Si, pero no

¿Cómo una palabrita tan chiquita puede ser tan determinante, tan poderosa, tan tajante? No, es una diminuta palabra de dos letritas. Tan insignificante que hasta parece ocioso buscar su significado en el diccionario, pero tan grande que hasta gesto tiene, equivale a girar la cabeza de derecha a izquierda o poner los pulgares abajo. Ese no tan chiquito, nos puede hacer sentir inmensamente mal.

Nosotras ya sabemos que en la vida no se trata de ser perfecto, se trata de ser feliz. Tal vez más de una se lo repite todos los días, bien tempranito, antes de salir de la cama, para no perder de vista ese principio. Pero tercas y olvidadizas, como somos, alguna vez, o la mayor parte del tiempo, volvemos con la misma cantaleta y tratamos de ser perfectas, de ser vistas como el premio mayor de la Tinka, la novena maravilla del mundo (porque la octava es Dumbo), las ya no ya, así terminemos destruidas en el intento.

Obviamente, la mujer perfecta que tratamos de ser nunca dice no. Acepta nuevas tareas, más responsabilidades, menos tiempo para ella, hacerse cargo de detalles mínimos pero importantes, caras largas como respuesta a horas de labor, reproches, todo. A todo le decimos si, porque nos cuenta negarnos, nos cuesta un montón y cuando por fin logramos verbalizar la palabra no, nos sentimos infinitamente mal, terribles, irresponsables, malvadas. Ese no hace que nuestro mayor miedo aparezca frente a nosotros y se apodere de nuestro ser. Ese no nos convierte en la imperfección andante.

Decir si a todo es lo que la sociedad espera de nosotras. La mujer, madre, esposa, novia o trabajadora que vale la pena es complaciente y acepta todo, así no le provoque, así no le guste, así no se le de la gana, así vaya en contra de lo que cree y proclama. Aceptar sin titubeos nos pone en la incómoda situación de ser incoherentes. Proclamar los derechos de la mujer, pero hacer todas las labores de la casa porque eso es cosa de chicas. Defender a las mujeres maltratadas, pero aceptar agresiones emocionales. Exigir jornadas laborales de ocho horas, pero aceptar responsabilidades que no son nuestras y no figuraban ni por casualidad en nuestros "términos de referencia".

Con nuestros dos dedos de frente, en medio de un mundo que dice creer en la equidad de género, aunque seguimos en esas, bien plantadas y pisando fuerte, debemos recordar que somos libres y libertad es elegir entre una y otra cosa, En este caso entre decir si o no, porque nos gusta, nos provoca, nos parece, porque se nos antoja, y no porque alguien lo dice, lo manda o lo espera escuchar de nosotras.




Seguir a ciegas la intuición y decir ese no que cuesta, o ese si que reafirma lo que queremos, no es garantía de un final feliz, una admiración permanente, una felicitación constante. Podemos equivocarnos y cambiar de parecer, somos libres de hacerlo, y será nuestra chamba aceptar ese error y tratar de resarcirlo o superarlo, sin máquinas del tiempo a la mano. La idea es ser fieles a lo que pensamos y rechazar algo sin miedo a las miradas reprobatorias. Es más, deberíamos decirle no a estas también y seguir con nuestra vida sin prestar importancia a la opinión de personas que no nos interesan y no tienen nada mejor que hacer que intervenir en cosas que no les competen.

Sin embargo, hay cosas a las que debemos decir no, en serio y bien fuerte. En mi caso digo no a los hombres, chibolos o chiquiviejos, inmaduros que no saben lo que quieren hacer con su vida, menos sabrán que hacer en la vida de otra persona. Digo no a mi pereza, aunque el frío no coopere a que salte temprano de la cama. Digo no a las caras largas, porque si otra persona se quiere arrugar antes de tiempo es su problema, no el mío. Digo no a los verdaderos maricones, o sea esos adultos que maltratan a las mujeres, niños o personas que no pueden competir por tamaño, pero les ganan varios kilómetros en cuanto a integridad, fortaleza e inteligencia. Digo no a los que se creen y hacen gala de algo que no poseen, precisamente esa carencia es la que los lleva derechito y sin escalas a la soberbia. Digo no a mi esfuerzo diario de leer entre líneas, las cosas como son y punto.

Si tenemos libertad, por qué no utilizarla para nuestro beneficio. Si decimos si que sea con decisión y si nos negamos a algo, que sea porque así lo creemos, y respirar tranquilas al pronunciarlo, porque lo importante es no defraudarnos a nosotras mismas. Y ese es otro no que vale la pena defender.

Canción para decir no... Como dije, pronunciar lo que creemos tiene la garantía de dejarnos en paz con nuestra conciencia, pero no nos libra de caer en el error, la obstinación no es buena consejera y algunas veces la intuición se queda muda. El motivo no lo sé


Obvio, para ilustrar el post, una canción con la que Shakira dice no. Bastante dramática, gris, melancólica, pero en lo particular me pone. Y le digo no a quien critique mis gustos musicales.

 


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