de foco, porque la mayoría de integrantes eran menores de edad, chiquillas de colegio que iban a los conciertos con sus mamás. Pero por ahí encontré alguna contemporánea y me hice de amigas que en una época se volvieron entrañables.

Con ellas compartía las reunas con los TK, en las cuales era difícil guardar la compostura, tardes cantando, con dos genios en las guitarras, y las copas post concierto, en el bar de La Noche, sin importarnos la hora, porque total, los conciertos eran los viernes. Más allá del gusto por la banda, compartimos risas, llantos y extensas conversaciones; compartimos historias, como sucede siempre, andábamos casi casi en las mismas sin saberlo; compartimos juergas por el cumpleaños de alguna de nosotras o porque se nos ocurría; compartimos mucho, por mucho tiempo.

Por la banda había cariño, devoción y fe. Por eso me gastaba las huellas digitales votando por ellos cuando postularon a los VMA La (MTV Latinos) en el 2004 y 2005, ¿o fue 2003 y 2004?, como mejor artista nuevo central y mejor artista central. Ambos años ganaron en su categoría y la emoción y algarabía fue general, desbordante, hasta excesiva. Y es que más allá de que ganaran el premio o no, el triunfo era para Perú, que al fin exportaba bandas musicales, algo nunca antes visto. Ahora era materia común encontrar una banda local en el ranking de MTV. Y era obra y gracia de la calidad de los videos y de los seguidores, por supuesto, que no nos cansábamos de votar por ellos, aplaudirlos y pisar sus sombras.

Esos mismos seguidores que intercambiaron cientos de correos felicitando al grupo cuando fueron nominados y cuando ganaron; esos mismos seguidores que abarrotaron cada local en donde los TK se presentaron y celebraron sus lenguas, todo lo logrado y lo que estaba por venir; esos mismos seguidores que exigían y participaban en las reúnas; esos mismos seguidores que se pusieron bravos con cierta radio local que no pasaba las canciones de TK; esos mismos seguidores que lloraron cuando el grupo dijo de buenas a primeras siempre no, muchas gracias. Se acabó TK,



¿Lloré ante la fatídica noticia? No mucho en realidad. ¿Me dolió? Si, fue un apagón, un baldazo de agua fría. ¿Sentí nostalgia? Mucha, sin previo aviso se cerraba un capítulo importante en mi vida. No exigí concierto de despedida porque ahí si hubiera llorado a mares. La verdad, la verdad, TK había perdido su toque. No me pregunten precisamente que pasaba, me las huelo, lo sospecho, pero no lo digo para no herir susceptibilidades. Yo no fuí al último concierto de TK porque no tenía tiempo (entre la universidad y el trabajo, los minutos se me hicieron un bien escaso) y porque había algo que no cuadraba. Sentí una diferencia abismal entre esos chicos que miraban sorprendidos como todo el anfiteatro del BCR coreaba Inminente Conjunción, y esa banda que había visto una noche del 2006 en Barranco.

Y así como todos los seguidores, celebré la noticia de que TK regresaba con nuevos integrantes y nuevo disco bajo el brazo. Fui a la presentación, me vaciló lo que escuché, apenas salió a la venta el CD me lo compré y recuerdo que lo escuché como tres veces seguidas con una copa de vino. Solita me jaraneaba. Solita me fui a verlos a La Noche, como antaño, como siempre.

Tuve la oportunidad de entrevistar a dos de los cuatro ex TK y a quien siempre fue el líder. Por respeto y por quedarme con la imagen que tengo de ellos, jamás hice esa pregunta que todos los seguidores nos hicimos ¿Qué paso realmente?, ¿hubo traición?, ¿lucha de egos o rencillas irreconciliables?, ¿se acabó la química inicial? Las respuestas a estas preguntas no me atormentan. Tal vez cuando TK se acabó ya no me afanaban tanto, y cuando volvieron bajo un concepto nuevo, encajaron con la persona que era en ese entonces, que estaba cambiando, y que se aproximaba más a quien escribe estas líneas y sonría mientras escucha Abril.

TK se empezó a presentar en parques y locales enanos. Todo muy acústico, todo muy íntimo, todo muy silencioso. Y así, en medio del silencio desaparecieron, y parece que esta vez para siempre. La noticia me sorprendió un poco, pero no me hizo llorar. Quien si se deprimió fue mi mamá, que se hizo mi compañera en esta nueva etapa de TK. Pero como ella no se deja abatir así nomás, dice que ahora se va a pegar como chicle a mi hermana y a mi cuando vayamos a ver a Mar de Copas.

En conclusión TK me marcó, definitivamente. Y ahora que se va me deja varias canciones, no todas y cada una, pero si varias que he adoptado sin permiso. Me deja montones de vivencias que van desde el popular "menéalo, menéalo" cuando cantaban A Lina, hasta las instantáneas que se me vienen a la cabeza cuando escucho Fragmentos, pasando por la euforia que me llega de pronto cuando escucho Abril y las lágrimas que caen cuando mi MP3 suelta Buscando la Victoria. Me deja recuerdos al por mayor, con los TK adictos y los integrantes de la banda, en el bar barranquino de siempre o el patio de algún colegio. Me deja pistas de quien fui, de qué soñaba, de hacia dónde iba y hacia dónde voy ahora.

Canción para llenarse de nostalgia alegre... Porque esta canción me hizo entender que se puede añorar con alegría, que el verano nos deja buenos sabores a todos y que el buen uso de la luz puede hacer maravillas en un video. Escucho esta canción y se me cambia la cara, así sea octubre, septiembre o abril


De las últimas canciones de TK, esta es la que más me gusta. Me enamoré al primer oído y me terminó de cautivar cuando el autor contó que esta canción narraba lo que le pasó los meses que estaba solo. Yo había sentido lo mismo cuando cierta persona desapareció de mi vida... esa mirada, esa espalda, esa forma en que me hablaba son mías y se quedan en mis recuerdos



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